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No des sólo por conveniencia

En nuestros tiempos, en muchos círculos cristianos el dar se ha tornado en algo mecánico, algo que uno usa para manipular a Dios, y casi como a forzarlo a que nos bendiga y provea para nuestros motivos egoístas y materialistas.

Una bella y profunda doctrina acerca de la generosidad para con Dios y los demás se ha tornado en algo burdo y áspero. Ha sido deformada y afeada, cuando en realidad es algo sublime y artístico. En muchas iglesias hoy en día se habla de dar casi como si se tratara de torcerle el brazo a Dios.

No sé si en su país se usa el dicho de “poner el santo boca abajo”. Personas supersticiosas cogen los santos y los ponen literalmente boca abajo para “obligarlos” a que les hagan el milagro que quieren. Ese es el espíritu que a veces anima mucha predicación y enseñanza hoy en día acerca de la prosperidad.

A veces creemos que si yo hago algo bien específico, entonces Dios me va a tener que dar algo en respuesta. Me parece que en eso hay como algo de superstición y hasta de brujería. Se trata de la misma mentalidad mágica que espera obtener un resultado si se dice la palabra mágica precisa, o se usa el ritual requerido para que los espíritus respondan a nuestras manipulaciones. En el mundo cristiano lo hacemos con buenas intenciones, y frecuentemente escuchamos este tipo de enseñanza falsa sobre la prosperidad de parte de otros predicadores.

Pero hay que tener mucho cuidado, porque cuando las cosas espirituales se convierten en algo mecánico, y no salen del corazón, no salen de una ética de vida, no salen de una convicción bíblica y espiritual; cuando no brotan de un estilo de vivir, de un proceso de concientización a través del cual nosotros hemos pasado gradualmente, que se ha dispersado a través de todas las partes de nuestro ser y que nos llena parejo, mente, cuerpo, alma, espíritu, todo. Entonces es como simplemente coger una piedra dura y tirarla en la tierra de Dios. Mientras que lo que Dios quiere es que todo nuestro ser sea permeado por una creencia, una fe, una actitud profundamente espiritual, y entonces que como producto de esa actitud, orgánicamente, nosotros demos, y Dios sea glorificado.

Tenemos que adoptar una ética de dar constantemente, no solamente cuando queremos que Dios haga algo a nuestro favor. Debemos dar más bien porque esa ha venido a ser nuestra naturaleza misma. Que Dios me haya convertido en un dador alegre, no una persona que da solamente cuando hay una necesidad, o cuando le conviene, o cuando quiere sacar algo de Dios. Dar y compartir debe ser algo que se desprenda en una forma natural de nosotros.

Como cuando vino la mujer con el flujo de sangre y tocó a Jesús por detrás y rozó el borde de su manto, ¿Qué sucedió? La Biblia dice que gracia, virtud, salió de Él. ¿Por qué? Porque el Señor era un sanador natural. Sobrenatural y natural. Es decir, de Él se desprendía la sanidad espontáneamente, sin esfuerzo, naturalmente. Y esta mujer al tocarlo, como el Señor encarnaba la sanidad, virtud salió de Él y la sanó. Jesús ni siquiera tuvo que esforzarse por sanar, o hacer una decisión consciente al respecto. Hubo un escape espontáneo de virtud, porque Jesús encarnaba, su espíritu consistía en, la gracia y la sanidad. El Señor se aplicó a sí mismo las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, y me ha enviado para sanar a los enfermos, los ciegos”, etc. Así también tenemos que ser nosotros, agentes espontáneos de vida, sanidad y gracia.

Debemos ser de tal manera, que cuando la gente se pegue a nosotros, se desprenda gracia de nosotros porque hayamos absorbido la naturaleza del Padre de ser dadores naturales. Debemos aprender a dar a tiempo y a destiempo. Muchas veces daremos cuando sea inconveniente, o cuando no podamos sacar nada de ello, sino simplemente glorificar a nuestro Padre, por ser como Él. Y ese es el secreto. Cuando usted aprende a dar en la zona de lo incómodo, porque sí, usted va a ser bendecido en una manera extraordinaria. Su familia y su comunidad van a ser bendecidas. Todo a su alrededor florecerá, porque la naturaleza de Dios emanará incesantemente de usted como una fuente de gracia y bendición hacia los demás.

Fuente:
Apóstol Roberto Miranda

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