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Mi Dios es consejero

La consejería tiene que ver con el comportamiento humano y el consejo es su herramienta. Estoy seguro que concordarán conmigo en que no hay manual más autorizado que la Biblia para tratar los problemas de la conducta humana. Si Dios creó la mente del hombre, entonces damos por sentado que la conoce a la perfección, sabe cómo funciona, por qué es vulnerable, entiende los resortes que nos mueven a reaccionar de una u otra forma a los diversos estímulos de la realidad. En Dios debemos buscar la sabiduría y el conocimiento y en Cristo su consejo. Es uno de sus nombres: Consejero (Isaías 9.6).

El profeta Isaías fue tal vez el primero que lo anunció en su profecía mesiánica: “El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. (Is 11.2). Esta es una afirmación a tener en cuenta por el cristiano; el espíritu de consejo de Dios cohabita en Cristo. Él no sólo entiende tu problema y no es indiferente a lo que está ocurriendo en tu vida, sino que anhela que busques su consejo para darte un abanico de posibles soluciones. Que las soluciones no son muchas veces las esperadas, ya eso es otra historia, pero debemos tener la confianza en Él, pues Él conoce el panorama completo, el principio y el final de este episodio temporal que se llama vida y sabe lo que para sus hijos es lo mejor. Job lo entendió después de salir airoso de sus sufrimientos: “Con Dios están la sabiduría y el poder; suyos son el consejo y el entendimiento.” (Job 12.13)

¿Cómo buscar el consejo del Señor? En su Palabra, en la oración, en la intimidad con Él, en la devoción diaria, en la iglesia viva de mujeres y hombres idóneos. No hay mayor paz y gozo para el cristiano que cuando se sabe en el centro de la voluntad de Dios, que está haciendo las cosas conforme lo demanda en su Palabra, o lo susurra al oído del corazón que lo busca. Sí, el corazón tiene oídos igual que la mente y las emociones tienen alas para volar a los lugares que nos son prohibidos, que nos alejan de Él.

¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos!
Romanos 11:33

La iglesia de hoy necesita consejeros armados poderosamente de la Palabra de Dios que sean competentes para ejercitar este servicio. Pero si cada cristiano dejara que el Espíritu Santo le llene (le guíe), confiese sus pecados cada día y busque la dirección que lleva a una vida cristiana victoriosa, sería mucho mejor. El Señor dice: “Míos son el consejo y el buen juicio; míos son el entendimiento y el poder.”(Pr 8.14).

Se acerca el tiempo de Navidad, época en que las emociones se activan y los comportamientos – negativos y positivos- se exacerban. Busquemos al consejero por excelencia, el que cambia la tristeza en gozo, el que te colma de favores y misericordias, el que avienta y robustece tu mente y la enciende con la pasión de su celo por ti. Él encarna el espíritu de consejo que proviene del Padre, Él consuela y apacienta. Escucha su consejo y no lo desestimes: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.” (Sal 32.8).

¡Dios te bendiga!

Lectura sugerida: Salmo 32

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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