
Mujeres de Dios, mayo no es solo un tiempo para recibir flores ni para dejarnos llevar por las corrientes del mundo. Es una invitación a elevar nuestra mirada, a poner en primer lugar lo eterno por encima de lo temporal. Hay un tiempo para todo, pero nuestra prioridad debe ser siempre lo de Dios. Que este mes no nos encuentre distraídas en lo superficial, sino despiertas y activas en el Espíritu.
Comienza mayo, un mes que muchos dedican a la figura de la mujer… pero que tristemente se ha ido llenando de vanidades, compras y celebraciones vacías. Mientras muchas se entretienen con lo externo, el enemigo sigue atacando con fuerza el corazón, el rol y la identidad de la mujer.
Hoy, mientras oraba, sentí fuertemente que debemos despertar, interceder y resistir en el Espíritu. No podemos permitir que lo superficial nos robe lo esencial. Este es un mes para meditar, orar y guerrear, no para dejarnos arrastrar por lo que el mundo celebra sin discernimiento.
Mujeres de Dios, este no es un tiempo solo para recibir flores, sino para regar las raíces de nuestra fe. No es para competir o dominar, sino para restaurar y edificar. No es para perder tiempo, sino para encender el fuego de la oración.
Que mayo sea un mes donde volvamos al diseño original de Dios para nosotras: sensibles, fuertes, sabias, llenas de Su luz y Su propósito.
Sigamos clamando. Oremos con fervor por ese ataque frontal que se ha desatado con fuerza, intentando desdibujar el llamado, el valor y la identidad que Dios ha puesto en la mujer.