Todos queremos ser aceptados, aprobados. Nos gusta que nos celebren; no nos gustan las críticas. Pero, cuando tu potencial se ve limitado por el afecto o aprobación que puedas recibir de otros, no vives en plenitud ni satisfacción, ni en tu máximo potencial.
Según un estudio, un medallista olímpico que gana bronce, es un poco más feliz que el que gana plata. ¿Por qué? El que gana plata piensa en lo que le faltó para ganar oro. El que gana bronce piensa que por poco queda fuera, pero alcanzó algo. El que gana plata piensa que por un poco no ganó oro, y piensa qué van a pensar de él. Al que gana bronce, todos lo celebran porque pudo quedar fuera, pero logró ganar algo. La realidad es que plata es un gran logro; por supuesto, no compites para ser segundo, y no tienes que conformarte con eso, pero alcanzar plata entre tantos atletas del mundo es un gran logro. El estudio concluyó que se es feliz no de acuerdo a los logros sino de acuerdo a la percepción de esos logros, y de acuerdo a lo que se piensa que la gente va a pensar de lo que se ha obtenido.
Establecemos nuestra felicidad no por nuestros logros, sino por nuestra percepción de ellos. Pero date cuenta que la grandeza de lo que Dios está haciendo en tu vida es más de lo que jamás imaginaste. Nunca se va a ver el resultado total del impacto eterno de tu vida; solo el cielo nos contará las cosas que Dios ha hecho a través de nosotros. Pero tiene que llegar un punto en tu vida en que entiendas que no es tu percepción de tus logros, ni lo que la gente piense lo que desatar la grandeza, sino la opinión de Dios y sus planes para tu vida.
Se dice que lo más poderoso que Dios le dio al hombre fue el libre albedrío, la capacidad de decidir; pero lo más grande que Dios te dio es consciencia de ti mismo. Pablo dice que estabas en el mundo, pero has sido trasladado al reino de la luz, se ha alumbrado tu entendimiento, ahora estás consciente, despierto. Cuando la Biblia dice que Dios sopló de su Espíritu en Adán y lo hizo un alma viviente, quiere decir que antes era un alma muerta; un alma muerta no sabe decidir, pero un alma viviente, que está consciente, puede decidir; y esa alma viviente es la que te guía en tu interior, te dice cuando haces algo bien o mal. Y eso es lo más grande porque entonces puedes tomar decisiones para corregir y cambiar tu vida. Eso es lo que te convierte en una persona responsable de su futuro. Si tú no comienzas a ser responsable del futuro que Dios ha puesto en ti, le dices a tu mente y al mundo que tu vida no importa, que puedes vivir por instintos. Pero los que hemos despertado a la realidad de Cristo, sabemos que nuestra vida sí importa. Tu vida es demasiado valiosa para perderla; Dios tiene un propósito contigo, y conscientemente tienes que dar un paso cada día hacia lo que Dios te ha prometido. En Jeremías 1, vemos el momento del llamamiento del profeta Jeremías:
“5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Jeremías 1:5
Tu edad es solo el número cronológico de tu cuerpo, mas no el número de tu existencia. Tengas la edad que tengas, en cuanto a existencia, eres eterno. Y quizás no estás viviendo todo lo que conocemos como una vida cristiana, pero si lees estas palabras es por una inclinación hacia las cosas de Dios; por lo tanto, tú has sido llamado, escogido; hay algo dentro de ti que te hace diferente a los demás, diferente al mundo. Dios le dice a Jeremías que antes de que fuera formado, Él ya le conocía. En otras palabras: Tú no eres lo que tú conoces; tú eres más de lo que tú conoces. Le dice, además: Yo te había santificado, separado. ¿Has sentido que no cabes en un lugar? En una reunión familiar, en tu trabajo, sientes que no cabes. Ese sentimiento lo puso Dios porque antes que nacieras Él te puso aparte. Tú no vas a caber en cualquier lugar, pero no te sientas mal porque eso lo hizo Dios; te separó para que tú no cupieras ni te amoldes a cualquier lugar. Tratas de ajustarte para un sistema para el cual tú no fuiste hecho, pero entonces serías formado por aquellos que te conocen desde que naciste, y no por Aquel que te conoce antes de que tú nacieras.
“6 Y yo dije: ¡Ah, ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. 7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.” Jeremías 1:6-8
La versión en inglés dice “no mires a sus rostros”. Dios dice esto porque todos buscamos aprobación. Cuando Dios llama a Moisés, la preocupación de Moisés era si el pueblo lo aceptaría, si le creería. Lo difícil de tu llamado es que Dios te saca para después libertar a los mismos de los que él te sacó. Tu primera misión, tu familia, son los primeros que no creen. ¡Qué difícil tarea! Ellos te conocen. Debió ser difícil para Jesús predicarle a su familia, ellos le vieron crecer; pero poderoso que en su familia muchos se convirtieron en ministros; Santiago, su hermano, escribió un libro de la Biblia. Así que, Jesús pudo ganarse a sus familiares; no siempre creyeron en él, pero si él pudo, tú puedes. Dios tuvo que sacarlo aparte; en una ocasión, Jesús dijo: Mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre; si ellos no hacen lo que yo, no son mis hermanos. Eso es difícil, pero era necesario; después Santiago se convierte en discípulo, sigue el ministerio. Esa era la preocupación más grande de Moisés; misma de Jeremías; miedo a la cara que la gente pondría cuando él hablara. La gente haría muecas, cuestionando qué se creía Jeremías. Y Dios le dice: No mires sus rostros; tú vas a decir lo que yo te digo que tienes que decir.
Olvídate de lo que otros opinen; tú camina consciente del llamado que Dios te ha dado. Esa es la única manera de vivir una vida responsable; no buscando aprobación de los hombres; sino caminando, a pesar de los rostros que hagan muecas a tu lado; es ser lo que Dios quiere que tú seas, consciente de que tú has sido llamado para algo más grande de lo que el mundo te ha dicho que tú puedes obtener. No se trata de hacerlo bajo rebelión, bajo las locuras que la gente hace afuera para llamar la atención, pero sí se trata de caminar seguro, sabiendo que no todo el mundo va a estar de acuerdo. Pero a esos mismos de los que Dios te separó, es a los que Él te va a llevar para que tú puedas rescatarlos, sacarlos del lugar donde están, y llevarlos también al potencial que Dios tiene para sus vidas.