Huir de un país es una decisión difícil, pero tener que regresar tras ser deportado puede ser aún peor. Es por eso que un ministerio en El Salvador decide acompañar a quienes sufren esta encrucijada.
Miles de Salvadoreños emigran buscando una mejor vida para sus familias, pero muchos son detenidos y retornados a El Salvador
“Los dejan en el aeropuerto y de ahí para arriba no pasa nada, no hay transporte, no hay dinero, no tienen una casa, no tienen un domicilio y muchos de ellos se fueron huyendo por la violencia y saben que si retornan o regresan a sus colonias: van a morir”, dice el pastor Edgar López.
Un promedio de 15 autobuses a la semana transporta a casi 500 salvadoreños, quienes a su regreso traen consigo una bolsa y sueños rotos.
“Eso es todo lo que la gente trae y a veces sin esperanzas de nada”, comenta Karla Amaya, servidora del ministerio ¿Y ahora qué?
Rostros Cargados de frustración por la separación familiar, algunos, extraños en un país que apenas recuerdan, Aquí los reciben este grupo de voluntarios del Ministerio Cristiano ¿Y ahora qué?
“Lejos de sus familias, a miles de kilómetros sin que nadie los venga a visitar o darles un abrazo, como iglesia nosotros venimos a darles ese apoyo digamos que emocional y sentimental de parte de dios”, indica Johnny Guzmán, servidor del ministerio ¿Y ahora qué?
En el Centro de Atención al Migrante pasa gente de todas nacionalidades, quiénes esperan su proceso de deportación, como Rosalie Onaye, una camerunesa quien pasa por momentos de depresión y soledad.
“Dios puso gracia en cada uno de nosotros y le sacamos sonrisa que hasta llegó el momento de cantar unas alabanzas, aunque no hable el español, ella hizo el intento de cantar en español”, precisa Guzmán.
Todo cambia cuando reciben la visita de los miembros de la iglesia evangélica.
Una celebración de cumpleaños, escuchar la palabra y recibir un corte de pelo, significa un consuelo para el estado de ánimo de estas personas.
“Hacemos juegos con ellos, nos divertimos un poco, jugamos en ocasiones como niños”, comenta el pastor David, encargado del ministerio ¿Y ahora qué?
Sin importar su procedencia cada migrante tiene la oportunidad para ser tocados por la palabra de Dios
“Una persona de Taiwán que estuvo aquí, cuando nosotros venimos era una persona bastante reacia a escucharnos, pero de repente seguimos viniendo, él se acercó con un papelito, que no sé cómo lo había escrito, pero decía «por favor, una biblia en mandarín» y dice uno: esos cambios solo los hace el señor, uno no los puede hacer”, dice el pastor David.
Al terminar el día los miembros del ministerio descargan desde el autobús las escasas pertenencias, que luego entregan uno a uno a hombres, mujeres y niños.
“Nosotros jalamos las maletas y al momento de entregárselas les decimos ‘bienvenido’ o ‘que el Señor le bendiga’, y cuando escuchan la palabra ‘bienvenido’ es como: ‘¡gracias! No me lo habían dicho hasta ahorita’. Entonces, tratamos de que al menos ese momento se convierta en un momento de esperanza”, indica el pastor David.
El ministerio ¿Y ahora qué? brinda apoyo integral a los retornados para insertarlos en la sociedad salvadoreña.
“Hemos abierto como iglesia una oficina de empleos al cual últimamente las personas que retornan al país que no encuentran empleo nos los llevamos para la iglesia y buscamos como conseguirles empleo para poder ayudarles”, dice el pastor David.
De regreso en la iglesia, hacen oración por los migrantes, listos para el siguiente día iniciar otra jornada de alivio espiritual.
“Nosotros tenemos que evangelizarlos y es donde tenemos que hablarles más e inyectarles más de la palabra de Dios para que ellos puedan llegar a sus casas y decir que ellos ya conocieron el amor de Cristo que es el amor verdadero”, concluye Guzmán.