Con respecto a la vida de Saúl y la forma en que la unción de Dios se manifestó en él, quiero tocar un tema más concerniente a cómo nosotros manejamos la unción de Dios para asegurarnos de que esa unción no se torne en algo que pueda ser hasta dañino para nuestros ministerios.
En el caso de Saúl vemos que el comienzo fue maravilloso y que Dios efectivamente cambió y transformó la vida del rey Saúl, y lo puso en un lugar de prominencia, y de gran utilidad para Su Reino, pero que luego con el tiempo esa unción de Dios terminó siendo manejada en una forma incorrecta por Saúl y su vida terminó en una gran tragedia.
Y hemos visto también que esto sucedió en la vida de otros hombres grandemente usados por Dios, como David, que cometió graves errores en su reinado a pesar de tener el bautismo, la unción, la llenura del Espíritu Santo en la forma en que se conocía en el Antiguo Testamento. Hemos visto en el caso de Salomón, su hijo, que Dios lo bendijo con una unción de sabiduría sin precedentes, pero que también por su conducta terminó en desastre, convirtiéndose en un hombre idólatra, lleno de lujuria y terminó introduciendo a toda su nación en una práctica idólatra que le fue de terrible, terrible daño.
Y podemos ver este tema funcionando aún en la vida de la Iglesia en el Nuevo Testamento y de ciertos personajes también en el Nuevo Testamento que nos hacen considerar con mucho cuidado esta idea de que tenemos que ser sumamente reverentes y cautelosos en la manera en que manejamos el Poder de Dios cuando este viene a nuestras vidas. Porque ese Poder de Dios cuando está funcionando en la vida de un hombre, una mujer, una Iglesia, un ministerio, si se maneja bien Dios lo bendice y nos da más, pero si lo manejamos mal se torna en un arma en nuestra contra y puede tener resultados tremendamente destructivos.
Vemos en el caso por ejemplo de los Corintios, que la Iglesia de los Corintios según dice el apóstol Pablo en varios pasajes, sobre todo en los primeros dos capítulos, esa Iglesia no carecía de ningún don, era una Iglesia sumamente pentecostal donde el Poder de Dios se manifestaba en gran manera, y sin embargo era una Iglesia que se caracteriza también por graves defectos morales como el mismo Pablo menciona en sus dos cartas.
En el caso por ejemplo de las grandes divisiones y peleas, y pugnas que había, que los hermanos se estaban llevando unos a otros a la corte, y Pablo les dice: «¿No tienen ustedes el Espíritu de Dios que va a juzgar aún a los ángeles?» ¿por qué en vez de estar resolviendo sus asuntos en las cortes seculares no lo resuelven ustedes internamente?
Y también se da esa gran inmoralidad que estaba siendo tolerada por los corintios donde este joven se estaba acostando con la esposa de su padre y Pablo sancionó esto, y lo señaló en una forma muy, muy clara de que esto era un grave pecado.
Entonces vemos que, el hecho de que la unción de Dios se esté moviendo en un hombre, en un individuo, no garantiza que ese hombre, esa mujer va a ser todo un dechado de virtudes. La unción de Dios no es algo mágico que lo resuelve todo, es un recurso que Dios entonces quiere usar en nuestras vidas pero que nosotros tenemos que manejar en una forma muy reverente, muy cautelosa y que tenemos que balancear con una vida santa, de obediencia, estudio de la Palabra, sujeción al Espíritu Santo que quiere trabajar en nuestras vidas e inducir, e infundir el fruto del Espíritu Santo en nosotros.
Hay otro lado de este asunto, el hecho de que nosotros tengamos esa unción de Dios tampoco debe crear en nosotros un sentido como de perfeccionismo donde creemos que tenemos que ser perfectos para que Dios se mueva en nuestras vidas. Dios usa hombres y mujeres imperfectos y Él sabe que estamos hechos de polvo, y que muchas veces vamos a tener que venir a donde Él y pedirle perdón cuando cometemos errores, pero tampoco podemos vivir una vida de culpabilidad y de temor, y de movernos en la unción de Dios simplemente porque hayan en nosotros áreas en nuestros matrimonios, en nuestra vida mental que tengamos que traerle progresivamente al Espíritu Santo para que continúe tratándola y perfeccionándonos, y llevándonos a nuevos niveles.
Cuando tenemos la unción de Dios en nuestras vidas tenemos que pedirle al Señor también que nos vaya puliendo, que nos vaya mejorando cada día, tenemos que estudiar la Palabra para ver áreas de nuestras vidas que tenemos que estarle sometiendo al Señor continuamente, porque la vida cristiana es una vida de continuo progreso, de continuo crecimiento.
Yo creo que muchas veces en la vida de la Iglesia en el siglo XXI, sobre todo en nuestros países de Latinoamérica y aquí en Estados Unidos también, hay mucha Iglesia pentecostal, muchos ministros pentecostales que creen que porque tienen la unción, hablan en lenguas, oran tres horas al día y Dios se mueve en sus vidas como que ya se pueden descuidar de su conducta ética, de cómo conducen sus ministerios, de la formación creciente, de su carácter, de la forma en cómo se relacionan con las personas que están bajo su autoridad y no es así.
Tenemos que tener mucho cuidado de que aún cuando la unción esté sobre nuestras vidas y precisamente porque esté en nuestras vidas, tenemos que ser más cuidadosos todavía de que el carácter de Cristo, el fruto del Espíritu Santo se manifieste en nuestra vida.
Por eso el apóstol Pablo en Primera de Corintios capítulo 13, después de hablar en Primera de Corintios en el capítulo 12 acerca de los dones del Espíritu Santo, su importancia y su poder, dice: «Si yo hablara en lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor» queriendo decir: si yo tuviera muchos dones pero no tengo el fruto del Espíritu Santo «vengo a ser como metal que resuena o símbalo que retiñe.»
Y también el apóstol Pablo habla en otra parte en ese mismo pasaje, de que si tuviéremos la fe de manera que pudiéramos mover montañas, o si diésemos todos nuestros bienes para los pobres, o aún nuestro cuerpo para ser quemado, pero no tenemos amor, no tenemos el carácter de Cristo, no tenemos un comportamiento que honre el Reino de Dios, entonces estos dones de nada valen.
La idea es: no podemos idealizar o entronar, o deificar los dones como si, si tenemos eso ya lo tenemos todo. Los dones son un recurso, son un medio que Dios usa pero no son todo en la vida cristiana. Si queremos tener ministerios fructíferos, a largo plazo que honren a Dios, y que el diablo no pueda venir a destruir a pesar de la presencia de la unción en nuestras vidas, tenemos que acuerpar y fortalecer esos dones con otros atributos que son igualmente necesarios.
Solamente un hombre, una mujer que camina cuidadosamente en todas las dimensiones de la Palabra de Dios, lo más posible porque nunca vamos a ser perfectos, solamente esa persona puede tener un ministerio de Dios fructífero que honre el Ministerio de Dios y traiga avance para Su Reino. Cuidemos el don de Dios que está en nosotros y asegurémonos de que lo fortalezcamos con otros atributos de igual importancia. Que el Señor les bendiga y hasta nuestro próximo programa.
Samuel dijo a Saúl: «Has obrado neciamente; no has guardado el mandamiento que el SEÑOR tu Dios te ordenó, pues ahora el SEÑOR hubiera establecido tu reino sobre Israel para siempre. Pero ahora tu reino no perdurará. El SEÑOR ha buscado para sí un hombre conforme a Su corazón, y el SEÑOR lo ha designado como príncipe sobre Su pueblo porque tú no guardaste lo que el SEÑOR te ordenó.»
1 Samuel 13:13
Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
1 Corintios 13:1