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Luchando legítimamente

Cuando un individuo o un líder cristiano pone en Jehová su confianza, y fundamenta su vida y sus acciones íntegramente sobre la palabra y los principios del Evangelio, inevitablemente sus esfuerzos son prosperados a largo plazo. Esta es la clave para el crecimiento y la permanencia de cualquier jornada espiritual, sea individual o ministerial. Si un ministerio quiere prosperar y permanecer, tendrá que fundamentarse en sólidos principios bíblicos.

A lo largo de mi ministerio he tenido que resistir una y otra vez la tentación a emplear metodologías y estilos que en mi espíritu he discernido claramente no son del Señor, y que no obedecen a los principios que establece el evangelio. Quizás esto ha significado que el crecimiento de mi iglesia no ha sido tan rápido, dramático o espectacular como me hubiera gustado. Quizás he tenido que esperar más tiempo para ver el fruto de mis esfuerzos y sacrificios en el ministerio. ¡Pero después de todo, no se trata de impresionar a la gente, o demostrarle al mundo nuestras grandes destrezas como pastores o evangelistas! Lo más importante es glorificar a Dios por medio de nuestro servicio, imitando la metodología y estilo de Jesucristo.

Evitemos los Métodos Ilegítimos
Sospecho que muchos pastores y evangelistas frecuentemente escuchan dentro de sí mismos una voz sutil que les advierte que los métodos que han adoptado para hacer crecer sus ministerios no son legítimos y no reflejan los principios de la Palabra. Pero de la misma manera que escuchan esa voz del Espíritu, así mismo la engavetan y suprimen una y otra vez, prefiriendo ignorarla porque les resultaría inconveniente y trabajoso obedecerla. Prefieren continuar imitando la metodología ilegítima que ven les da resultado a otros, o simplemente empleando el estilo que agrada a la gente, y continúan haciendo caso omiso de la intuición del Espíritu porque prefieren la popularidad a la fidelidad. Desgraciadamente, no entienden que lo único que consiguen por medio de esta actitud es engañarse a sí mismos. Sólo están posponiendo el desastre, y socavando las bases espirituales de sus ministerios.

Abraham trató de adelantarse a los planes de Dios y producir un hijo prematuramente, y sólo consiguió atar a su descendencia en una violenta y amarga controversia que perdura en el Medio Oriente hasta nuestros propios días, con consecuencias mundiales funestas. Saúl se aferró al ministerio mucho tiempo después que Dios le había quitado la unción y hasta trató de matar al ungido de Dios, con terribles consecuencias para sí mismo y toda su familia. Asa, el padre del rey Josafat, entregó todo el oro y la plata del templo y de la casa real para aliarse con un rey pagano, tratando de salir de una situación militar apremiante (2 Crónicas 16:7-10). Pero lo único que logró fue una victoria militar ilusoria y extremadamente costosa a largo plazo.

Una y otra vez la Biblia nos recuerda que “el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (2 Tim 2:5). Como atletas espirituales que somos, si nos adherimos a las reglas del juego según las definen las Escrituras, no importa cuán trabajosas y desventajosas parezcan, entonces podremos ser “coronados” al final de nuestra carrera. Cuando pagamos el precio, adoptamos una mentalidad a largo plazo, y nos valemos de los principios de la palabra de Dios para fundamentar nuestros ministerios, familia, finanzas, relaciones sociales— seremos prosperados y bendecidos. La aprobación de Dios se manifestará por medio de una vida fructífera y duradera.

Creo mucho en la profunda verdad que encierran las palabras del apóstol Pablo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co 3:6). Nuestro llamado principal es a serle fieles al Señor. Debemos sembrar escrupulosamente conforme a los principios que establece su Palabra. Una vez que emprendemos el servicio a Dios, y hacemos la parte que nos toca, tenemos que quitarnos del medio cuanto antes. Es preciso entonces dejar que Él tome control absoluto de nuestros esfuerzos. Es Él quien tiene que decidir el estilo y los detalles de nuestra jornada espiritual o ministerial. Sólo a Él le pertenece el derecho de determinar el grado o la naturaleza del éxito (“el crecimiento”) que experimentemos.

Muchas personas y circunstancias intervendrán y participarán en el desarrollo de nuestras vidas y ministerios. No sabemos cuánto tiempo se tomará la tarea que Dios nos ha asignado. Ni siquiera sabemos si tendremos la satisfacción de ver aquí en la tierra el resultado de nuestros esfuerzos, o de disfrutar plenamente del fruto de nuestras labores. A la larga, el resultado final tenemos que dejárselo al Señor.

Tenemos que resistir resueltamente la tentación a tratar nosotros de producir los resultados, es decir, el crecimiento, empleando las técnicas y artimañas que nos parecen más convenientes y económicas. Nuestra parte es sembrar humilde y obedientemente, siguiendo las directrices y ejemplo de nuestro Maestro. Su parte es dar el crecimiento— ¡en el tiempo y en la manera que a Él le plazca! Sólo ese tipo de obediencia obstinada nos garantizará una jornada espiritual fructífera y duradera.

Fuente:
En Memoria | Dr. Roberto Miranda

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