En Levítico 6:6-13, encontramos instrucciones claras sobre el mantenimiento del altar y la importancia del fuego continuo. Dios le ordena a Moisés y a los sacerdotes que el fuego en el altar debe arder continuamente y nunca debe apagarse. Esta instrucción no era solo una regla ritual, sino un símbolo profundo de la presencia constante y la devoción inquebrantable hacia Dios.
Levítico 6:9: Manda a Aarón y a sus hijos, diciendo: Esta es la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar toda la noche hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él. Levítico 6:12: «Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él la grosura de los sacrificios de paz.
La idea de mantener el fuego encendido sobre el altar es una llamada a la constancia en nuestra vida espiritual. El fuego representa la pasión, el fervor y el amor por Dios. Así como los sacerdotes tenían la responsabilidad de agregar leña cada mañana para asegurar que el fuego no se apagara, nosotros también debemos nutrir y cuidar nuestro fuego espiritual.
Mantengamos el fuego encendido sobre el altar de nuestros corazones. Perseverancia en la Fe. En un mundo lleno de distracciones y desafíos, es crucial que no dejemos que nada apague el fuego de nuestra fe. La perseverancia en la oración, la lectura de la Palabra de Dios y la comunión con otros creyentes son formas de mantener este fuego ardiendo.
Renovación diaria. Al igual que los sacerdotes renovaron el fuego cada mañana, nosotros también debemos buscar una renovación diaria de nuestro espíritu. Cada día presenta una nueva oportunidad para acercarnos a Dios, pedir Su guía y llenarnos de Su Espíritu Santo.
Compromiso y Sacrificio: Mantener el fuego encendido requiere compromiso y, a veces, sacrificio. Debemos estar dispuestos a dejar de lado cualquier cosa que pueda sofocar nuestra relación con Dios, incluso si eso significa renunciar a hábitos o influencias que nos alejan de Él.
Dios nos llama a mantener el fuego encendido sobre el altar de nuestros corazones, duela a quién le duela. No permitamos que las circunstancias, las pruebas o las distracciones apague el fervor y la pasión que tenemos por nuestro Señor. Que cada día renovemos nuestro compromiso con Él, alimentando nuestro fuego espiritual con la leña de la oración, la adoración y la meditación en Su Palabra.