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Mirada bíblica del sacrificio y resurrección de Cristo

La alta erudición dice que la Biblia revela en sus páginas sagradas el sublime propósito de Dios y que su gran tema es el Señor Jesucristo, que está presente en cada generación de la historia.

El Antiguo Testamento constituye la anunciación del ungido del Señor, los evangelios comprenden la manifestación del Hijo de Dios, Hechos de los apóstoles manifiesta al Cristo coronado, triunfante y glorioso, obrando a través de su iglesia con manifestaciones de sobrenaturalidad. En tanto, que las epístolas explican el fundamento doctrinal y como es que debe vivirse la vida cristiana. En cuanto al apocalipsis, es la puerta de salida y el clímax del propósito de Dios, de cara a la eternidad, de cómo los reinos vendrán a ser del Señor y el goce bienaventurado de los santos en la eternidad con Dios y los ángeles de luz.

Figuras de Sacrificio Y Resurrección
Como todo comienza por el principio tenemos en Adán la metáfora de la muerte y resurrección de Cristo, cuando Dios le hizo caer en un sueño profundo, y mientras dormía tomó una de sus costillas, e hizo una mujer, y la trajo al hombre (Gn. 2:21-22). El sueño profundo es figura de la muerte del redentor por nuestros pecados, el despertar es figura de la resurrección del Señor. A Adán Dios le entregó a Eva cuando volvió del sueño, el Padre le entregó la iglesia al Señor Jesús después que resucitó (Hechos 2).

Otro pasaje emblemático de sacrificio y resurrección lo encontramos en (Gn. 22:1-18), donde Dios le dijo a Abraham que tomara a su hijo Isaac y lo llevara al monte Moriah, y lo ofreciera en sacrificio. Abraham obedeció, preparó el altar, la leña, ató a su hijo y lo puso sobre el altar. Tomó el cuchillo para degollarlo cuando el ángel del Señor dio voces desde el cielo para que no lo hiciera. Fue reconocido por no haber rehusado a Dios el hijo de la promesa. Dios proveyó un carnero, el cual ofreció en lugar de su hijo. El escritor a los hebreos trae una palabra de claridad en este pasaje cuando dice: “Por la fe de Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac”, y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. (Heb. 11:17-19), Isaac es un tipo muy emblemático de Cristo, su muerte y resurrección figurada en el monte Moriah, sucedió literalmente con Jesús de Nazaret, el ungido del Señor. En el monte Calvario y en la tumba del huerto (Mt. 27:32-56, 28:1-10).

José, es otro tipo muy vivido de Cristo (Gn. Caps. 37-45), y para su Padre Jacob estuvo muerto por 22 años, quien creyó la falsa historia de sus hijos con relación a José a lo que el mismo Jacob concluyó: alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado (Gn. 37:33), pero cuando sus propios hijos le dieron las nuevas de que José vivía y era Señor de Egipto, Jacob se afligió porque no lo creía. Al ver los carros tirados por caballos que José le había mandado llenos de regalos su espíritu revivió (Gn. 45:25-27). Para Jacob fue como si José, el que había creído muerto, hubiera vuelto a la vida. Hermosa figura anunciando la muerte y resurrección del Señor Jesucristo el Hijo de Dios.

En el candelero de oro del tabernáculo de Moisés (Ex. 25:31-40), tenemos un precioso símbolo de la muerte y resurrección del mesías. El caso de que haya sido hecho a martillo habla de su muerte dolorosa por el pecado de la humanidad en cada generación y las tres copas en forma de flor de almendro en cada uno de sus brazos es un símbolo de la resurrección de Jesús de Nazaret, debido a que el almendro es el primero que florece de todos los arboles del campo cuando llega la primavera, por eso le llaman despertador en el medio oriente, el Señor es la primicias, el primero que resucita para no morir mas, luego resucitarán lo que son de Cristo (1Co. 15:20-23).

Después de la rebelión de Coré en (Nm. 17:1-12), Dios ordenó a Moisés que cada príncipe de las 12 tribus trajera una vara de almendro, así como el sumo sacerdote Aarón de la tribu de Levi. La vara que reverdeciera, era el servicio ministerial que Dios aprobaba y de la noche a la mañana solo reverdeció la vara de Aarón, la cual echó almendras en horas. De igual manera Jesús de Nazaret, resucitó al tercer día con el cuerpo de gloria. Es diferente a los demás hombres que mueren y sus cuerpos quedan en la tumba fría hasta los días de las resurrección de justos y pecadores en los postreros días (Jn. 5:28-29). El Señor es el único cuya vara ha reverdecido y dado fruto. El primero en resucitar para no morir mas, el Señor de vida eterna.

En los Libros Poéticos

El patriarca Job dice: “Yo sé que mi redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo (Job. 19:25). Una alusión profética que alude a la muerte y resurrección del mesías. Y que alcanza al mismo Job con la esperanza de resurrección cuando declara: “Y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos los verán y no otro(Job. 19:26-27).

Por otro lado, los salmos mesiánicos declara también palabras proféticas alusivas al sacrificio y resurrección del Santo de Dios. En el Salmo 16:10-11 dice: “Porque no dejaras mi alma en el seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”. La mejor interpretación de este pasaje la da el apóstol Pedro en el mensaje de pentecostés cuando declara: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono. Viéndolo antes, hablo de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hch. 2:29-32).

Cantar de los Cantares, es un ramillete de cánticos primaverales que encuentran expresión en el lenguaje de la estación del verdor y el florecimiento. En los cuales el soberano declara sus amores a su amada y ella expresa sus más puros y profundos afectos por su amado. Es la metáfora sublime de los amores de Dios y su pueblo, de Cristo y su iglesia y del esposo y la esposa. El símbolo de su sacrificio esta expresado en las palabras de la amada: “Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos” (Can. 1:13), la mirra es símbolo de dolor, tristeza y aflicción, esta expresión metafórica de la amada significa que el amado vive en su corazón con el distintivo de la marca y la estampa de la cruz.

Y la resurrección es proclamada por la amada cuando declara: “La voz de mi amado. He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados. Mi amado es semejante al corzo, o al cervatillo” (Can. 2:8-9). La expresión alude a la vitalidad de la vida resucitada de Cristo, la cual se expresa en abundancia, plenitud y belleza (Jn. 10:10). La expresión de esa vida se manifiesta saltando y brincando sobre montes y collados (sobre cualquier situación adversa). Ella dice que su amado es semejante al corzo o cervatillo, que es familia de la gacela, la cual se distingue por la agilidad de saltar con ligereza. Es la metáfora del poder de la vida resucitada del Señor Jesús, el amado de nuestras almas.

Anunciado por Los Profetas

Isaías es el profeta mesiánico, el Señor le mostró su gloria para usar una vasija con marcas de la manifestación de su sublime gloria (Is. 6:1-13). Produce un detalle profético de belleza en la segunda mitad del siglo VIII a.C., del nacimiento, ministerio público, muerte, resurrección y reino del mesías (Is. 9, 11, 32, 35, 42, 49, 50, 52:13, 53:12 y 65:17-25).

El quinto cántico del siervo de Jehová, comprende (Is. 52:13 al 53:12), se trata de uno de los grande pasajes de la Biblia , el punto culminante del libro de Isaías, el más sublime mensaje profético del Antiguo Testamento relacionado con varios aspectos de la obra redentora de Cristo. Aludiendo a su muerte vicaria dice: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:3-5).

En cuanto a su resurrección dice el profeta: “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Is. 53:10-11). Son pasajes que hablan por sí solos.

Una palabra profética mesiánica fue declarada por el profeta Oseas: “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitara y viviremos delante de él” (Os. 6:2). Evoca magistralmente 8 siglos antes de suceder, la resurrección de Cristo. En cuanto a Jonás, tenemos un símil emblemático declarado por el mismo hijo de Dios, en el sentido de que lo ocurrido a Jonás es señal profética de su muerte y resurrección. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el hijo del hombre en el corazón de la tierra, tres días y tres noches (Mt. 12:40). Alude a su muerte expiatoria y cuando después de orar, Jonás fue vomitado por el gran pez cercano a Nínive, es figura de la resurrección del Señor Jesucristo.

En los Evangelios

Como evidencia fehaciente de su conciencia mesiánica el Señor declaró previamente que el hijo del hombre sería entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenaran a muerte; le entregaran a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; más al tercer día resucitará (Mt. 20:17-19; Lc. 24:44-46; Jn. 20:9). Palabra profética que se cumplió con su muerte de cruz y resurrección al tercer día (Mt. 27:32-56 y Lc. 24:1-49).

Las 11 apariciones del Señor son pruebas innegables de que resucitó corporalmente. El Señor apareció a María Magdalena (Jn. 20:11-17). A las mujeres que volvieron a la tumba (Mt. 28:8-10). Apareció al apóstol Pedro (Lc. 24:34). A los discípulos de Emaús (Lc. 24:13-31). A los discípulos, cuando Tomás estaba ausente (Jn. 20:19). Después apareció a los discípulos con Tomás presente (Jn. 20:26-28). A los siete discípulos, junto al mar de Galilea (Jn. 21). Apareció a más de quinientos hermanos en Galilea (1Co. 15:6). A su hermano carnal, Santiago (1Co.15:7). Le vieron sus discípulos cuando ascendió al cielo (Lc. 24:50-51). Luego apareció a Saulo de Tarso camino a Damasco (Hch. 9:1-19 y 1Co. 15:8).

En los Hechos de los Apóstoles

Aludiendo a Jesús, el apóstol Pedro dice en su primer mensaje en pentecostés: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole, al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos (Hch. 2:23-24 y 32). Y en el pórtico de Salomón dice: “Matasteis al autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos (Hch. 3:15). En la sinagoga de Antioquia de Pisidia, Pablo dice: “Pidieron a Pilato que se le matase. Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos (Hch. 13:28-30), Y a los atenienses dijo: “Dios juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hch. 17:31).

En las Epístolas

Pablo dice a los romanos: “Acerca de su hijo, nuestro Señor Jesucristo,… que fue declarado hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Rm. 1:3-4). “Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él(Rm. 6:9).

Y a los Corintios dice: “Porque primeramente os he enseñado lo que así mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras” (1Co. 15:3-4). Y reitera “Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados… mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1Co. 15:17 y 20). A los creyentes de la región de Galacia dice: “Pablo apóstol; no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos(Ga. 1:1). Por otra parte dice el apóstol Pedro a los judíos creyentes de la dispersión: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 P. 1:3).

En Apocalipsis

El Señor exaltado se le presenta a Juan diciéndole: “Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y el hades” (Ap. 1:17-18). El Señor mismo dice: “Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y postrero, el que estuvo muerto y vivió(Ap. 2:8). Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin, el primero y el ultimo. Y reitera; yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana (Ap. 22:13 y 16).

Reflexión Final

Jesús de Nazaret es el mesías del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Fue enviado por su padre y el quiso venir a este mundo con una gran misión, para realizar la obra de redención del hombre descarriado y apartado del amor de Dios. Para reconciliarnos con el Padre, el Señor Jesús puso su vida sagrada para ser crucificado por nuestros pecados, el padeció y murió por todo lo que hemos hecho mal y resucitó al tercer día para nuestra justificación y triunfo. Ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre con promesa de que regresará por su pueblo.

En cada generación se predica el evangelio del reino, que proclama el perdón de los pecados mediante el arrepentimiento sincero, y la fe en su nombre para la esperanza bienaventurada de vida eterna, y recibir en este mundo los beneficios del nuevo pacto. La sangre purísima del hijo de Dios, sigue caliente y viva para limpiar toda conciencia manchada; une el corazón con la boca, porque con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salvación (Rm. 10:9-10). Echa mano del don inigualable de la “Vida eterna”, ¡Recibe a Cristo hoy! Gracia y paz.

Fuente:
Pastor Luis Alberto Reyes

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