Cambiar nuestra forma de pensar, de ver las cosas: Ese es uno de los elementos más importantes acerca del concepto de fe. ¿Sabe dónde comienza la fe? La fe comienza en la mente, en la forma de pensar.
La persona de fe es una persona que piensa y ve la vida y concibe los eventos y los asuntos de la vida en una forma muy diferente a como lo hace la persona que no es de fe, la persona que piensa solamente en términos racionales, humanos, materiales. Se necesita experimentar un cambio de mentalidad para poder pensar en términos de fe.
Por eso el Apóstol Pablo, en Romanos 12:2, habla de “no conformarnos a este siglo”. Con eso, nos está diciendo: “No se acostumbren a pensar como piensa el mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, su forma de pensar, su entendimiento”.
Cuando uno entra en los caminos de Dios, tiene que desechar mucho de lo que ha aprendido en el mundo, y reemplazarlo con los conceptos del Reino de Dios. Porque en el mundo de la fe las cosas funcionan muy diferentes a como funcionan en el mundo material.
En el mundo de la fe, más es menos, y menos a veces es más. En el mundo de la fe los niños son los que entran al reino de los cielos, y los adultos y los muy maduros y sofisticados se quedan afuera. En el mundo de la fe el débil es el que es fuerte. En el mundo de la fe hay que morir para vivir. En el mundo de la fe hay que servir para recibir y para ser servido. En el mundo de la fe hay que dar para tener. En el mundo de la fe hay que hacerse pequeño para que Dios levante a uno.
Es una cosa rara. La visión de fe es muy diferente a la visión humana. Y desgraciadamente mucha gente en el mundo, o mejor dicho en la iglesia, cuando vienen del mundo, y entran a la economía del evangelio no operan ese cambio en su mente. Se quedan todavía pensando como piensa el mundo, y Dios quiere que cuando entremos al evangelio, nuestra mente sea transformada, sea cambiada. Y eso es proceso de toda una vida.
Pero muchos de nosotros ni siquiera lo iniciamos. Nos quedamos como éramos en el mundo. No somos ni una cosa ni la otra. Y entonces, somos como parte carnal, y parte espiritual y es una confusión terrible. No recibimos nada porque como declara el apóstol Santiago, “el hombre de doble ánimo no espere que recibirá nada del Señor”. La persona que es indecisa, insegura, indefinida, no logra mucho en el Reino de Dios.
Tenemos que definirnos como hombres y mujeres de fe. Gente que computa las cosas del mundo conforme a las leyes del espíritu y no a las leyes de la razón.