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Nueva luz esperanza y paz

El nacimiento del niño Jesús, hace más de dos mil años, constituye para nosotros una celebración maravillosa al recordar tan excelso y grandioso hecho, cuando Dios mismo se manifestó en carne, para salvar a la humanidad de la condenación del pecado.

La celebración de la Navidad, nos invita a recrear nuestras vidas en una atmósfera de gozo, paz, poder, felicidad, amor y esperanza.

También nos permite ir creciendo en sabiduría y gracia para con Dios por tan hermosa y grandiosa manifestación de su hijo amado, que se hizo posible al humanarse, naciendo sin pecado para poder redimir al mundo de toda maldad a fin de que el hombre disfrute de la vida eterna.

Asimismo, la Navidad nos invita a una experiencia maravillosa en lo sobre natural, donde se agudizan nuestros sentidos para poder vivir, oír, palpar, sentir la guiaza de Dios con su espíritu en nuestras vidas, tal como ocurrió al principio con Adán y Eva.

La llegada de la celebración de la Navidad se acerca y sigue siendo admirada por todos los corazones que ven llegar a sus puertas una nueva luz de alegría y de paz,.

Esta festividad del nacimiento del niño Jesús, nos regala también un nuevo año lleno de luces, colores y sabores, fuegos artificiales que denotan el amor por el porvenir con nuevos sueños que abrigan la esperanza de un mejor futuro en el seno de la familia, sociedad, iglesia y nación unidos en la magia del amor del niño Dios.

Es nuestro gran deseo es que también que el niño Jesús nazca espiritualmente en el corazón de cada dominicano.

Al profetizar sobre el nacimiento de Cristo, el profeta Isaías dijo: «Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre: «Admirable Consejero», «Dios fuerte», «Padre Eterno», «Príncipe de Paz», Isaías 9:6.

Navidad, tiempo de celebración, tiempo de regocijarnos, debemos recordar su verdadero significado y no confundir su esencia como una fiesta más.

No hay nada que pueda suplir el gozo y la alegría al recordar el día, en que Jesús nació en Belén de Judá, en un humilde pesebre, porque María y José no hallaron lugar en el mesón.

Ya adulto, a los 33 años, tras revelar en su ministerio el amor del Padre, fue a la cruz del calvario, allí murió para expiar nuestros pecados y al depositar nuestra fe en él, nos redimió y escogió para que fuésemos hechos hijos de Dios y disfrutar de la vida eterna. Por eso recordamos con tanta alegría y gozo la celebración de la Navidad.

Fuente:
TPD

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