Dios decidió perdonarnos y el Hijo decidió pagar por todas nuestras faltas en la cruz y el Espíritu Santo vino a guiarnos desde adentro.
Recetas humanas para la paz interior
Uno puede ir al psicólogo o psiquiatra por razones muy genuinas y los psicólogos pueden ayudar a mentes turbadas o a sentimientos heridos. Pero hay un sinnúmero de dificultades emocionales cuyas causas no son ninguna enfermedad, sino el pecado, la desobediencia a Dios. Los que van al psicólogo para escapar la culpa por su mal comportamiento, solo encontrarán un alivio pasajero, nunca una cura. El pecado es un asunto que va mas allá de las emociones, es un asunto espiritual, es un problema consigo mismo y con Dios, el creador de la conciencia.
El secreto de la psicología es precisamente lograr que la gente tenga paz. Es importantísimo que el psicólogo sea Cristiano, de otra manera utilizará métodos que funcionan por corto tiempo y no curan. Hay psicólogos que sin ser Cristianos, cuando se dan cuenta que la persona tiene un problema espiritual, los envían a una Iglesia y a un Pastor.
Pero otros tratarán de darnos paz aprobando lo que está mal para que no nos sintamos culpables y tengamos cierta paz. Hay psicólogos que aconsejan sexo a los solteros, otros son muy prontos a aconsejar el divorcio, el aborto, y otros escapes superficiales a los problemas. El único que va a la raíz verdadera del problema espiritual es el Espíritu Santo en la conciencia, un psicólogo bien Cristiano, o un pastor.
La psicología barata tratará de suavizar el mal. Dirá que lo que usted está haciendo no es tan malo, que en la sociedad moderna todos lo hacen y que esa es la nueva moral donde todo es relativo. Pero nuestra conciencia, dada por Dios, tarde o temprano nos volverá a reprender, porque los principios morales de Dios son Universales y Eternos. La paz que da la psicología barata no es duradera porque procura que uno se engañe a sí mismo. Para tener esa paz uno debe vivir engañado Isaías 5:20. Otros en casos más graves recetan pastillas para hacernos olvidar de nuestra culpabilidad y así esquivar la verdadera solución. Eso tampoco dura mucho. Si la culpabilidad es por causa del pecado, entonces hay que solucionar el problema del pecado.
Decir: «Bueno…todos los comerciantes roban», o «…todos los abogados mienten», o «…todos los jóvenes modernos tienen sexo antes del matrimonio», o decir «…a todos se nos escapan mentirillas, y… hay mentiras de necesidad», ¡eso no es la solución! Tampoco es la solución decir que todo es relativo, que las circunstancias deciden, que el fin justifica los medios. Que robar por necesidad está bien. Que mentir por necesidad también, mentir en la declaración de impuestos, etc. es lo normal, que «todos lo hacen. Todo eso va carcomiendo la conciencia y llega el día que somos unos simples inmorales.
La verdadera terapia
El primer paso para la verdadera cura es no esquivar la realidad, la verdad, no debemos excusarnos ni justificar el mal. Debemos llamar a las cosas por su nombre. No decir: «tengo algunas debilidades», o «es el único vicio que tengo», nadie es perfecto, o «errar es humano», o soy como todos. ¡Esto no soluciona nada! El verdadero comienzo es decir la verdad: «Mi vida es una vida de Pecado. Yo vivo desobedeciendo a Dios. Estoy muy mal. Necesito un cambio radical, un nuevo nacimiento, esta vieja manera de vivir por una manera nueva. Necesito cambiar esta vieja persona por una persona nueva, soy un pecador.» El primer paso es llamar a las cosas por su nombre: el pecado es pecado.
Si vamos al consultorio donde Dios es el psiquiatra, Él enfrentará la realidad, nos dirá: «su vida está perdida, lo que hace está mal, es pecado, usted merece el infierno eterno. Pero… yo tengo la cura perfecta y total ¡LO PUEDO PERDONAR! DARLE UNA VIDA NUEVA, con una conciencia limpia y sana llena de mi Espíritu Santo para que lo guíe y le dé fuerza para vencer las tentaciones. Y no se aflija, si tiene un accidente de pecado, venga, confiésemelo, y cada vez le perdonaré y ayudaré a ser la persona que usted siempre deseó ser.» Dios no engaña, nos dice la verdad, pero como es nuestro Padre y nos ama, nos perdona, nos cura, nos cambia el corazón y nos da la Vida Eterna.
Todo esto es posible gracias al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Dios decidió perdonarnos y el Hijo decidió pagar por todas nuestras faltas en la cruz y el Espíritu Santo vino a guiarnos desde adentro. El pecado es grave, no puede ser ignorado ni subestimado, causó que Cristo deba ir a la cruz. Dios no trata de hacer que el pecado no parezca pecado, sino que lo trata de frente, Jesús lo paga en la cruz y el Espíritu Santo nos comunica que estamos perdonados.
Nuestros pecados son limpiados por la sangre de Jesucristo. Cristo sufrió la consecuencia de nuestra culpa y pagó nuestra condena. Por la Sangre de Cristo somos perdonados. La Sangre de Jesucristo Es la única cura total, radical y perfecta para el pecado. Esto es la gracia de Dios. No condena, sino que denuncia y desenmascara la realidad del pecado, para luego perdonarlo totalmente. Es un tratamiento realista, honesto y de cura total.
Cuando creemos a Dios y le damos nuestro ser interior para que lo habite, quedaremos limpios como un niño. Nuestra vieja vida quedará crucificada y enterrada. Comenzaremos una vida nueva, con una nueva conciencia, llena del Espíritu Santo que nos guiará a obedecer a Dios Ezequiel 36:26-27. Nosotros también nos perdonaremos y haremos la paz con nosotros mismos. Comenzaremos a caminar de la mano de nuestra conciencia habitada por el Espíritu Santo Juan 14:15-18. El Espíritu Santo a través de nuestra conciencia nos guiará por la senda del bien Juan 16:7-15; 14:26 y seremos felices, tendremos paz.
Jesús dijo: «Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo» La paz del mundo viene de afuera. Es el resultado de circunstancias externas favorables. Pero cuando algo anda mal afuera, se acabó la paz adentro. En cambio la paz de Jesús es de adentro hacia afuera y es más poderosa que los embates de las circunstancias desfavorables. Es una paz «que sobrepasa todo entendimiento» Filipenses 4:7. No importa lo que suceda afuera. No es paz por falta de luchas sino paz en el medio de la lucha.
Es paz dentro del horno de fuego y dentro del foso de los leones. Es una paz que nadie nos puede quitar porque no solo está adentro nuestro sino que nace de adentro. Donde un creyente va, lleva esa paz y la irradia a otros. Vayamos al mundo impartiendo paz como nos mandó el Señor. La fuente de esta paz es Jesús Juan 4:13-14; 6:38. No depende de agentes externos. Cristo en la cruz pagó por todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros para que podamos tener perfecta paz en la conciencia. Si la sangre de Jesucristo es suficiente para Dios y para el Diablo, también tiene que ser suficiente para ti.
Invitación: Ven, acércate a Dios, reconoce que eres pecador y que le necesitas. El te perdonará, te dará una nueva conciencia y te transforme en una persona nueva.
Oración: Señor, quiero tener paz. Dame una nueva conciencia, un nuevo «yo», y seré amigo de mí mismo, obedeciendo la voz de mi verdadero yo, que serás tú en mí, Amén.