Sin embargo nuestro texto expresa un hecho singular, que no es de conformidad a la naturaleza, sino que es sobrenatural. La tribulación en sí y por sí obra petulancia, incredulidad y rebelión. Es únicamente por la sagrada alquimia de la gracia que es llevada a obrar paciencia en nosotros. No trillamos el grano para aplacar el polvo: sin embargo, el flagelo de la tribulación hace esto sobre la era de Dios. No sacudimos a un hombre para darle descanso, y sin embargo, así trata el Señor a Sus hijos. Ciertamente esto no corresponde a la manera humana de hacer las cosas, sino que redunda grandemente para gloria de nuestro infinitamente sabio Dios.
¡Oh que la gracia me conceda que mis tribulaciones me bendigan! ¿Por qué habría de querer detener su agraciada influencia? Señor, yo te pido que quites mi aflicción, pero te suplico diez veces más que quites mi impaciencia. Precioso Señor Jesús, con Tu cruz graba la imagen de Tu paciencia en mi corazón.