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Necesitas erradicar la ira pecaminosa de tu vida

Se nos hace fácil identificar la ira cuando la vemos en otros: en el conductor que se enojó porque alguien se le puso delante. En el ama de casa que maltrata a la señora que le ayuda porque no hizo las cosas como deseaba. En el padre que le grita a sus hijos porque no lo dejan descansar. En el jugador de fútbol que sacan del juego porque reaccionó con violencia…

La vemos, la identificamos, la juzgamos, pero ¿se nos hace igual de fácil verla en nosotros? ¿Estamos igual de apercibidos de la ira que tenemos? La ira puede estar más presente en nuestras vidas de lo que pensamos.

Aunque ciertamente no toda ira es pecaminosa, para fines de este artículo me estaré enfocando en aquella que sí lo es. Para poder entender mejor de qué estamos hablando, cuando hablamos de la ira, vale la pena que contemplemos la siguiente definición de Robert D. Jones: «Nuestra ira es el juicio moral negativo con el que respondemos de forma activa y con todo nuestro ser a algo que nos parece mal» (Desarraigando la ira, p. 19).

Entonces, la ira refleja los juicios morales del corazón y es la manifestación de ese corazón que se levanta cuando cree que algo está mal. Su expresión siempre es un elemento de algo mucho más grande y acarrea grandes consecuencias, como bien nos enseña el libro de Proverbios:

El lento para la ira tiene gran prudencia,
Pero el que es irascible ensalza la necedad.
Un corazón apacible es vida para el cuerpo,
Pero las pasiones son podredumbre de los huesos (Pr 14:29-30).

Características de la ira pecaminosa
La ira es mucho más profunda que su expresión final y tiene más implicaciones que su respuesta externa. Tomando esto en cuenta, vale la pena que consideremos algunas características importantes sobre la ira pecaminosa de acuerdo con la Biblia.

La ira está relacionada con nuestro concepto de justicia.
Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Stg 1:19-20).

Nos enojamos porque percibimos que algo está mal o es injusto. El problema es que nuestra percepción de lo que es justo no siempre es correcta, porque muchas veces nuestra evaluación de la justicia nos pone como el estándar de lo que es justo. De modo que, nuestra ira está vinculada a nuestras preferencias y percepciones, no necesariamente a aquello que Dios ha declarado que es justo o injusto.

La ira es engañosa.
Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado (He 3:13).

La ira pecaminosa no tiene justificación, es pecado delante de Dios y no tiene nada que ver con el otro, sino con la realidad de mi corazón

La ira que viene por motivaciones incorrectas es pecaminosa y el pecado es engañoso. Una de las tendencias en medio del pecado de la ira es a justificarla: «Es que ella no debió decirme eso», «Él debió haberme prestado atención», «En ese lugar no debieron tratarme de esa manera»…

La realidad es que, independientemente de que la acción cometida en nuestra contra haya estado mal, la ira pecaminosa no tiene justificación: es pecado delante de Dios y no tiene nada que ver con el otro, sino con la realidad de mi corazón.

Nos enojamos porque deseamos algo demasiado.
¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? (Stg 4:1).

La causa de la ira pecaminosa y de los conflictos no es lo que el otro ha hecho, aun en mi contra, sino que la causa soy yo. Es lo que hay en mi propio corazón lo que me lleva a actuar de una manera u otra. Antes de que haya una pelea afuera, una reacción externa en ira, ya hubo una pelea en mi corazón.

La ira viene porque hay deseos que nos dominan, hay algo que estamos deseando más de lo que deseamos actuar con la rectitud de Dios

La ira viene porque hay deseos en nuestros corazones que nos dominan, hay algo que estamos deseando más de lo que deseamos actuar con la rectitud de Dios. Eso que estamos deseando no es necesariamente algo malo, el problema es que el deseo pasó a ser un deseo gobernante, más que un deseo, una demanda.

Por ejemplo, no está mal desear comodidad, respeto, amor y justicia, pero cada uno de esos deseos debe funcionar siempre sometido al señorío de Jesús, no siendo quien nos gobierne.

La ira no siempre involucra explosión, pero siempre tiene consecuencias.
Deja la ira y abandona el furor;
No te irrites, solo harías lo malo (Sal 37:8).

Es muy común que cuando pensamos en la ira imaginamos expresiones abruptas y explosivas, pero la ira pecaminosa puede tomar incluso la ruta de una respuesta calmada y tranquila. Airarse no solo implica explotar, porque la ira no se reduce a su expresión final.

Una persona puede estar llena de ira y no manifestarla de una manera explosiva, pero aunque esto no ocurra la ira siempre tiene consecuencias.

Ayuda para el cambio
La ira pecaminosa debe ser erradicada de nuestras vidas y el evangelio ha hecho que esto sea posible. La obra perfecta de Cristo nos ha hecho libres del poder del pecado y ahora es Su Espíritu quien debe controlar nuestras vidas, porque fuimos hechos nuevas criaturas en Él (2 Co 5:11-17). Bajo esta realidad, aquí cinco consejos a tener en cuenta frente al pecado de la ira:

1. La ira es pecado, ríndela.
Todo pecado requiere arrepentimiento y confesión delante de Dios. Reconócelo y ríndelo a Él (1 Jn 1:9).

2. La ira es peligrosa, busca ayuda.
Muchas veces el pecado de la ira se ha arraigado tanto en el corazón que necesitamos ayuda de algún hermano piadoso o consejero bíblico, para que nos ayude a ver esto de acuerdo a las verdades de las Escrituras y no según nuestro propio entendimiento (Pr 3:5-6).

Vencer la ira pecaminosa requiere que dejemos de escuchar las mentiras de nuestro propio corazón que buscan justificar nuestro pecado

3. La ira nos engaña, cambia el discurso.
Vencer la ira pecaminosa requiere que dejemos de escuchar las mentiras de nuestro propio corazón que buscan justificar nuestro pecado. Recuerda que tenemos la responsabilidad —y en Jesús la capacidad— de que nuestros pensamientos sean acorde con la verdad (Pr 4:23).

4. La ira busca justicia, recuerda que no eres un juez justo.
Dios es el único Juez justo (Stg 4:12), solo Él conoce cada corazón y solo Sus ojos puros recorren toda la tierra (2 Cr 16:9).

5. La ira se centra en sus deseos, considera la misericordia que has recibido.
Cada uno de nosotros puede unirse a la declaración del apóstol Pablo de que es el primero de los pecadores (1 Ti 1:15). Ciertamente es mucho lo que hemos pecado y seguimos pecando delante del Señor, todos podemos reconocer que a veces obramos con injusticia; sin embargo, también es mucha la misericordia que en Jesús hemos recibido.

Un corazón que entiende esta verdad abrazará la misericordia, en lugar de correr a la ira. Descansará en la justicia de Dios, en lugar de buscar la venganza. Terminará haciendo bien, en lugar de responder con mal (Ro 12:19-21).

Que el Señor nos ayude a descansar en Su justicia y no en la nuestra, y que cada deseo de nuestro corazón opere rendido al señorío del único Juez justo y bueno.

Fuente:
Patricia Namnún

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