¡Cómo debería cortar esto las raíces y las ramas de todos los miedos insensatos y supersticiosos! Aun cuando hubiera alguna verdad en la brujería y en los agüeros, no podrían afectar al pueblo del Señor. Aquellos a quienes Dios bendice, los demonios no pueden maldecir.
Los impíos, como Balaam, pueden maquinar astutamente para destruir al Israel de Dios; pero a pesar de todo su sigilo y su política están condenados al fracaso. Su pólvora está mojada y su espada perdió su filo. Se reúnen; pero como el Señor no está con ellos, se juntan en vano. Podemos quedarnos quietos, y dejar que tejan sus redes, pues no seremos atrapados en ellas. Aunque solicitaran la ayuda de Beelzebú, y emplearan toda su astucia viperina, no les serviría de nada: los hechizos no funcionarán y la adivinación los engañará.
¡Cuán grande bendición es esta! ¡Cómo tranquiliza el corazón! Los Jacob de Dios luchan con Dios, pero nadie luchará con ellos para prevalecer. Los Israel de Dios tienen poder con Dios y prevalecen, pero nadie tendrá poder para prevalecer en contra de ellos. No hemos de temer ni al mismo demonio, ni a ninguno de esos secretos enemigos cuyas palabras están llenas de engaño, y cuyos planes son profundos e insondables. No pueden dañar a aquellos que confían en el Dios vivo. Desafiamos al diablo y a todas sus legiones.