Testimonios

Néstor Julio Saviñón Bobadilla

Debo empezar diciendo que no le conocí más que de referencia. Cuando yo nací, ya él tenía 13 años de muerto. Pero la trascendencia del ser humano va más allá de lo corporal. Uno está vivo mientras haya alguien que lo recuerde con afecto.

Néstor nace en un pueblo pequeño del este, en el marco de una familia numerosa y que no era acaudalada. Desde una temprana edad se inició en el trabajo, y en busca de mejores condiciones de vida, deja su pueblo y emigra para la capital, y luego, lentamente, va trayendo a sus padres y hermanos.

Luego de conseguir un trabajo en el sector seguros, que desempeñaría con dedicación y honradez por el resto de sus días, forma familia con una petromacorisana descendiente de italianos y alemanes. 3 hijas y un hijo, mi padre, fueron el fruto de esa relación matrimonial.

Se desempeñó como miembro destacado del Club de Leones del Ensanche La Fe y, entre otros, fue de los fundadores del Club Deportivo Naco. De este último, llegó a ser Presidente y bajo su administración se construyen las primeras canchas de tennis y la primera piscina. Es bueno indicar que las dos actividades deportivas principales desde esa época son los antes mencionados.

Era muy buen padre y era sobrio en sus costumbres. No bebía, no trasnochaba y sólo le divertía trabajar, pero tenía un vicio: fumar tabaco en pipa, y esto fue minando su salud, provocando que a los 46 años muriera producto de un infarto provocado por toda la nicotina que se había alojado en sus venas.

Recibió, postmortem, diversos homenajes, dedicándole el Club Naco, primero el Gimnasio y posteriormente, el área infantil. Luego, los leones, en diversas obras que hablan de su trayectoria, lo honraron, pero los testimonios mas conmovedores fueron de anónimos que nos abordaban y nos preguntaban si éramos descendientes suyos, y al decir que si nos decían como lo admiraban por su sencillez, por su honradez, y como permitió que muchos jóvenes jugaran al dominó con él.

Esto, a sus descendientes nos deja con un reto dulce: tratar de imitar sus virtudes y que cuando hablen de nosotros, eventualmente, un día lejano que vendrá, a un descendiente nuestro le hablen de que su tío, abuelo, padre o lo que fuere, fue una persona honorable y noble. Y eso vale oro.

Fuente:
Dr. Nestor Saviñon

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