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María escogió mejor que Marta

 (Lucas 10:38 ) El famoso pasaje de Marta y de María dice allí: “Aconteció que yendo de camino entró en una aldea y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María la cual sentándose a los pies de Jesús oía su palabra.”– Lucas, Capítulo X, versículo 38 en adelante – “Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose dijo: “Señor, no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile pues que me ayude.” Respondiendo Jesús: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas, pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

Cuántas Martas hay aquí? Levanten la mano. Estoy jugando. Yo voy a levantar la mía. De hecho yo me voy a predicar este sermón a mi mismo y si usted quiere escuchar, bienvenido a hacerlo también.

Pero el Señor siempre quiere recordarnos de cuál es la buena parte. Yo titularía este sermón así mismo: “La buena parte”. Es que hay tantas cosas buenas en el mundo que muchas veces no tenemos que escoger solamente entre lo malo y lo bueno, sabes? Sería tan facil para alguno de nosotros si fuera así. Simplemente escoger entre lo negro y lo blanco, pero la vida está llena de grises.

Y muchas veces tenemos que escoger entre lo bueno y lo mejor. Entre lo que es verdaderamente importante y lo que es relativamente importante. Y hay cosas de hecho que por su naturaleza son tan importantes, tan esenciales, tan centrales que otras cosas que son bastante buenas en su propia liga, en comparación con esas cosas esenciales palidecen y son reducidas a una categoría de tercera o de cuarta importancia.

Y yo creo que de todos los pasajes en la escritura que nos hablan acerca de las prioridades en la vida y cuál debe ser la prioridad principal, el pasaje de Marta y María es el más gráfico, el más ilustrativo, el más dramático, el más atractivo y literario de todos.

Es un llamado para todos nosotros a poner la mira en las cosas de arriba primeramente. Poner la mira en las cosas de arriba. Y así nos lo dice el Apóstol Pablo: “Poned la mira en las cosas de arriba.” El Apóstol Pablo dice también que “los que son de la carne piensan en las cosas de la carne.”

Quiénes son las personas que son de la carne? Los que no conocen al Señor? Aquí habla de los gentiles. Decía: “los gentiles se preocupan de todas esas cosas” Qué comeremos, o qué beberemos, qué vestiremos, a dónde iremos? Viven afanados. El Señor quiso decir los paganos, los que no conocen a Dios, los que no conocen la palabra de Dios.

Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne. En el mundo, los afanes, el trabajo, el quehacer, los deberes. Pero dice el Apóstol Pablo que: “los que son del espíritu piensan en las cosas del espíritu.” Y con eso el Apóstol Pablo no quiere decir necesariamente que todos vamos a ser los místicos, que solo vamos a estar pensando en las cosas etéreas y eternas y espirituales. No, estamos en el mundo y mientras estamos en el mundo tenemos que trabajar, tenemos que preocuparnos por nuestra responsabilidad de pagar los biles, atender los muchachos, limpiar la nariz a los mocosos, etc. Eso hay que hacerlo, verdad?

Pero lo que el Señor está buscando es algo diferente. Dónde tenemos nosotros nuestro afecto? Dónde tenemos nuestro corazón depositado? A qué le estamos dando la importancia primordial. Porque en último caso esa es la preocupación principal de Dios. Dónde está nuestro corazón? Dónde hemos depositado nuestro afecto?

El Señor dijo en un pasaje: “Donde ustedes tengan su tesoro, allí va a estar su corazón.” Donde tengamos nuestro afecto principal, allí va a estar nuestro deseo y nuestra atención. Y entonces el Señor está buscando, hermanos, que nosotros pongamos nuestro cariño y nuestra mejor prioridad en El y solamente en El. Y cualquier cosa, hermanos, que compita con ese afecto apasionado y radical que Dios quiere de nosotros a El no le va a gustar, aunque sea algo muy bueno. Aunque sea algo tan importante como por ejemplo, el ministerio. Uno puede decir, pero qué más puede agradar al Señor que yo dedique toda mi vida al ministerio y que trabaje y le sirva y haga esto, y haga lo otro. Pero al Señor le importa una sola cosa y por eso es que El dice aquí: “pero solo una cosa es necesaria”. Y mientras el Señor no discierna esa sola cosa en nosotros, nada de lo que nosotros le traigamos le va a ser agradable a El.

Yo creo que también por eso me viene a la mente el pasaje de Primera Corintios, capítulo XIII, donde el Apóstol Pablo dice: “si diese todos mis bienes a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado y no tengo amor, nada soy. De nada me sirve.” Por qué? Porque usted puede hacer muchas cosas extraordinarias y nobles y dignas de alabanza pero hacerlo por razones que no son adecuadas para con Dios. Por motivaciones secretas, aún por egoísmo.

Usted puede dar su dinero por egoísmo? Qué le parece? Usted puede dar su cuerpo por egoísmo? Porque muchas personas al dar esas cosas, derivan una cierta satisfacción secreta de dar esas cosas porque satisface alguna necesidad compulsiva en ellos. Y entonces Dios, que es un gran discernidor de los corazones, ve esa veta negra en un sacrificio que parece muy bello, y le desagrada. Porque El sabe discernir y a El lo que le interesa es con qué corazón tu estás dando lo que estás dando?

Por eso es que nosotros podemos servir en el ministerio y si nuestra mirada se ha desviado del Señor del ministerio, entonces nuestro sacrificio, nuestra ofrenda no le es agradable. Por eso es que Marta se metió en problemas con el Señor, en este caso. No era que al Señor no le agradara que Marta estuviera preparando la comida y queriendo atenderlo y tener las cosas bien. Ese no es el problema.

Si no fuera por las Martas en la iglesia, qué sería de nosotros? Si no fuera por gente trabajadora, entregada, sacrificada en su actitud, que están de voluntarios siempre. Si no fuera por hujieres, por diáconos, por dirigentes de alabanzas y participantes de ministerios, qué sería de esta iglesia? Yo le doy gloria al Señor por gente que trabaja arduamente en el Reino de Dios, gloria a Dios por ellos. Pero esa no era la situación en este caso. Tenemos que discernir bien el pasaje. El problema era el corazón de Marta. El problema era la actitud con que ella estaba haciendo lo que estaba haciendo. El problema era el contraste entre la actitud de María y lo que representaba su posición delante del Señor y lo que Marta estaba haciendo. El problema era el contexto, no era el acto.

Porque Dios es un ser muy complejo cuando juzga los actos humanos. Dios no solamente ve la acción desnuda, El ve el contexto, El ve la actitud, El ve el propósito y todas esas cosas el las une y de allí El saca su veredicto con respecto a los actos humanos.

Y en este caso el Señor discernió en la queja de Marta algo que no le gustó y que El quiso señalar, y aprovechó ese momento para dejarnos una enseñanza que duraría por dos mil años y durará hasta que Cristo venga otra vez. Y El discernió ese momento, y El como maestro ilustre que es, quiso señalar ese punto para nuestra edificación y para delinear un aspecto muy importante de la vida cristiana. Y es ese asunto del corazón y de las ofrendas que traemos al Señor y por qué lo hacemos y a qué le damos prioridad y le damos importancia. Marta no supo discernir el momento, no supo discernir el corazón del Señor.

En otro pasaje por ejemplo, se quejan los fariseos de que el Señor no ayuna, que no guarda cilicio, que no hace esto o lo otro para afligir su alma. Entonces los fariseos dicen: “El Señor no es espiritual.” Ustedes no me van a tener a mi todo el tiempo, cuando está el dueño de la casa, el esposo, no es tiempo para estar triste o para estar ayunando o entristeciéndose. Es tiempo para celebrar. Yo me voy dentro de poco tiempo. Yo estoy aquí por un tiempo, yo estaré aquí por un breve tiempo. Mientras yo esté aquí gócense, celébrenme, alégrense. Cuando yo me vaya entonces ayunen, entonces guarden días de confesión y esto y lo otro. Pero mientras yo esté aquí disciernan el momento. Me tienen a mí, gócense y celebren.

El Señor estaba allí visitando la casa de Marta por un breve tiempo. Si ustedes tuvieran al rey del universo en su casa, no les gustaría pasar cada minuto allí pegado a El, haciéndole preguntas y abrazándolo, y tocándolo y sintiendo su calor y asegurándose que se les fije su rostro en sus mentes por toda la eternidad? Que usted pueda olerlo y ver cuánto mide y ver la configuración de su cuerpo? Eso es lo que uno haría. Uno estaría embelesado, mirando. Por lo menos eso es lo que yo haría, creo y espero que así fuera.

Sin embargo Marta estaba perdiendo esa tremenda oportunidad yendo de aquí para allá: las ollas, los spaghetti, la salsa marinara en otro lado, y que la ensalada, y el pan con ajo metido en el horno, y estaba corriendo por todas partes, sudando, y allí se le estaba yendo el tiempo y el Señor se iba a ir para seguir su camino y ella iba a perder la oportunidad de conocerlo a El, de escuchar el timbre de su voz y recibir enseñanza para su vida y estaba poniendo su atención en lo que no debía en ese momento.

Y María, que posiblemente era mucho más sencilla. El mundo hermanos no puede existir tan solo de las Marías. Si el mundo estaría compuesto solo por Marías se detendría y no se haría nada. María tiene otro temperamento y era una adoradora lo que es bueno. Las adoradoras son maravillosas e importantes pero el mundo no corre con los adoradores. Se necesitan los negociantes, los trabajadores, los obreros, los dirigentes y la gente con personalidades tipo A en la vida, para que el mundo corra. Pero en ese momento la actitud de María fue discernir a ver a la persona gloriosa que tenía delante de ella, y sentarse a sus pies y derretirse delante de El y pasar cada minuto adorándolo con su mirada de perrito faldero y meneándole la cola y diciéndole: “Señor, que bueno que estás en nuestra casa.”

Y al Señor le agradó eso, porque el Señor se agrada de nuestra adoración y al Señor le agrada cuando discierne un corazón entregado a El que lo ama por sobre todas las cosas. Eso, hermanos, le agrada al Señor más que cien mi bates de aceite que usted le de o mil corderos degollados o cien ayunos dados con un corazón oficial, religioso, ritualista, que no está latiendo aceleradamente con pasión por El. El amor nuestro le quebranta el corazón al Señor y desata bendición de El.

Y cuando Marta se queja, lo está regañando, le dice: “No te molesta, caramba Señor, dónde están tus valores. Cómo permites esa injusticia?” Y el Señor dice: “Marta, Marta estás muy afanada, muy turbada con muchas cosas, con las ollas, con los spaghetti, con la salsa marinara, con la ensalada, con el pan de ajo, y en realidad eso es demasiado. Ahora mismo lo que importa es que tu me celebres a mi, que disfrutes de mí. Si quieres darme un sándwich de pavo con queso, yo me lo como y abre una bolsa de papitas y eso es suficiente para mí. Pero disfruta de mi presencia. María ha entendido, Marta qué es lo que más importa. Desgraciadamente tu estás afanada con muchos quehaceres.

Me provocó la palabra quehaceres y la busqué en el diccionario griego. Y la palabra quehaceres es “diaconia”. Diaconia es de donde viene la palabra diácono y en realidad la traducción precisa sería: preocupada estás con mucho servicio. Podemos entender un poco más lo dramático de lo que Cristo dice porque en otras palabras lo que Marta estaba haciendo era bueno, era servicio al Señor. Ella estaba sirviendo al Señor. Estaba haciendo algo para agradarlo al Señor, para servirlo, para alimentarlo a El y a sus discípulos que probablemente andaban con El. Era algo útil y necesario. Y el Señor le dice: “Marta estás muy turbada, muy afanada, muy preocupada con servirme a mi y te estás perdiendo lo más importante que es adorarme a mi y agradarme con la calidad de tus sentimientos y con tu compañía y tu atención no dividida para conmigo. Y María ha entendido qué es lo más importante y por lo tanto Marta, lamento decirte que no puedo quitarle eso que ella ha escogido. Ella ha escogido lo mejor.”

Hermanos, yo quiero que nos detengamos allí y que nosotros nos examinemos nuestro corazón y nos preguntemos verdaderamente: lo que yo hago en mi vida lo hago para agradar al Señor, lo estoy haciendo yo en los términos de lo que Dios quiere y lo que Cristo quiere que yo haga? O lo estoy haciendo yo en los términos de lo que yo quiero hacer y cómo yo quiero hacer las cosas?

Saben lo que me motivó a escoger este pasaje? Pensando en el día de las madres. Pensando en nuestras hermanas, no solo madres sino mujeres en general, de tanta excelencia que tenemos en nuestra iglesia; que son mujeres trabajadoras, mujeres eficientes y dinámicas y diligentes.
Muchas trabajan en la calle y llegan a su casa y ni siquiera se quitan el abrigo y de una vez comienzan a sacar de la nevera y de la despensa la comida que van a hacer esa noche para su familia. Y terminan ahí y entonces lavan los platos, y mientras se cocina la comida están barriendo la casa y están atendiendo a los niños, y preparando tantas cosas y se acuestan agotadas. Y día tras día hacen lo mismo, y a veces no tienen tiempo para disfrutar de la vida y para hacer otras cosas que son necesarias. Y me refiero también a todos ahora, a la misma vez, que Dios nos está llamando a ajustar nuestras prioridades en la vida, a poner las cosas que van primero, primero y a medir en nuestro corazón por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo.

Yo creo hermanos que al final de cuentas, el afán, la preocupación, la ansiedad viene de un error de juicio que hemos cometido y a veces viene de no estar poniendo la mira donde tenemos que estar poniéndola. Y entonces como estamos fuera de nuestro eje, estamos desbalanceados, no podemos disfrutar de la vida como Dios quiere. Y por eso estamos cargados, atribulados, agotados, cansados, temerosos y ansiosos y débiles.

Lo que Dios quiere es un ajuste del corazón, un ajuste de la mente, un ajuste de las prioridades. Cuando nuestras prioridades estén correctas, nuestra vida va a proceder diferente. Muchas veces creo, hermanos, que la ansiedad viene de un egoísmo disfrazado y de un orgullo disfrazado.

Yo estaba hablando con una mujer que es violinista, muy buena violinista, hace ya un tiempo atrás. Una señora muy mayor que de hecho vive afanada y ansiosa, de una manera terrible. La imposibilita inclusive de vivir y de moverse, y ella me dijo que fue hace poco a una clase maestra de un gran violinista que vino al Conservatorio de Nueva Inglaterra y ella le preguntaba: “Cómo puedo yo dejar de ponerme ansiosa cuando voy a tocar el violín ante una audiencia? Y este violinista le dijo: “Mire, cuando uno se pone ansioso cuando va a tocar ante una audiencia, es señal de orgullo, de una excesiva conciencia de uno mismo. Porque si tu te unes a la música y dejas que la música te guíe a ti, tu no tendrás tiempo ni oportunidad para preocuparte sobre cómo estás tocando. La música te guiará.”

Y eso suena muy mítico, pero es muy profundo y muy verdadero. Yo creo que muchas veces nosotros nos ponemos ansiosos de alguna manera y es porque hay una excesiva conciencia de nosotros mismos. Yo envidio a la gente que se puede parar ante una multitud y decir a veces tonterías con el mayor descanso y relajamiento y la gente les celebra como si estuvieran diciendo grandes verdades porque lo están diciendo con tanta soltura y con tanta liviandad de espíritu.

Muchas veces las personas que nos preocupamos mucho y que somos tensos, no permitimos que fluya la gracia de Dios a través de nosotros con la libertad que Dios quiere. Y así pasa en nuestros quehaceres y en nuestras acciones de todos los días. Si nos olvidáramos de nosotros mismo y simplemente hiciéramos las cosas con sencillez de corazón, con inocencia, yo creo que alcanzaríamos mucho más, disfrutaríamos mucho más, nos cansaríamos menos y agradaríamos mucho más al Señor.

Yo creo que en la raíz de todo gran arte está la capacidad para relajarse. El atleta, el jugador de pelota, por ejemplo, que ve al bateador disparar un batazo y va corriendo mirando la bola con gran desenfado y soltura va meneando su guante, va corriendo y se para y la espera y parece que la bola cae directamente, llamada por el guante que está esperándola. Con qué soltura lo hace! Y sin embargo, qué compleja es esa acción. Si usted tuviera que desglosarla cerebralmente tomaría páginas y páginas para describir lo que ese hombre acaba de hacer. Pero se ha relajado, ha aprendido a relajarse. Si estuviera tenso por todas partes esperando la bola, y cuando viene se le cae. Pero tiene la capacidad para descansar.

Y Dios quiere que nosotros hallemos descanso para nuestras almas, hermanos. Estas cosas están enlazadas. Yo estoy predicando como 10 sermones en uno, porque estoy predicando acerca de que tenemos que poner las prioridades donde deben estar, ponerlas en Dios, amar a Dios sobre todas las cosas; y estoy predicando también de encontrar descanso para nuestras almas y vivir la vida tranquilos. Y saben qué, las dos cosas están vinculadas. Y olvidarnos de nosotros mismos, también, para poder encontrar descanso: de poner el orgullo a un lado, de vernos con la presencia del Señor y mirarlo solo a El para que podamos encontrar descanso en nuestras vidas.

Cuando Dios se convierte en algo tan real para nosotros, que no tenemos tiempo ni deseo de mirar otras cosas, todo cae en su lugar y podemos vivir la vida con más tranquilidad.

Recuerden que yo me estoy predicando este sermón a mi mismo. Porque esta semana yo he estado un poco ansioso por el ministerio y por mi vida, y dónde Dios me quiere, y prioridades y todas estas cosas que se resuelven con un buen plato de arroz con habichuelas y carne guisada. Y en tres o cuatro ocasiones durante esta semana, me ha venido esa palabra: “Por nada estéis afanosos”.

Una de las maneras que me llegó fue a través de mi hermano, Manuel Caravallo, que no se si está aquí. Me llamó por teléfono y me dijo: “Pastor, lo acabo de oír en la radio esta mañana y dice “Por nada estéis afanosos”. Y yo mismo me estoy predicando a través de la radio a través de otra persona. Y es verdad hermanos, el afán viene de una mirada puesta donde no debe estar.

Cuando usted pone la mirada en Dios, cuando su afecto está en Dios primeramente, todas las demás cosas marchan mucho mejor en la vida. O si nosotros tuviéramos la fe para hacer de ese principio, el principio fundamental que dirija todas nuestras acciones y determine todas nuestras prioridades y las cosas que hacemos, y dónde ponemos las cosas, en qué orden.

Si tuviéramos la fe para hacer eso, hermanos, seríamos unos genios. Viviríamos felices y podríamos en un instante neutralizar cualquier dardo del diablo, cualquier pensamiento destructivo, cualquier recuerdo destructivo del pasado, cualquier herida que nos haya dejado la vida, cualquier sinsabor. Todo lo podríamos ubicar rápidamente dentro del contexto de ese Dios que dice: “Yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo”

“Caerán a tu lado mil, mas diez mil a tu diestra, más a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación. No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada, pues a sus ángeles mandará cerca de ti que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás, hollarás al cachorro del león y al dragón.”

Por qué? “Por cuanto en mi ha puesto su amor, por cuanto en mi ha puesto su amor, por cuanto en mi ha puesto su amor yo también lo libraré, le glorificaré.” Por cuanto hemos puesto nuestro amor en El, esa es la base de todo éxito verdadero en la vida y de todo descanso.

Poner nuestro amor, nuestra mirada, nuestro afecto primeramente en El.

El Señor dice: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas os serán añadidas.” En qué contexto escribe El eso? Yo lo leí esta mañana en el contexto de “No os afanéis diciendo: qué comeremos, qué vestiremos o qué beberemos”. Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas, añadidas” No son la prioridad, no son lo que debe demandar nuestra primera acción, nuestro primer afecto, nuestro primer impulso. El primer impulso debe ser agradar al Señor y entonces todas las demás cosas vendrán por añadidura.

El Señor dice: “Deléitate en Jehová y el te concederá todas las peticiones de tu corazón”. Deléitate en Jehová! Deleitarse quiere decir no solamente complácete, agrádate, saca beneficio. No, quiere decir, saca todo el provecho, la bendición y el gozo de Dios. Ponlo a El en el primer lugar y el te dará las cosas más profundas de tu corazón, aún las que tu ni siquiera sabes que quieres, te las dará el Señor.

Muchas veces hay cosas que nosotros queremos pero en realidad el ser noble, sabio y poderoso que tenemos dentro de nosotros quiere otras cosas porque juzga de otra manera diferente. Nosotros deseamos a veces con la superficie de nuestra conciencia, pero hay un ser más profundo que desea cosas más poderosas y Dios, si nos deleitamos en El, lee las cartas que ese ser le envía y nos da esas cosas y después cuando las tenemos decimos: “Qué bueno que no me dieron lo que yo quería, me dieron lo que verdaderamente yo necesitaba y deseaba!” Porque nos deleitamos en el Señor, porque buscamos primeramente las cosas del Señor.

Hermanos, no hay nada que despierte el deseo de bendecir a alguien de parte de Dios, más que un corazón que lo ama por sobre todas las cosas.

Dice la palabra en otro pasaje que a mi me encanta que: “los ojos de Jehová recorren toda la tierra buscando para descubrir a aquellos que son de corazón perfecto para con El y mostrarse favorable para con ellos.”

Dios está continuamente buscando, buscando, un hombre o una mujer que lo ame de todo corazón para mostrarse fiel, bueno y favorable, a favor de esa persona. Por eso es que mi meta y nuestra meta, debe ser siempre, hermanos, depurar nuestro corazón de todo lo que no sea agradable al Señor. Hay personas en esta iglesia, y en otras iglesias que le dan al Señor cantidad de cosas pero uno discierne que su ofrenda no es agradable al Señor, porque hay una mancha en la ofrenda, porque hay un corazón, hay una mente y una sensibilidad que está dañada, que necesita ser sanada para que su ofrenda le sea agradable al Señor.

Somos como pordioseros sucios y malolientes que le damos un pedazo de pan a alguien queriendo agradarlo, y esa persona de sensibilidad sana lo quisiera tomar y comérselo pero no puede porque está dañado ese pan, con sudor, con suciedad, con mal olor. Y lo que tenemos que pedir es: “Señor, examíname”. Mira mi corazón, como dice el salmista David: “Examina, Dios mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos y ve si hay en mi camino de perversidad y guíame por el camino eterno.”

Tenemos que preguntarle al Señor: “Señor, cómo está el corazón con que yo te ofrezco mi ofrenda? Cómo está mi alma cuando yo extiendo mis manos hacia ti y te presento mi sacrificio? Porque si hay algo torcido en nosotros, eso va a afectar la calidad de nuestro sacrificio. Y por eso nuestra búsqueda debe ser siempre: Padre purifícame más y más cada día. Purifica mi afecto para contigo, Señor. Que lo que yo te de venga de un espíritu tratado, purificado por Dios para que yo pueda agradarte con lo que yo te doy.

Cuando Caín le dio su ofrenda al Señor, dice la Biblia que Dios no se agradó de la ofrenda de Caín. Y Caín después mostró por qué Dios no se agradó con su ofrenda, porque había en el algo que no le agradaba al Señor. Había en él un corazón torcido. La ofrenda no es nada. Dios no necesita una ofrenda. Dios no necesita una papeleta.

El dice: “Mira si yo tuviera hambre no te lo diría, porque mío es todo el universo. Yo no te necesito a ti”. Tu crees que Dios necesita los 10 dólares o los 50 dólares que tu le das de diezmo. Dios no necesita eso. Dios está buscando tu corazón y dado a través de eso. Y si tu le das esos 50 dólares al Señor por obligación o con desatención, o se lo das mecánicamente, o se lo das para sentirte contento, o se lo das para cumplir con un deber, o se lo das para que otros te vean, inmediatamente tu ofrenda deja de ser agradable al Señor. Guárdatela. Examínate primero y pregúntate cómo estoy yo dándole al Señor? Padre, ayúdame a cada día darte con amor, darte con alegría, darte con pasión porque eso es lo que a ti te agrada, Señor.

En ese mismo pasaje Abel dice que le dio al Señor de lo más gordo de sus ovejas y le dio los primogénitos, los más escogidos le dio Abel al Señor y ahí mostró la calidad de su corazón. Por eso el Señor se agradó. Caín, cuando le rechazaron su ofrenda se llenó de odio. El odio, la neurosis que tenía dentro de él, de su corazón torcido, la mente mala que tenía salió a la luz, el animal que le estaba dando la ofrenda al Señor salió enseguida y mostró por qué Dios no le agradaba.

Marta le estaba dando al Señor una ofrenda con afán, mecánicamente porque era lo que ella hacía todos los días. Marta era una personalidad que si hubiera estado Mussolini allí hubiera estado trabajando de igual manera. El Señor entendió eso y le dijo: “No, Marta, eso no es lo que me interesa. Me interesa la calidad de tu corazón.

Hermanos, yo a veces me rompo la cabeza tratando de generar en ustedes y en mí mismo un corazón apasionado para con Dios. Creo que mi meta mayor como Pastor es esa para que cada uno de ustedes y yo seamos radicalmente amantes del Señor. Gente radicalmente comprometida con Dios. Gente que ame a Dios con desesperación. Gente que esté dispuesta a ir al infierno mismo, si tienen que ir, por amor al Señor. Ese es mi gran deseo. A mi no me importa ningún otra cosa porque yo se que si yo lograra eso, todo lo demás vendría por añadidura. No tendría que decirles que vengan a oración, no tendría que decirles que diezmen.

No tendría que decirles que se apunten para servir en los diferentes ministerios porque usted naturalmente lo querría hacer, porque su corazón estaría allí.

La persona que ha resuelto el problema del corazón ya está lista para hacer cualquier cosa que Dios necesite que haga. Pero en muchos de nosotros, hermanos, nuestras prioridades están torcidas. Nuestro afecto está en otras cosas y por eso no gozamos de la paz que Dios quiere para nuestras vidas.

Venimos a la iglesia, le damos al Señor unas cuantas alabanzas. Lo hacemos a veces mientras pensamos: qué vamos a hacer después que salgamos de la iglesia. Estarán jugando los Red Socks hoy o no? Será Pedro el que picha o quién. Estamos pensando a qué restaurante voy a ir qué voy a pedir. Pediré el “chicken cordón bleue” o voy a pedir “los camarones al ajillo?” Mientras cantamos: “Acércame hoy a ti”.

Y el Señor está discerniendo nuestro corazón. Hermanos yo quisiera tener mucho más tiempo para desglosar esta enseñanza central. Tu quieres tener paz y gozo en tu corazón? Olvídate de ti mismo. Muere a tu necesidad de satisfacer tus necesidades y vive para el Señor. Toma tus bienes, véndelos, dáselo a los pobres y sigue al Señor, como le dijo el Señor al joven rico. Por qué le dijo el Señor eso al joven rico? Por qué cuando el joven rico vino lleno de carga espiritual le dijo: “Bueno, maestro, qué debo hacer para ser salvo?” y el Señor le dice: “Bueno, tu sabes los mandamientos, haz esto, haz lo otro.” Y el le dijo: “Señor yo ya he hecho todo eso desde mi juventud.” “Una sola cosa te falta, coge lo que más tu amas, que es tu dinero, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, y entonces libre, sin nada, sígueme a mi. Tu vas a encontrar la paz que tu necesitas para tu corazón.”

Y qué dice la Biblia: que el joven se fue triste porque tenía muchas posesiones. Y ese es el problema central de la humanidad y de la iglesia: que muchos de nosotros venimos a la iglesia, como el joven rico. Somos hombres religiosos, con una vida respetable. Hacemos muchas cosas muy buenas y dignas de respeto y admiración, pero todavía no hemos hecho lo que Cristo quiere que es que lo amemos a El por sobre todas las cosas, y que le demos a El nuestro mejor afecto y que le hayamos dado una carta en blanco con nuestra firma al final de la página diciendo: “Señor, aquí está todo lo que yo tengo, todo lo que soy, todos mis sueños, todos mis anhelos más queridos, mi tiempo, mis afectos, mis planes, mis proyectos, mi esposa, mis hijas, mi dinero, mi cuenta de banco, mi descanso, todo, Señor, aquí lo tienes. Ahora has de eso lo que tu quieras y devuélveme lo que tu quieras porque yo voy a vivir solo para ti, y te voy a amar a ti por sobre todas las cosas.

Cuando tu hagas eso, cuando tu puedas llegar a ese acto heroico de crisis Dios comenzará entonces a mostrarse como verdaderamente El quiere ser visto por ti. El quiere ser conocido por ti. Pero no lo vas a poder engañar. Hasta que tu no le des al Señor lo que quiere. Una sola cosa es lo que El quiere. No le des a El la pasta con marinara ni ensalada. A El no le interesa eso, sino se la das desde un corazón que lo adora y que lo ama desesperadamente.

No le des un pedacito de tu tiempo. Dale todo tu tiempo. No le des una limosna. Dale la tarjeta del APM. No le des al Señor una hora y media de tu tiempo. Dale al Señor 24 horas de tu amor y de tu afecto. No le des al Señor un pedacito de tus hijos. Dale al Señor todos tus hijos.

Escúchame. Una sola cosa es necesaria, dice el Señor, y cuando tu llegas a ese momento, mi hermano, mi hermana, entonces todo cae en su lugar. Entonces tu puedes caminar con gozo, con soltura de espíritu, con liviandad de espíritu. Las cosas comienzan a funcionar en tu vida porque Dios va a estar a tu favor. Dios te va a bendecir. Dios te va a abrir puertas. Dios te va a asegurar de que tu vida emocional esté balanceada, de que llegues a la meta, de que tus problemas se resuelvan, de que no te falte la comida ni el vestido. Porque si El cuida de las aves, cómo no va a cuidar también de ti.

Oh! Dios mío. Si nosotros pudiéramos entender esto, hermanos, si nosotros pudiéramos olvidarnos de nosotros mismos y mirar solamente al Señor.

“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.”

Si Pedro hubiera mantenido su mirada en Cristo cuando caminaba sobre las aguas, no se hubiera hundido.

Hay muchos de nosotros aquí, con amor se los digo, que necesitan ajustar sus prioridades. Necesitamos ajustar nuestras prioridades. Hay muchos aquí que no le hemos dado al Señor lo que el Señor quiere. Y el Señor en su misericordia, te ama, te bendice y te recibe, y recibe tu sacrificio pero no le es completamente agradable. Porque muchos no hemos llegado a ese punto de entregarle al Señor. Hemos transferido nuestra tarjeta de membresía de una iglesia a otra, de una religión a otra. Creemos que eso es todo y queremos seguir con la misma religiosidad y la misma mezquindad en que vivíamos antes de entrar al evangelio.

Eso no es aceptable. No es aceptable. Escúchame! Desde la persona que está allí atrás, en ese extremo y en el medio. No es aceptable. Una sola cosa hace falta: amar al Señor con todo nuestro corazón, toda nuestra mente, toda nuestra alma, todas nuestras fuerzas. Es amarlo a El con desesperación y haber muerto en El.

Cuando hacemos eso, entonces la vida cae en su lugar, y el Señor nos bendice, nos aprueba, se agrada de nuestra ofrenda, nos abre caminos. Muchos de nosotros nos preocupamos tanto por el descanso y por eso vivimos cansados. Nos preocupamos tanto por retener el dinero y por eso vivimos en pobreza. Nos preocupamos tanto por divertirnos y por eso vivimos aburridos. Nada nos da gozo: ni el DVD player, ni el CD player, ni el tape-player, ni ninguno de los players que tenemos.

Porque todas esas cosas solo encajan cuando primero hemos resuelto el asunto de dónde está mi persona y a quién yo amo más. Cuando nosotros agradamos al Señor así, entonces todo lo demás viene. Aprende a deshacerte de ti para que te encuentres a ti mismo. Mientras tu estés preocupado por encontrarte a ti mismo y preservarte a ti mismo, se te escapará eso que estás buscando como se te escapa el agua cuando tu tratas de agarrarla con el puño, se te va por entre los dedos.

Pero cuando tu te olvidas de ese punto y te concentras en el Señor, y te concentras en agradarlo a El, en amarlo a El, entregarte a El, todas las demás cosas vienen por añadidura. Lo que tu estabas deseando tanto encontrar, Dios te lo va a dar.

“Si el grano de trigo no cae a tierra muere y queda solo, pero si no muere lleva muchos frutos”, dice el Señor.

Dice si Jehová no edifica la casa en vano trabajan los que la edifican. “Por demás es que trabajéis y os carguéis y os acostéis de madrugada”, dice el Señor,”porque a su amado dará Dios a el sueño”. Demás es que estés trabajando y matándote y ahorrando y no le estés dando al Señor lo que necesita, y todos tus esfuerzos serán como nada, porque no estás edificando sobre las rocas.

Descansa en el Señor. Descansa en el Señor. Ama al Señor por sobre todas las cosas. Pon tus prioridades en El y encontrarás descanso para tu alma. El Señor nos ayude.

Bajemos nuestras cabezas un momento. Examinemos nuestro corazón en esta mañana. Dios quiere que tu halles descanso para tu alma. Dios quiere que Roberto Miranda halle descanso para su alma. El me dice no te afanes tanto, no te preocupes tanto por qué comerás, qué beberás, a dónde irás, dónde vas a estar en diez años. Ni siquiera te preguntes tanto, ni siquiera te preguntes tanto si me estás agradando o no. No trates de resolver eso.

Simplemente ámame por sobre todas las cosas. Ámame. Concéntrate en mi. Búscame a mi y yo entonces me voy a preocupar por ti. No vivas la vida lleno de cargas de conciencia y culpabilidad, siempre preocupándote si esto, si lo otro. Lo único que a mi me interesa es una sola cosa: que tu me ames por sobre todas las cosas y que me busques a mi primero y que te deleites en mi y que me des lo mejor de ti, tu mejor tiempo, tus mejores energías, tus mejores recursos. Que me prefieras a mi siempre y yo entonces voy a darte lo que tu necesitas.

Padre, nosotros determinamos esta mañana tratar de nuevo a amarte por sobre todas las cosas. Te necesitamos Señor. Perdónanos por ser afanosos y por dudar de tus promesas, por ponernos a nosotros mismos antes que a ti. Ayúdame a tener un corazón sencillo, contrito, humillado, como el de María, que te ame por sobre todas las cosas. En esta mañana, Padre, volvemos a hacer un esfuerzo por agradarte y examinamos nuestro corazón y te pedimos: Ilumínanos, si no te hemos dado todo lo que tenemos que darte, volvemos a pedirte. Que así sea hoy. Entrega tu vida, entrega todos tus afectos al Señor. Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Te adoramos, te bendecimos Señor. Aleluya, Aleluya. Dios les bendiga, hermanos.

Fuente: Pastor Roberto Miranda

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