El cielo no es un lugar formado por la imaginación del hombre. No es una concepción del pensamiento. No es una visión de un estado de utopía. Tampoco es el resultado de una mente que separada de la realidad delira en un deseo, una esperanza de probar la existencia de un lugar mejor, libre de decepciones, de problemas y de toda clase de adversidad y sufrimientos que tanto agobian y tanto dolor le causan al ser humano.
Pablo, otra persona que relata sobre la gloriosa experiencia de haber sido trasladado a un lugar descrito por el como el tercer cielo, nos cuenta que fue en un momento de éxtasis y que oyó palabras inefables, o sea imposibles de expresar. (2 Cor. 12:4) por esa razón en Filipenses 1:23 decía: que para el, el morir y partir a estar Con Cristo era mucho mejor. El lo decía con esa convicción y seguridad porque ya él había experimentado, aunque de una manera abreviada y corta, la gloria de aquel lugar y para uno que habría de regresar de aquel lugar y volver a la realidad de la vida terrenal, aquella experiencia pudo ser causa de enorgullecimiento, por eso dice Pablo: “me fue dado un aguijón en mi carne” (2. Cor. 12:7)
Sin duda alguna, el cielo es un lugar real. Jesús dijo: “gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos”, (Mateo 5:12) también dijo: “voy a preparar lugar para vosotros….para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan14:2-3)
El libro de Hebreos, nos habla de “una patria celestial” (Hebreos 11:16.)
Todas estas cosas en este enorme listado que Juan nos presenta en este versículo 4, son las causantes de las decepciones y aflicciones que muy a menudo vienen a nuestras vidas y en algunos casos, logran desmoralizar a la persona y hasta le provocan separación de Dios. Serán cosas que ya no existirán más. Ese lugar de paz, de armonía, libre de enfermedades, de dolor, de crímenes de ataques, de injusticias y de toda clase de adversidades, es real.Querido hermano, cuando te encuentres atravesando por pruebas y sufrimientos, que el recuerdo de ese glorioso lugar que nos aguarda y nos pertenece como recompensa a nuestra lealtad y nuestro sufrir, te inspire y te llene de aliento y fortaleza. Que te estimule en medio le la aflicción y sea razón y motivación, para que puedas mantenerte en la posición vertical, y te impida ser derrotado por satanás, ese sutil enemigo, que se ha propuesto evitarte la entrada gloriosa a ese hermoso lugar. Acuérdate, ¡no sufrimos en vano, el cielo nos aguarda!