“4 Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: 5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. 6 Y yo dije: ¡Ah ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. 7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.” Jeremías 1:4-8
Cuando miramos Jeremías 1, vemos varias cosas que están implícitas, y que no es hasta que tú estés consciente de ellas que podrás tomar las decisiones correctas para que Dios pueda usarte y lleves también a los tuyos al lugar donde también ellos puedan alcanzar su máximo potencial.
Reconoce que hay un llamado de Dios especial para tu vida. Llamado no es posición eclesiástica ni ministerial. Tú eres un llamado de Dios. Llamado a alcanzar el propósito de Dios para tu vida. Tienes que extenderte a tu supremo llamamiento, a lo más grande que Dios tiene para tu vida. Reconoce que tiene que haber algo más grande para tu vida que lo que tú estás viviendo. No se trata de dinero, sino de plenitud, de cumplir el propósito de Dios en tu vida, de que cuando termines la carrera puedas decir: La completé.
Comienza a cambiar tu manera de pensar hacia ese llamado. Tú no puedes ajustar tu manera de pensar a lo que el mundo piensa. Tú tienes que pensar de acuerdo al llamado que Dios tiene para tu vida. Y Dios no puede cambiar tus pensamientos; los tienes que cambiar tú. Reestructura tu mente. Piensa diferente, mirando el llamado que Dios te dio. Tú no puedes esperar a llegar a donde Dios te quiere llevar para entonces cambiar tu manera de pensar; estarías entonces atrasado.
Establece un plan de acción para ese cambio. Ya sabes el llamado, comienza a cambiar, a estudiar, a cambiar tus pensamientos, y establece un plan de acción.
Comienza a ver el tiempo de Dios en tu vida. Este llamado no se manifiesta de un día para otro. Tienes que hacer un plan de acción, establecer metas; y tienes que moverte bajo el tiempo de Dios, viendo cómo Dios se va moviendo en cada época, en cada etapa de tu vida.
Persigue tu llamado con pasión. Tú tienes que apasionarte por el futuro que Dios tiene para ti, y dejar de llorar tu pasado. Tienes que vivir con expectativa de lo grande que Dios tiene para ti. Hay gente que vas a tener que dejar, pero tienes que apasionarte con tu mañana, con la grandeza que Dios tiene para ti.
Tienes que pensar diferente, mirar hacia el futuro, cambiar tus pensamientos, reorganizarte. Con los cambios tecnológicos, hay que ajustarse, dejar lo viejo, lo pasado. Haces tu parte, te preparas, pero dejas que sea todo en el tiempo de Dios. Para esto, tienes que mantenerte apasionado con el futuro que viene.
Tienes dos opciones: O aceptas el futuro con pasión, expectativa y alegría, o te aferras al pasado y nunca ves lo que Dios quiere hacer. Mira hacia el futuro, hacia la grandeza, hacia el mañana, y deja que Dios te sorprenda. Todo va a ser en su tiempo, en su momento.
Apasiónate con el futuro que Dios tiene para ti. Hay algo más grande que lo que tú estás viviendo ahora mismo. No se trata de dinero; la gente grande no siempre tiene dinero, pero siempre tiene futuro. Mientras tengas futuro, lo demás llega; y si tú estás apasionado por el futuro, Dios se va a encargar de suplir, de abrir puertas, de hacer su parte para que tú puedas lograr lo que Él te ha prometido. Atrévete a creerle a Dios, mira el futuro que Él tiene para ti.
Apasiónate por descubrir lo que todavía tú no conoces de ti, que ya Dios conoce de ti. Aspira a llegar al lugar de Dios para tu vida. No te aferres al pasado, dale la oportunidad a Dios de desatar la grandeza que Él puso en ti.