1 Samuel 30-6 “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.”
David estaba en uno de los momentos más oscuros de su vida: perseguido, traicionado, y ahora enfrentando el enojo de su propio pueblo. Humanamente no tenía salida, pero la Palabra nos dice que se fortaleció en Jehová su Dios.
Ese mismo llamado resuena hoy en nuestro corazón.
“¡Pueblo mío, los ojos en Mí! ¡Los ojos en Mí! Porque los estoy llevando a un lugar más profundo de dependencia en Mí. Los estoy llamando a confiar más en mí. No miren a la derecha ni a la izquierda. No se distraigan con el ruido que los rodea; vengan a la quietud. Vengan al lugar secreto conmigo, cierren la puerta, apaguen el ruido del mundo y entren a la quietud de Mi presencia y de Mi Palabra.”
Cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse, la invitación de Dios no es correr ni luchar con nuestras fuerzas, sino detenernos y buscarlo a Él. Solo en Su presencia encontramos la paz que calma, la fortaleza que levanta y la dirección que nos guía.¿Dónde están tus ojos puestos hoy? ¿En el problema o en el Dios que tiene la solución? ¿Qué ruido del mundo necesitas apagar para escuchar la voz del Señor? Estás dedicando tiempo a entrar en la quietud de Su presencia cada día?
Así como David, podemos elegir fortalecernos en Dios y no en nuestras emociones. La clave está en levantar la mirada y fijar los ojos en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe.
Señor, en medio de mis angustias y luchas, decido poner mis ojos en Ti. Ayúdame a apagar el ruido del mundo y a entrar en el lugar secreto de Tu presencia. Fortalece mi corazón y enséñame a depender cada día más de Ti. En Ti encuentro paz, descanso y dirección. Amén.