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Mi Dios es bondad

Aunque parezca un tema cuyo contenido es obvio para la mayoría de los cristianos, es necesario que no dejemos de proclamar que nuestro Dios es bondad. En Cuba – como seguramente en otros países -, donde la idolatría sube “hasta el cuello” y mil un dioses pugnan por la supremacía de la religiosidad que representan, pregonar que el Dios revelado en las Sagradas Escrituras es bondadoso, resulta muy importante.

¿Puede haber un dios que no lo sea? Pues sí, claro que los hay. Por estas tierras circulan “dioses” coléricos, vengativos, rencorosos, recelosos. Junto con la adoración, algunos “piden” dinero, otros, comidas de sacrificios especiales y casi todos se deleitan en las danzas orgiásticas y lascivas que consagran sus fieles. Son dioses diseñados para el trueque y el negocio. Si el dios en cuestión “concede” alguna petición, se le da adoración y todo lo que el jefe oficiante sugiere que le puede agradar; si no da respuesta a las súplicas de sus fieles, estos suelen pelearse con sus dioses por un tiempo indefinido o, en el peor de los casos, se consagran en duplicar o triplicar las ofrendas de todo tipo hasta que se contesten las peticiones.

¡Qué diferente es el Dios de la Biblia! El Dios que envió lluvia a su pueblo después de una oración sentida de su profeta Elías tras 3 años de sequía. El Dios que confortó y amó a David después de arrepentirse de sus pecados, el Dios encarnado que aun sabiendo que Pedro le negaría tres veces no le negó su amor, el Cristo que borra el pecado para siempre cuando el hombre se vuelve a Él, ¡Eso es bondad! Hasta en los actos de disciplina divina y reprensión paternal, el Señor muestra su bondad. ¿Cuánta bondad derramó el Señor en Su creación para su gloria?

La manifestación gloriosa de la bondad de Dios hacia el hombre es Jesucristo. En Él, Dios nos ha dado salvación sin merecerlo. Mi Dios es bueno, soberanamente bueno. “…éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados.”(Ef 2.3-5). ¡Aleluya!

¿Puede darse un mayor gesto de bondad para el Señor que promete mostrarnos las sobreabundantes riquezas de su gracia en Cristo Jesús en los siglos que están por venir? (Ef 2.7).

Como Cristo es bondad, el cristiano debe revestirse de bondad, manifestar su amor y benignidad. David alababa al Señor cantando “…Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido. (Sal 18.35). ¡No hay Dios como nuestro Dios!

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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