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Permanece en tu posición

“5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;”  2 Pedro 1:5-6 

A tu dominio propio, a esa fuerza de voluntad que ejerces, tienes que añadirle paciencia.  Esa palabra paciencia realmente no es la mejor palabra para definir el término en griego; una mejor palabra es perseverancia.  En otras palabras: A tu dominio propio, añádele perseverancia.  Aunque en la perseverancia hay paciencia, no son lo mismo.  Perseverancia nos habla de una persona que permanece en su posición.  Ya alcanzaste una posición, tomaste una postura, y ahora permaneces.  Pero muchas veces, los creyentes somos muy fácilmente movidos.  Una de las cosas que afectan la iglesia son las modas, por ejemplo, que llevan a la gente a moverse de un lugar a otro.

La perseverancia está relacionada al dominio propio, que no es otra cosa que tomar control de los deseos de nuestra carne, someter tu vida y carácter a la voluntad de Dios.  Cuando hablamos de perseverancia, se habla de tener que soportar el dolor.  El dominio propio te ayuda a tomar autoridad sobre tus deseos, sobre el pecado, sobre la carne; pero la perseverancia es lo que te permite aprender a soportar el dolor o sufrimiento que viene en ciertos momentos por servir a Jesús.  Aquellos que servimos a Dios tenemos que saber que en ciertos momentos, nuestra fe de pararnos firmes y decir: Esto es lo que creo, mi convicción; va a provocar que gente te abandone, te traicione, te critique, te señale, te descarte.  Y tú tienes que aprender a vivir el sufrimiento de permanecer firme en una postura, en una posición, entendiendo que Dios te dará la victoria, si permaneces.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.”  Hebreos 12:1-3

Perseverar no es perder el ánimo.  Todo lo contrario.  Si tú estás perseverando, estás con sufrimiento, con dolor, pero tu ánimo permanece.  La verdadera perseverancia se demuestra en el ánimo, a pesar del dolor; en la actitud, a pesar del dolor.  En otras palabras, la perseverancia no te exime del dolor, sino que te hace soportarlo; pero como perseveras, tu ánimo no cambia.  No puedes decir que estás perseverando en dolor, y andar cabizbajo.  Perseverancia no es andar como llevando una carga.  Hay dolor, crítica, sufrimiento, pero el ánimo y la actitud permanecen.  Eso no quiere decir que no llores, que no lo sientas, que no te quebrantes, pero tu ánimo permanece, continúa; no permites que el sufrimiento, el dolor, cambie tu actitud ante la vida.

Una de las palabras que usa la iglesia moderna es la palabra proceso.  Todo el mundo está en un proceso, o en una transición.  Pero tú, no llames proceso a las consecuencias de tu pecado.  Hay cosas que estás pasando que no son un proceso de Dios para llevarte a otro sitio, sino por los errores que cometiste; no lo espiritualices; te está pasando por sinverguenza.  Pide perdón a Dios, vive las consecuencias, pasa esta época, soporta; pero una cosa son las consecuencias de tus actos, otra, los procesos que hay que pasar para ir a otro nivel.  No confundas una cosa con la otra.  Perseverar no es resistir en medio de las consecuencias de tus malas decisiones.

Resuelve tus malas decisiones, resuelve el problema, arregla tu vida; pero perseverar es otra cosa.  El apóstol Pedro lo dijo más claro en estos versos:

“19 Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. 20 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”  1 Pedro 2:19-25 

¿Qué gloria tiene si, pecando, tienes que soportar?  Si pecaste, no cuenta como perseverancia; si pecaste, tienes consecuencias.  Así que no cojas gloria o te las eches por los golpes que estás cogiendo porque te los mereces.  No digas que te golpearon por Dios; fue por el pecado.  Y no hay gloria cuando te abofetean por el pecado.

La Biblia dice que vas a recibir el ciento por uno, con persecución.  Va a venir persecución.  Jesús dijo en una ocasión: Bienaventurados cuando os persigan, diciendo toda clase de mal, mintiendo.  Si mienten, eres bienaventurado; pero si están diciendo la verdad, no lo eres.  Pero en la iglesia, para hacer sentir bien a todo el mundo, les decimos que están pasando por un proceso.  Pero no.  Hay que decirles: Lo que estás viviendo es porque pecaste, porque fallaste, tomaste una mala decisión y esas son las consecuencias.  ¿Qué hacemos con las consecuencias?  Te arrepientes; en el mundo espiritual, Dios te quita la culpa, pero muchas veces, las consecuencias tienes que pagarlas como quiera.  Y no puedes decir que estás pasando por un proceso.  Mejor acepta que cometiste un error, fallaste; arregla tu error.  El problema es cuando no aceptar tu error porque entonces pretendes que Dios lo arregle.  Pero el error te toca a ti arreglarlo.  Ahora bien, si un día, cuando tú estás haciendo lo correcto, injustamente te persiguen, te señalan, ahí es que tú tienes que perseverar, soportar el dolor, la persecución, para que puedas entonces recibir realmente el reconocimiento de Dios, como dice el apóstol Pedro.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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