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No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo

En la vida de cada hijo de Dios se da una batalla continua entre el llamado del mundo y el llamado de Dios a sujetarnos a Él y vivir una vida de santidad y de conformidad a los valores del Reino de Dios. Esta batalla se da continuamente. Debemos entender que este mundo no nos va a amar y nosotros no debemos amar a este mundo porque hay una lucha a muerte entre esos dos polos de la existencia humana.

Dice la Biblia que el que ama al mundo no puede ser amigo de Dios es más se constituye en enemigo de Dios, dice: «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo porque el mundo pasa y sus deseos; mas los que hacen la Voluntad de Dios permanecen para siempre» pero el mundo es el lugar donde Satanás reina con sus valores pecaminosos, rebeldes a la Palabra del Señor.

Cuando nosotros entramos a los caminos del Señor tenemos que entender que tenemos que decirle adiós al mundo, debemos estar en continua enemistad con el mundo. Eso no quiere decir que no podemos amar a nuestros semejantes, todo lo contrario. Debemos nosotros proyectar una vida de simpatía, de gracia, de bondad, de misericordia para con los demás, de gozo, de positividad pero también debemos saber que somos extranjeros y peregrinos como dice la Palabra, estamos de paso y participamos del mundo en la medida que podemos y debemos y tenemos que participar pero nuestra lealtad no está con el mundo, nuestro amor no está fijado en el mundo.

 

No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
1 Juan 2:15

No nos apegamos a las cosas materiales, no nos dejamos controlar por la opinión o el pensamiento de los demás, no dejamos que lo que los demás digan controle nuestras decisiones ni los valores a los cuales nosotros nos sujetamos o las cosas a las cuales les damos prioridades; no amamos el dinero, no amamos las cosas pasionales o sensuales, preferimos las cosas de Dios antes que las cosas del mundo, nuestras prioridades y nuestro dinero lo invertimos en cosas que redundan en beneficio para el Reino de Dios y que promueven las causas del Reino de Dios, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros talentos.

Todo pertenece a Dios y este mundo es simplemente algo que nosotros comerciamos con él por pura necesidad pero estamos de pasada por así decirlo y nuestra meta final es llegar al Reino de Dios con victoria.

Cualquier cristiano que ama al mundo, cualquier cristiano que proyecta apego a las cosas del mundo, una carrera o lo que sea, las cosas que caracterizan al mundo tiene que entender que no está en afinidad con los valores del Reino de Dios y tiene que buscar ese sentido de consagración a las cosas de la eternidad.

Yo creo que un cristiano carnal, banal, vanidoso es una contradicción viviente. Los hijos de Dios tenemos que ir apartándonos más y más de los reclamos del mundo y mirando más y más hacia las cosas de Dios para poder verdaderamente agradar al Señor.

Entonces tenemos que estar continuamente en vigilia cuando el mundo quiere moldearnos y eso es una adoctrinación continua que se da. Continuamente el mundo va a intentar encarcelarnos en su visión y en su forma de ver las cosas y nosotros tenemos que estar en perpetua vigilancia renovándonos con la Palabra del Señor, de la comunión con los santos, de congregarnos, de meditar continuamente en las cosas del Espíritu, escuchar buena música cristiana.

Podemos ser gente culturalmente avanzada, podemos ser gente bien educada y todo lo demás pero todas esas cosas las aguantamos livianamente en nuestra mano porque sabemos que nuestra lealtad no está allí y que finalmente como dice la Palabra todas estas cosas van a perecer. El mundo pasa y sus deseos, sus luchas, sus afanes, sus lealtades falsas pero el que hace la Voluntad del Señor ese permanece para siempre.

El mundo es engañoso y pasajero sin ser obsesivo acerca de ello pero retenemos esa convicción en nuestra mente como una presencia subconciente en todas las cosas que hacemos y siempre estamos tratando de resistir la influencia del mundo, esa es la actitud de un verdadero hijo de Dios, una verdadera mujer de Dios madura y convencida de cómo son las cosas en la eternidad. Dios les bendiga, continuaremos nuestro estudio en nuestra próxima meditación.

 

Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía, y pidió al jefe de oficiales que le permitiera no contaminarse.
Daniel 1:8

Fuente:
Apóstol Roberto Miranda

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