La Biblia nos presenta a un Dios como si fuera completamente ilógico para mentes lógicas. Nos revela hechos que parecieran totalmente paradójicos; acontecimientos absurdos donde la ciencia los descalificaría, porque no entran en la ley de las matemáticas o de las probabilidades. Tomemos algunos ejemplos.
Dos ancianos, el hombre de cien años y la mujer de noventa, tienen a un hijo a esa edad, producto de una promesa. Un hombre golpea las aguas de un rio y ellas se convierten en sangre. Un hombre toma su vara, y le ordena al mar abrirse en dos, y una multitud de dos millones de personas caminan por él en seco. Un clamor por agua hace salir de una roca golpeaba, una fuente para satisfacer la sed. Una murmuración por hambre hace venir del cielo un pan llamado “maná” y carne a montones.
Un burro habla y reprenda la obstinada desviación de un profeta. Un hombre ora y el sol se detiene por casi un día entero, mientras termina la batalla. Un hombre con la quijada de un burro mata a mil personas. Un jovencito con una sola piedra mata a un temible y grandote gigante. Unos cuervos alimentan con pan y carne a un hambriento profeta.
Un profeta desobediente es tragado por un pez y después de tres días es vomitado en la playa. Un rey enfrentó a un poderoso ejército con un coro de alabanza y fue destruido completamente, recogiendo un incontable botín. Una virgen concibe en su vientre a un bebé sin tener relaciones con un hombre.
Y el creador de todo lo visible y lo invisible, por quien son y a quien le pertenecen todas las cosas, se hizo el más pobre de todos los hombres con el propósito que nosotros fuéramos enriquecidos. Las paradojas de la Biblia nos muestran a Dios ilógico, para entender que no siempre lo lógico es teológico. Él siendo rico se hizo pobre para que nosotros fuéramos enriquecidos. Entonces, en qué consiste nuestra riqueza en Cristo.
I. CONSISTE EN LA RIQUEZA DE SU GRACIA
“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo…”
1. La gracia es la revelación del amor de Dios.
Nuestro texto dice “porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo”. Los hermanos de Corintios eran conocedores de esta gracia, por eso vino la afirmación de Pablo. El hombre creado en el Edén, sin pecado y con el sello de la santidad de Dios, se rebeló contra él, y llegó a vivir bajo una total conciencia pecadora.
La ira de Dios fue tal que le sacó de su paraíso y lo condenó a vivir una vida fuera de su comunión. Los querubines guardando el acceso al árbol de la vida daban testimonio de aquella ira divina. Pero Dios no destruyó al hombre, “la corona de su creación”, sino decidió salvarlo del poder y la maldición del pecado a través de la muerte de Cristo.
En eso consiste la “gracia de nuestro Señor Jesucristo”. La gracia como la más grande demostración de Dios por el hombre, consiste en el acto voluntario de Cristo, ofreciéndose desde la misma eternidad para venir y salvar al hombre quien se reveló en el mismo paraíso, como lo había hecho Satanás.
Y lo grande de nuestra salvación es que Señor pudo rechazar la ignominiosa cruz, pero contrario a la desobediencia del primer Adán, Cristo, el segundo Adán, decidió obedecer a su Dios, mostrando con esto la “gracia de nuestro Señor Jesucristo”.
2. La gracia es un don inmerecido (Efesios 2:8-9)
La gracia comienza desde el principio en la Biblia, y nos lleva hasta llevarnos a Cristo, la expresión más sublime e inexplicable de ella a favor nuestro. Su significado origina de “favor, bendición o bondad”, nos habla de Dios escogiéndonos para bendecirnos, en lugar de maldecirnos, porque nuestros pecados merecieron exactamente eso.
Es la bondad de Dios en plena acción por los indignos. Cuando uno lee este versículo no deja de sorprenderle su contenido. Mucha gente ha hecho su propio programa para salvarse, justificándose por medio de una vida “recta”, o más aún, por medio de sus propias bondades.
Pero el texto nos dice categóricamente “por gracia sois salvos, por medio de la fe”. Lo único que está puesto para salvarnos es la gracia del cielo, y la manera de alcanzarla es a través de la fe. La gracia excluye absolutamente todo vestigio de bondad en nosotros que se preste para justificarnos delante de Dios.
¿Qué hay de bueno en nosotros para ser considerados por Dios para salvarnos? ¡Absolutamente nada! El texto excluye una salvación por obras. ¿Qué es lo sorprendente de este texto? Que nos diga que aun la fe es un don de Dios “para que nadie se gloria”. Todo es por pura gracia.
2. La gracia es el poder libertador de Dios (Efesios 1:7)
La otra riqueza de la gracia de Cristo se ha puesto de manifiesto a través de su poder sobre el gran enemigo de nuestras almas, llamado Satanás. Por la riqueza de su gracia hemos sido redimidos de la esclavitud de ese poder originado en el cielo, siguiendo en el Edén, hasta manifestarse en la tierra.
La Biblia nos dice que Cristo vino para deshacer las obras del diablo. El poder de Satanás ha logrado dominar al mundo con sus demás poderes. De hecho, Pablo nos habla de una lucha contra principados y potestades en las regiones celestes. La Biblia se refiere a Satanás como el príncipe de este mundo, para referirse a su dominio y control sobre las mentes humanas.
Por otro lado, Pablo habla de la redención a través de la sangre de Cristo por la riqueza de su gracia. Y luego nos dice más adelante que él “nos dio vida cuando estamos muertos en nuestros delitos y pecados”, cuando aún andábamos “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:1-2).
La riqueza de la gracia de Cristo se manifestó en la manera más contundente al derrotar a nuestro acérrimo enemigo, llamado Satanás. Su gracia es gracia libertadora.