
Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Juan 8-32
Vivimos tiempos donde la verdad de Dios ya no es bien recibida. En el mundo moderno, muchos prefieren lo cómodo antes que lo correcto, lo popular antes que lo profético. Se burlan del Evangelio, minimizan la cruz y rechazan la certeza del triunfo final de Cristo. Pero el pueblo de Dios no puede callar.
La verdad sigue siendo verdad, aunque el mundo no la quiera. Y esa verdad no es un concepto: es una persona. Cristo es la Verdad, y solo Él tiene el poder de liberar una nación de la mentira, de la corrupción, del engaño y de la idolatría disfrazada.
Por eso hay que clamar. Hay que orar para que no se borre la visión profética de nuestra tierra. No podemos permitir que el enemigo robe la esperanza de un país restaurado, sanado y gobernado por la justicia de Dios.
Como atalayas, debemos permanecer firmes. La intercesión es urgente. Que no se apague el fuego, que no se cierren nuestras bocas, que no se desvíe nuestra mirada.
Dominicana, ¡todavía hay esperanza! ¡Todavía hay verdad! ¡Todavía hay libertad en Cristo!
Oremos por nuestra nación.
Volvamos al altar.
Anunciamos la verdad, aunque el mundo moderno no la quiera oír.
La visión de Dios para nuestra tierra no será borrada mientras haya uno solo que se mantenga en pie clamando.