Sí, esos años desperdiciados por cuya causa suspiramos, nos serán restaurados. Dios puede darnos una gracia tan abundante, que, en lo que resta de nuestros días, podremos acumular un servicio que compense todos aquellos años de impiedad, por los que gemimos en humilde penitencia.
Las orugas de la rebeldía, de la mundanalidad y de la tibieza, son ahora vistas por nosotros como una terrible plaga. ¡Oh, que nunca se nos hubieran acercado! El Señor, en Su misericordia, las ha eliminado de nosotros, y estamos llenos de celo por servirle. Bendito sea Su nombre porque podremos levantar tales cosechas de gracias espirituales, que harán que nuestra esterilidad anterior desaparezca. Por medio de una copiosa gracia, podremos sacar provecho de nuestra amarga experiencia y usarla para advertir a otros.
Debido a nuestras deficiencias anteriores, podremos quedar más arraigados en la humildad, en la dependencia infantil y en la espiritualidad penitente. Si nos volvemos más vigilantes, celosos y tiernos, ganaremos por causa de nuestras lamentables pérdidas. Los años desperdiciados pueden ser restaurados por un milagro de amor. ¿Les parece una bendición demasiado grande? Creamos en eso y vivamos para eso y todavía podremos realizarlo, así como Pedro se volvió un hombre mucho más útil después de que su presunción fue curada por su manifiesta debilidad. Señor, ayúdanos por Tu gracia.