Hablémosle a la gente de Jesús. Proclamemos a Jesús como la respuesta a todas las necesidades de la humanidad.
El Señor no necesita gente perfecta predicando su palabra. La mujer con el fuljo de sangre no era perfecta. Ella no conocía todos los detalles de la persona de Jesús, ni cuál era el protocolo que había que seguir para recibir sanidad. Ella violó todos los protocolos habidos y por haber, pero el Señor honró su f. Tenemos que decirle a la gente: “Ven a Jesús no importa cuál sea tu situación, no importa que tú no entiendas todos los detalles acerca de Él, no importa que estés viviendo con alguien sin casarte, no importa que seas un homosexual, no importa que seas un adúltero, no importa que estés alcoholizado ven y pon tu mano sobre el Señor. Ven tal como estás, y desde ahí el Señor comenzará a formarte y santificarte”. Él hará la obra en su tiempo y a su manera. Una vez que haya proclamado el evangelio, échese a un lado y deje entonces que el Señor haga lo que Él sabe hacer.
Nuestro llamado es simplemente ponerlos en contacto con Cristo. Él hace la obra, hermanos. Ponga la mano de esa persona en la mano de Jesús y Él hará lo que Él sabe hacer en Su tiempo y en Su forma. Traiga a la gente al Señor. Dígale: “Mira, si tú tienes problemas, si tienes necesidad, si hay pecado en tu vida tú eres un candidato perfecto para el Evangelio. Únete a todos los demás que estamos aquí luchando de la misma manera buscando sanidad también del único sanador que hay en el universo, Cristo Jesús”. Preséntele a Cristo, no le presente religión, no le pida que se haga evangélico, no le pida que se haga miembro de su iglesia. Dígale: “conéctate con Jesús, pon tu mano sobre el manto de Jesús”.
Levantemos a Cristo, porque cuando Cristo sea levantado, Él hará el trabajo. Cuando nosotros le presentemos a la gente a Cristo y les digamos: refúgiate en él, el Señor va a abrirles los ojos y va a arrancar el hipnotismo, el hechizo que tiene la gente de creer que Cristo es una amenaza para sus vidas, de creer que el Evangelio es algo para hipócritas y para fracasados, el Señor va a hacer esa obra. Porque hay un velo que cubre el entendimiento de la gente y ese velo no lo podemos rasgar nosotros. Pero Cristo lo hace desaparecer en un instante. Pero preséntales a Jesús, Jesús, Jesús.
La consigna para nosotros en este tiempo es Cristo, Cristo, Cristo. Preséntele a Jesús, use el nombre de Jesús lo más que usted pueda y levante al Hijo del Hombre. Cristo dice que si el hijo del hombre fuere levantado, Él atraerá a todos hacia sí mismo. Nosotros lo levantamos, y Él los atrae. Esa es la promesa, esa es la consigna. Cristo es la solución. Vamos a presentar a Jesús como el que tiene la respuesta y nuestra comunidad va a ser salva, va a ser sanada. Los norteaamericanos van a venir, los africanos van a venir, los afroamericanos van a venir, los chinos van a venir, los ricos van a venir, los intelectuales van a venir, los pobres van a venir, los necesitados van a venir, los jóvenes van a venir; porque el Señor los va a atraer a sí mismo.
Simplemente asegurémonos de llenar la ciudad del nombre de Jesús. Vamos a desatar una epidemia sanadora, una epidemia de vida. No una epidemia de muerte, sino una epidemia de Cristo, un contagio comunal de Jesús, y vamos a convertirnos en portadores de ese virus de vida, de ese germen de bendición, esa semilla de transformación para la comunidad y para la ciudad.