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Persistencia y Fe. Aferrarse a Dios Hasta Alcanzar la Bendición y el Milagro

Entonces el hombre dijo: «Suéltame porque raya el alba.» «No te soltaré si no me bendices,» le respondió Jacob. Génesis 32:26

Cuando ella oyó hablar de Jesús, llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto.
Marcus 5:27

Esta mujer está llamada a un esfuerzo sobrehumano, a tomar riesgos muy serios cuando se lanza a buscar la bendición de parte del Señor Jesucristo. Piensen que en la cultura de su tiempo y en la religión farisea hebrea de su tiempo esta mujer era considerada impura, era como la mujer menstruosa que en el Antiguo Testamento era considerada impura por un tiempo. Ella estaba efectivamente en la misma situación y por tanto se suponía que no estuviera dentro de una multitud contaminando a los que estaban alrededor de ella efectivamente.

Sin embargo esta mujer por su necesidad decide romper con los protocolos de su tiempo, lanzarse en medio de la multitud, abrirse camino. ¿Usted se puede imaginar esta multitud cerrada alrededor de Jesús?. Dice que lo apretaban a Él. Había una necesidad imperiosa de parte de esa multitud. Cristo tenía poder, tenía palabras de vida, la gente estaba necesitada y Él tenía la respuesta a sus necesidades.

Él iba con sus discípulos, esta multitud lo seguía porque iban a la casa de este hombre prominente que se llamaba Jairo. Y esta mujer se levantó con una misión en la mente. Me imagino que hizo todo lo posible, se abrió paso, empujó a la multitud para llegar hasta donde estaba el Señor Jesucristo y violó la ley, porque necesitaba lo que Él podía proveerle.

Así que muchas veces hermanos es importante que nosotros paguemos el precio si queremos recibir algo del Señor, tenemos que ser diligentes, tenemos que hacer todo lo que esté de nuestra parte. Dios no lo hace todo muchas veces, Él se glorifica cuando nosotros somos emprendedores, esforzados y valientes, y hacemos nuestra parte para recibir la bendición.

Esta mujer sabía que estando en su casa no iba a ser suficiente, ella tenía que hacer su parte también. Y no solamente eso si no que ella no le pide permiso a Jesús para tocar sus vestidos, ella no hace quizá como hicieron otros personajes de la Escritura que se presentan delante de Él, o como el ciego Bartimeo gritan desde lejos: ¡Señor, Hijo de David ten piedad de mí! para que Él le ponga atención. Esta mujer va más allá de todo eso y se acerca como dijéramos, ilegítimamente casi en un sentido y toca el borde del manto de Jesús sin preguntar si está siendo irrespetuosa, si Él se va a molestar con ella, si va a contestar ese gesto anónimo que ella hace. Ella sabe que tiene que poner de su parte en este asunto.

Y una y otra vez uno ve en las Escrituras ese elemento tan importante de que Dios no lo hace todo. Si tú tienes una necesidad hay algo que también tú vas a tener que hacer, hay una parte que Dios es glorificado en que tú lleves a cabo también. Si tú quieres ser bendecido materialmente, financieramente por ejemplo bueno, ¿necesitas un trabajo?, tienes que tocar puertas, tienes que emprender cosas en el nombre del Señor, tienes que hablar con gente, tienes que leer los periódicos. Y todo eso que estás haciendo tienes que bañarlo en oración creyendo que como dice el apóstol Pablo: yo sembré, Apolos regó pero el crecimiento lo da Dios.

Hay una parte que a nosotros nos toca: sembrar, tocar, colaborar con otros. Y uno hace todo eso sabiendo que en última instancia el resultado final, la parte final le pertenece a Dios. Él es el que hace la parte final, la bendición, el éxito lo asegura el Señor, el crecimiento lo asegura el Señor. Pero tu parte también es hacer tu parte. Y cuando el esfuerzo del hombre preñado de fé se encuentra con la bendición de Dios, el Dios que quiere bendecir, esa combinación hace una bomba atómica que destruye barreras, quita peñones del camino y trae la bendición que estamos buscando. Es tan importante que nosotros entendamos siempre eso. Esta mujer hace su parte y extrae la bendición de parte de Dios.

Otro ejemplo antes de terminar que les doy es el caso de los amigos del paralítico, que cuando llegan a la casa donde está Jesús se encuentran que la multitud está llenando la casa, no pueden llegar a Jesús, se suben al techo, rompen el techo, hacen algo ilegítimo, rompen la propiedad de alguien y bajan a su amigo por el techo, y el Señor movido por su acto de fé no puede menos que sanar a este hombre paralítico, y dice que por la fé de ellos Él intervine a favor de este hombre.

Sabes que el Señor espera que nuestra fé se manifieste a través de obras. Por eso el apóstol Santiago dice que la fé sin obras es muerta. No quiere decir necesariamente obras en el sentido de que nos justifiquen delante de Dios si no obras en el sentido de nuestra parte, hacer nuestra parte, invertir lo que nos toca para que entonces el Señor encuentre algo, un depósito en el nivel del tiempo y del espacio en el plano humano sobre el cual hacer caer Su rayo, Su poder, Su energía de sanidad y de provisión.

Esa es la maravillosa enseñanza que esta mujer nos da también. Ella hizo su parte, hizo su esfuerzo, se levantó temprano, tomó riesgos, se abrió paso entre la multitud y esa acción de fé atrevida desató el mover maravilloso de Jesús que resultó en su sanidad. Dios ama al creyente esforzado y valiente. Quiera Dios que cada uno de nosotros pueda hacer su parte aunque no lo sintamos el deseo de hacerlo pero sabiendo que eso es lo que Él necesita muchas veces para bendecirnos.

Que el Señor nos continúe bendiciendo y por favor continuemos pegados a este maravilloso pasaje que tiene mucho que enseñarnos todavía. Dios les bendiga, su amigo y hermano Roberto Miranda se despide de ustedes.

Fuente:
RM

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