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Macedonia. Un Modelo de Generosidad y Gozo en la Mayordomía Cristiano

Con el presente pasaje queda comprobado que la mayordomía de dar no está sujeta a la condición económica del creyente. Pablo estaba levantando una gran ofrenda para ayudar a los hermanos de Jerusalén, y está apelando a los corintios para seguir el ejemplo de los macedonios, quienes siendo muy pobres dieron más de lo que podían. 2 Corintios 8:1-7

La simple lectura de este texto nos muestra asuntos sorprendentes. Por un lado, las iglesias de Macedonia no estaban pasando una simple prueba, sino una gran prueba de aflicción; no es que eran pobres, sino profundamente pobres; no es que tenían gozo, sino “la abundancia de su gozo”; no es que fueron generosos, sino que “abundaron en riquezas de su generosidad”; y no teniendo fuerzas, dieron “más allá de sus fuerzas”.

Entonces ¿cuál fue el secreto de dar más allá de las fuerzas? Que aun cuando tenían recursos limitados y mucho sufrimiento, ellos simpatizaron con otros que tenían más necesidad. Los macedonios podían dar porque ya se habían dado a sí mismo al Señor.

Una historia de un misionero cuenta que al testificar a un cacique indio le ofrecieron ofrendas de caballos, cobijas y alhajas; ante este ofrecimiento el misionero respondió: “Mi Dios no quiere los caballos, las cobijas y las alhajas del cacique, él quiere al mismo cacique”. El cacique respondió: “Su Dios es muy sabio, porque cuando me entregue a él, ¡también recibirá mis caballos, cobijas y alhajas!”.

Así era el secreto de la generosidad de los macedonios. La iglesia de Macedonia nos revela los principios bíblicos cuando nos disponemos a dar a Dios lo que es de Dios. Esos hermanos conocían muy bien la bienaventuranza “mas bienaventurado es dar que recibir”.

Para ellos el dar no era una carga, sino un profundo gozo. Dar no fue para ellos un motivo de tristeza, sino un acto de verdadera generosidad. Nos ayudará mucho estudiar el modelo de Macedonia cuando pensamos en la mayordomía de dar. Cómo llegan a ser las iglesias de Macedonia un modelo para nosotros hoy.

DAR DE ACUERDO CON LA GRACIA RECIBIDA
“Hacemos Saber La Gracia De Dios Que Se Ha Dado A Las Iglesias De Macedonia”.

El comentarista Ray C. Stedman ha dicho sobre este texto lo siguiente: “Si tuviera que poner eso en una escala del uno al diez, diría que lo clasificaría absolutamente en el número uno como motivo para dar. El único motivo verdadero para dar es la gracia de Dios, la bondad de Dios hacia usted. Si Dios no ha hecho nada por usted, entonces, por lo que más quiera, no le dé un céntimo. Pero si lo ha hecho, entonces revuélquese en la medida de lo que ha recibido.

Ese es siempre el razonamiento de las Escrituras. En el Nuevo Testamento nunca se nos da una ley para dar. No se nos impone como un deber que tenemos que cumplir para pagar los gastos de la iglesia. Se nos da, más bien, como un privilegio del que podemos participar, para expresar la gratitud de nuestros corazones por la gracia que Dios ya ha dado”. La gracia de Dios debe ser nuestra más poderosa razón para dar.
¿Por Qué La Gracia De Dios Era El Más Grande Estímulo Para Dar De Los Macedonios?

Porque ellos sabían lo que era el poder del pecado y la ira de Dios, los tormentos del infierno y la obra de la cruz, la resurrección y el perdón de los pecados; pero, sobre todo, ellos a través de esa gracia conocían Cristo y la esperanza de gloria. Para los macedonios, la gloria de la gracia de Dios era más hermosa, valiosa y satisfactoria de lo que cualquier riqueza o comodidad podía ser.

Ellos habían visto en sus corazones la gloria de Cristo, y nada podía sobrepasar el valor de lo que ahora tenían en él. Ninguna aflicción o pobreza podía quitarles esa alegría. Cuando somos conscientes de la gracia de Dios, dar es lo natural. Si la gracia no me ha transformado no hay motivos para dar.

Sabido es de mucha gente que da por motivos equivocados. La historia de aquella pareja llamada Ananías y Safira, quienes se ganaron una mala reputación por sustraer lo ofrecido, nos ilustra esto. En Hechos 5 vemos cómo la gente estaba entregando sus propiedades.

Al ver esto, esta pareja pensó en el honor y prestigio que estaban ganando algunos por ser generosos, de esta manera ellos donaron parte de su propiedad. Sin embargo, fingieron dar todo lo que tenían, pero en realidad no era así. ¿Qué pasó entonces? Que cuando el Espíritu Santo se ocupó de esa manera hipócrita de dar, los dos murieron. Nosotros damos por la gracia dada no por aparentar ante los demás.

II. DAR A PESAR DE LA PROFUNDA POBREZA
“… Y Su Profunda Pobreza Abundan En Riquezas De Su Generosidad”.

Lo primero que hay que destacar aquí es la llamada “profunda pobreza”. Estas iglesias no solo eran pobres, sino que tenían una “pobreza extrema”. Ese es el término para describir la condición económica de las iglesias de Macedonia. Al parecer aquella pobreza parece haber sido producida por una gran prueba de tribulación, la que pudo suceder como resultado de una gran persecución de parte de los judíos por la predicación del evangelio.

Sin embargo, el texto también dice que fue en medio de semejante pobreza cuando ellos “abundaron en riquezas de su generosidad”. ¿No es esto una contradicción? ¿Cómo puede alguien siendo tan pobre ser rico en generosidad? Pero ese fue el ejemplo de los macedonios.

Los macedonios cambiaron el concepto de aquellos hermanos que dicen no ser generosos porque son muy pobres y que el dinero no les alcanza para nada. Lo común es oír la frase “no puedo dar, no puedo ser generoso porque soy pobre y no tengo para dar”. Pero aquí tenemos la prueba que no se trata de ser pobre para dar, sino que damos aun cuando seamos pobres.

Los filipenses eran parte de esas iglesias pobres, sin embargo, cuando Pablo habla de ellos nos dice el texto: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades… Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Filipenses 4:14-18). No se trata entonces de cuánto tengo para dar, sino de dar lo que tengo, como la viuda.

DAR POR LA ABUNDANCIA DE GOZO
“La Abundancia De Su Gozo…”.

¿Qué hizo que esos macedonios tuvieran ese sacrificio de generosidad humanamente inexplicable en medio de la prueba y la pobreza? Pues la abundancia de su gozo. Como alguien dijo: “el gozo fue la causa y el manantial del cual fluyó la generosidad de los macedonios. El gozo era la raíz, la generosidad el fruto”.

El gozo de aquellos hermanos no estaba sujeto a las circunstancias, porque eran demasiadas duras y penosas. Ellos nos muestran que el gozo jamás debe desaparecer de la vida de un creyente. Según la visión de Pablo, nadie llega a ser generoso sin manifestar su gozo. La iglesia de Macedonia entendió que en la prueba de tribulación ellos estaban gozosos.

Algunos creyentes han perdido el gozo de dar porque simplemente sacan sus cuentas y llegan a la conclusión de no poder hacerlo. Pero ¿podían los hermanos de Macedonia dar? ¡No! ¿Qué dice el texto? Que ellos dieron con sus fuerzas y más allá de sus fuerzas. Cuando un creyente tiene abundancia de gozo, tendrá abundancia de generosidad.

La más grande bienaventuranza dicha por Cristo no aparece registrada en el sermón del monte, sin embargo, el Espíritu Santo se la reveló a Pablo, y dice: “Mas bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 30:25). La NVI lo traduce así: “Hay más dicha en dar que en recibir”.

La palabra “bienaventurado” y “dicha” tiene su sinónimo en la palabra “gozo”. ¿Usted se imagina la escena cuando Cristo habló de la viuda dando sus dos “blancas” en el tesoro del templo? ¿Quién estaría dando con tristeza y por necesidad? Le aseguro que no era la viuda porque ella daría con gozo sus dos monedas; sin embargo, el fariseo al dar lo que le sobraba, seguramente en esa actitud no hubo gozo.

No se trata, pues, de la cantidad para dar, sino la actitud de mi corazón al momento de hacerlo. El más grande texto sobre esto dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).

IV. DAR COMO UN PRIVILEGIO PARA BENDECIR A OTROS
“… Pidiéndonos Con Muchos Ruegos Que Les Concedemos El Privilegio De Participar En Este Servicio Para Los Santos”.

Este texto es conmovedor. Observamos acá una decisión propia y única de los macedonios, más no de Pablo. Ellos no fueron presionados para dar, sino que consideraron más bien como privilegio el participar en aquella ofrenda para los santos de Jerusalén.

Pablo no quería recibir la ofrenda de ellos, no porque los menospreciarla, sino por su condición de pobreza. Sin embargo, estos hermanos hacen algo insólito al rogarle al apóstol les permitiera participar, como una exención en esta bendición para los necesitados.

Las palabras “pidiéndonos con muchos ruegos” nos revela la clase de vida con la que estos hermanos habían recibido a Cristo, pero sobre todo el profundo significado de las palabras del mismo Cristo, dichas para el juicio final: “por cuando lo hicisteis a unos de mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis” (Mateo 25).

Aunque los macedonios sabían de sus limitados recursos y hasta sufrimiento, suplican se les conceda este privilegio de dar. No vemos esto en la vida de muchos creyentes. Si esto fuera así no hicieran campañas de mayordomía para animar a los hermanos a dar y sostener la obra. Con esta acción estos hermanos nos muestran lo que importa la obra del Señor. En Jerusalén comenzó el evangelio y ahora hay que ayudarlos.

Una felicidad que se cobija en el pecho del creyente es aquella cuando ejercita su espíritu de generosidad y de amor hacia los demás. Quien vive sólo para sí mismo es desdichado. Quien únicamente se regocija en el gozo egoísta, no tiene sino limitados canales para su felicidad; pero quien se deleita en hacer feliz a los demás, y quien se deleita en glorificar a Dios negando sus propios apetitos para honrar a su Señor y bendecir al mundo, ese es un hombre feliz.

Pablo lo expresa mejor cuando nos dice: “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios…” (vers. 12). Cuando usted y yo damos generosamente hacemos felices a otros. ¡Oh, que Dios nos conceda gracia para que seamos dadores más alegres de lo que hemos sido en el pasado! Que comencemos hoy a descubrir este gozo que nos habíamos negado.

V. DARSE PRIMERAMENTE AL SEÑOR
“Y No Como Lo Esperábamos, Sino Que A Sí Mismos Se Dieron Primeramente Al Señor…”

En esto consistió el mayor ejemplo de los macedonios. Pablo sigue sorprendido, porque sus palabras “no como lo esperábamos” pareciera que lo tomaron por sorpresa, porque la última iglesia que Pablo pensó para fue la de estos hermanos.

Pero ellos lo hicieron porque se dieron primero al Señor. Esto significa que todo es posible para hacer cuando nos damos primero al Señor. Spurgeon ha dicho en un mensaje sobre este texto lo siguiente: “Esa fue la mejor dádiva; fue mejor todavía que las dos blancas de la viuda pobre.

Ella dio todo su sustento, pero ellos dieron su vida, su propio ser. Dieron también la mejor dádiva de la mejor manera. No se detuvieron cuando se dieron a sí mismos al Señor, sino que también se dieron al pueblo del Señor. Esta es la voluntad de Dios: que quienes se entregan a Él se unan a quienes ya son Suyos”. Cuando damos al Señor el dar no es una carga, sino una bendición, un privilegio y una satisfacción personal.

En el mismo contexto de esta hermosa historia de dar, Pablo dice que “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Los macedonios dieron más allá de sus de sus fuerzas. Dieron porque fueron impulsados por la gracia de Dios, considerando esto como el mayor de los dones a través del cual somos salvos; también dieron con el mayor de los gozos; pero, sobre todo, ellos dieron a pesar de su pobreza, porque se dieron primero al Señor.

Es más, ellos tuvieron la osadía de pedirle a Pablo que no les impidiera participar en aquella ofrenda para los santos de Jerusalén. Mis amados, ¿sabías que el tiempo de dar pronto habrá terminado? En los cielos no habrá necesidad de dar, porque todo estará satisfecho.

Los pobres, las viudas, los huérfanos y demás necesitados ya no existirán más. Allí no habrá necesidad de enviar misioneros a otras partes del mundo, ni sostener a los obreros de las iglesias.

Entonces, tenga usted el gozo de haber sido fiel en lo poco, porque Dios ha sido fiel en lo mucho. Pero además de seguir el ejemplo de estos hermanos, el más grande ejemplo de dar es Jesucristo de acuerdo con 2 Corintios 8:9.

 

Fuente:
PASTOR DOCTOR Julio Ruiz

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