Vivimos en un mundo obsesionado con la felicidad y muchas personas están dispuestas a transitar cualquier camino para conseguirla. Algunos la buscan en el éxito personal y profesional, otros en el dinero o las relaciones amorosas y en miles de alternativas posibles.
En medio de esta búsqueda incansable, ¿tienen los cristianos algo que decir? Y aún más, ¿pueden los cristianos ser verdaderamente felices?
En este artículo quiero animarte a buscar y permanecer en el gozo que Cristo otorga, que supera infinitamente a toda la «felicidad» que este mundo tiene para ofrecer.
Para este propósito, quiero utilizar dos términos para evocar ideas diferentes. Por un lado, «felicidad» aparece constantemente en nuestra cultura (música, películas, libros, etc.), por lo que utilizo esta palabra para hablar de la «satisfacción» que el mundo ofrece. Por otro lado, prefiero usar la expresión «gozo» para hablar de la satisfacción en Dios, por ser un término y concepto común en la Biblia.
Entonces, empecemos por reflexionar en la felicidad que promueve este mundo antes de hablar del gozo que Dios ofrece en Cristo.
La felicidad según el mundo
La felicidad se ha convertido en un concepto ambiguo y subjetivo, pues se vincula al sentimiento de satisfacción individual. Por lo tanto, dos personas pueden tener definiciones muy diferentes de lo que quiere decir «ser feliz». Esto demuestra que la felicidad es un concepto difícil de definir en este mundo; lo que puede hacerla más complicada de encontrar.
También es importante señalar que, al estar vinculada al sentimiento de satisfacción individual, esta felicidad es efímera y temporal. Hoy podemos ser felices, pero mañana podríamos dejar de serlo, dependiendo de las circunstancias, las posesiones materiales o las situaciones que afectan nuestros sentimientos.
Además, esta felicidad viene de convertir cualquier cosa que este mundo ofrece en nuestro tesoro. Pero la Biblia y la misma experiencia humana enseña que nada en esta tierra puede satisfacernos plenamente o hacernos felices (Jr 2:13). Por ejemplo, las celebridades que el mundo aclama —actores, artistas y millonarios— parecen tener todo lo que este mundo promueve para ser felices. Sin embargo, repetidas veces vemos cómo el éxito, los bienes y las comodidades no son suficientes para hacerlos alcanzar la satisfacción que sus corazones anhelan (cp. Mt 6:19-21).
Podemos concluir, entonces, que la búsqueda de felicidad, según los estándares de este mundo, es una tarea subjetiva e infructuosa. Con esto no quiero decir que los cristianos no podamos disfrutar de las pequeñas alegrías que Dios nos regala de este lado de la eternidad, ni que sea pecado encontrar cierta satisfacción en esta vida. Pero quiero recordarte que no debemos poner nuestro corazón y nuestra plenitud en las cosas que el mundo nos ofrece, porque Dios nos ha dado una fuente de felicidad infinitamente mayor.
El gozo en Cristo
Quiero contrastar la felicidad que el mundo promueve con el gozo que Cristo nos da. Para esto, la carta de Pablo a los Filipenses me parece excepcional, pues enseña sobre el asunto, al mismo tiempo que fue escrita por el apóstol mientras estaba preso (Fil 1:12-13). Pablo podía mantener su ánimo gozoso porque había aprendido a estar contento en cualquier situación, ya que Cristo le daba fortaleza (Fil 4:11-13).
A partir de su propio testimonio, el apóstol insiste en que nuestro gozo o satisfacción está en el Señor: «Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!» (Fil 4:4). ¿Cuál es la razón? «El Señor está cerca» (v. 5), responde Pablo.
El Señor Jesús es la razón del gozo de los cristianos. Él se encarnó (Fil 2:7), vivió una vida perfecta (He 4:15), murió en la cruz por los pecados de Su pueblo (1 P 3:18), resucitó de los muertos, ascendió a los cielos y está a la diestra del Padre reinando (Ro 8:34), nos ha dado Su Espíritu Santo (Jn 14:16-18) y pronto volverá para buscar a Su pueblo y consumar Su obra. Estas verdades significan que podemos vivir con gozo en Jesús, por quién es Él y lo que ha hecho a nuestro favor.
Nuestro gozo en Cristo no viene por las circunstancias o las bendiciones temporales que Él quiera darnos, sino por la salvación que nos ha otorgado con Su vida, muerte y resurrección. Y así como cumplió todas las promesas de Su primera venida, tenemos la confianza de que cumplirá la promesa de Su regreso y de que nada nos faltará, y que todo en nuestra vida está orquestado por Él para nuestro bien (Ro 8:32, 28). Esto nos trae esperanza y gozo en cualquier situación que nos toque vivir.
En cualquier situación
Es por eso que el gozo en Jesús no es como la felicidad temporal humana. No importa si un día te sientes bien o mal, o si atraviesas circunstancias favorables o desfavorables, si has puesto tu fe en Jesús y en Su obra de redención eres un verdadero hijo de Dios. Esta verdad sostiene tu gozo cada día, aun en los días más difíciles. Como Pablo y Silas, que cantaban en la prisión, demostrando su gozo en medio de una situación tan desagradable (Hch 16:25-26).
Esto no quiere decir que el mensaje del evangelio quite mágicamente el dolor, el sufrimiento y la tristeza que esta vida puede traer. En cambio, significa que el evangelio nos lleva a un gozo profundo aún en medio del dolor y las dificultades, porque confiamos en que incluso el sufrimiento y la tristeza son herramientas en manos de un Dios soberano para hacer madurar nuestra fe y confianza en Él:
Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte (Stg 1:2-3).
Sin embargo, muchas veces no es el dolor lo que aparta a los cristianos del gozo en Jesús, sino la felicidad que este mundo ofrece. Las satisfacciones temporales también nos pueden alejar del gozo de nuestra salvación, pues por nuestro pecado nos engañan haciéndonos pensar que ya no necesitamos de Cristo. Entonces empezamos a olvidarnos de Dios y de Su amor derramado en Jesús, y empezamos a cambiar nuestro gozo por la felicidad temporal de este mundo.
Entonces, en medio de alegrías y tristezas de esta vida, nuestro gozo más profundo debe depender de Cristo y de nadie o nada más. ¿Cómo logramos esto?
El trabajo diario de buscar el gozo en Cristo
Como muchos cristianos saben, nuestra búsqueda de gozo en Cristo y en el evangelio no es una tarea sencilla, sino que demanda esfuerzo cada día. Nuestro corazón tiene la tendencia a depositar su alegría en las circunstancias de la vida y no en la redención que Cristo nos ha otorgado. Por eso debemos ir al evangelio cada día.
El evangelio es un mensaje que debe ser recordado y estudiado de manera continua para que podamos permanecer en el gozo de Cristo. Sospecho que muchos cristianos no pueden encontrar un gozo firme en Jesús porque se olvidan del evangelio que los salvó, como señala el autor Jerry Bridges:
El evangelio no solo es el mensaje más importante de la historia, es el único mensaje indispensable de toda la historia. Aun así, permitimos que miles de cristianos declarados vivan toda su vida sin entenderlo claramente y sin experimentar el gozo de vivir por él (La disciplina de la gracia, p. 48).
Entonces, la única manera en que las personas pueden tener gozo verdadero y profundo es a través de entender el mensaje del evangelio y recordarlo cada día. Esto es cierto para los no creyentes, quienes necesitan venir a Jesús; pero también es cierto para los cristianos, quienes necesitamos ir a Cristo cada día.
No hay nada en este mundo, bueno o malo, que pueda apartar a un creyente de la salvación que es en Jesús, y si nuestra mente y corazón permanecen en esa buena noticia —dependiendo de Dios para esto—, nada nos podrá apartar del gozo en Cristo.