Por las diferentes situaciones, algunas de ellas tan asombrosas como chocantes, he dicho con cierto desparpajo, pero sin mala intención que: “la iglesia que no tiene un loco debe orar para que el Señor se lo mande”. Aludo a esos personajes estrambóticos que solo con mencionarlos activan y provocan esa grata y saludable descarga de energía interior que nos pone a reír entre los contertulios que regularmente nos agrupamos después de un culto o en cualquier reunión informal entre hermanos evangélicos.
Si podemos salvar de la trivialidad y esquivar cualquier acento peyorativo, podremos encontrar que la figura del “loco de la iglesia” tiene una aplicación más seria y surge de esas situaciones imprevistas que desatan por sí solas el buen humor y han creado una sana narrativa entre los evangélicos para rememorar acontecimientos e insólitas incidencias, además de gloriosos testimonios que son típicos de nuestras congregaciones.
Quizás por eso guardé con mucho celo y cuidado un artículo titulado: “Sin las personas con discapacidad intelectual, la iglesia está incompleta”, publicado en Protestante Digital en enero de 2018. Se trata de una muy seria e interesante publicación de Daniel Hofkamp sobre la tesis doctoral de Germán López-Cortacans presentada en la Universidad de Murcia, España, con el título “La imago Dei en las personas con discapacidad intelectual”.
El tema de esta tesis está centrado en superar la perspectiva utilitarista desde cual a menudo son consideradas menos útiles aquellas personas que tienen algún grado de discapacidad intelectual. Esta tesis examina las bases bíblicas del significado de la imagen de Dios en dirección de identificar y analizar los conocimientos, vivencias, experiencias y sentimientos de las personas con discapacidad intelectual que, a pesar de algunos avances, todavía siguen siendo marginadas y silenciadas en amplios sectores de la sociedad, y ni siquiera en nuestras iglesias se está haciendo todo lo posible por integrar más y escuchar con mayor atención a este tipo de personas.
El doctor Germán López, hace la salvedad y aclara que su tesis está centrada en la discapacidad intelectual, no en la enfermedad mental, no en las personas que clínicamente tienen algún nivel notable de locura, que es otra espécimen un poco más integrada y tolerada y es de la que quiero destacar algunos aspectos.
Aunque se dice que “de músico, poeta y loco; todos tenemos un poco”, quienes llevamos algún tiempo congregándonos en la iglesia guardamos algunas anécdotas y episodios insólitos del llamado “loco de la iglesia, las que solemos evocar en reuniones y grupos informales. Igual que las personas con discapacidad intelectual, estos locos ocurrentes y amenos ameritan que los tomemos más en cuenta y que le asignemos una mayor participación y un más alto valor ministerial.
Estos locos, además de los momentos de grata distensión emocional que nos han dispensado, en ocasiones, con sus arranques “impensados” nos han dejado una que otra enseñanza provechosa que valoramos con la gratitud y memorización que no tenemos para muchos sermones que solo han servido para revelar las tonadas bajas o altas de nuestros ronquidos.
La Biblia nos relata algunas locuras liberadoras, locuras que Dios ha usado para avergonzar nuestra cuerda incredulidad. Acaso no fue un impulso de fe y locura lo que movió a los cuatro leprosos que estaban en la puerta de Samaria cuando la ciudad esta sitiada por el ejército asirio (II Reyes 7:3-11). Cuatro leprosos para asaltar el campamento asirio es una acción que solo cuatro desquiciados de la mente se atreverían a emprender; sin embargo, fue esta demencial iniciativa el medio que Dios empleó para liberar a Samaria de un cerco que parecía ineludible.
Cuando estos cuatro hombres llegaron al campamento encontraron las abundantes provisiones del ejército de ocupación y de manera muy cuerda decidieron compartirlas con amplia generosidad con una población sitiada y hambrienta que ya estaba a punto de parecer.
En momentos de enfermedades, de crisis familiares, de resultados financieros fallidos, de quiebres en relaciones amorosas, de desempleo y crisis sanitaria como las que estamos viviendo hoy, no siempre los cálculos y las frías deducciones lógicas son las más acertadas para los creyentes. La ayuda, la motivación, el aliento y la visión que da perspectiva y fortaleza, el acompañamiento animador y oportuno puede venir de uno de estos locos que el Señor tiene en su iglesia.
El doctor López admite que la Biblia de manera directa no habla para nada de las personas con discapacidad intelectual; sin embargo, destaca la actitud de Jesús de Nazaret hacia las personas que eran marginadas, excluidas como las que hoy viven con esta condición.
Por eso el autor de esta tesis nos insta a ser profundamente autocríticos y a pedirles perdón a Dios porque estas personas no ocupan los primeros lugares en los bancos y en muchas iglesias no pueden participar de los sacramentos ni desarrollar su espiritualidad de la manera amplia y sin prejuicios. Sin estas personas, la iglesia del Señor es una iglesia incompleta.
Los locos y las personas con discapacidad intelectual hacen falta en nuestras iglesias Hay que incorporarlas a nuestra vida de fe, a nuestra experiencia comunitaria y a nuestras liturgias. Los locos y las personas con discapacidad intelectual son una bendición de Dios para nuestras iglesias. Son personas iguales en dignidad a nosotros. Hechas a imagen y semejanza de Dios. Aceptémoslas.