“4 Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.” Jueces 16:4
La gente no entiende que Dios brega con tu pecado, pero lo que Él detesta es cuando tu corazón tú se lo entregas a otra persona que no es Dios. Dios perdona el pecado, y aun en pecado, Dios puede usar a un hombre, y el pecado no necesariamente le quita todos los dones, los talentos que Dios le ha dado; pero con lo que Dios no trabaja y lo que Él nunca va a aceptar es que tu corazón le pertenezca a otra persona. Y el problema de Sansón fue entregarle el corazón a una mujer, pero no cualquier mujer, sino a una mujer traidora. La Biblia no nos describe a Dalilah como una ramera; de hecho, los estudiosos dicen que ella era judía, del pueblo de Israel. Es un personaje despreciable dentro de la sociedad judía no tan solo por engañar a Sansón como lo hizo, sino por quien era; una mujer judía, que la usan como traidora; y en las naciones pueden bregar con cualquier cosa, pero no con un traidor. Sansón se acuesta con una ramera y todavía tiene fuerza, pero se enamora de esta mujer.
En Jueces 16, se nos narra el momento en que tres veces Dalilah le pregunta a Sansón acerca de su fuerza y qué le haría debilitarse, y las tres veces Sansón le responde cosas diferentes y que no eran ciertas. Cada vez ella le reclamó, pero ya en esa tercera ocasión, no solo le dijo “me has mentido.”
“15 Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza.” Jueces 16:15
Dalilah no estaba detrás de la fuerza. Ella estaba detrás del corazón. Al enemigo no le importa tu dinero, lo que quiere es tu corazón. Ella le reclama haberle engañado tres veces, pero ¿quién engañó a quién? El mundo tiene esa capacidad de hacernos sentir mal. Ella le reclama, siendo ella la que le engañaba, pero el hombre estaba enamorado. Le entregó el corazón.
“16 Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.” Jueces 16:16
Cuando le reduce el alma a angustia, el corazón queda descubierto porque el día que el alma pierde su defensa del corazón, ahora lo puede entregar.
“17 Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres.” Jueces 16:17
Tanto estuvo Dalilah hasta que Sansón accedió y le dio su corazón. Sansón había pecado múltiples veces, había roto todos los otros votos nazareos. Cuando dedicaban un niño y hacían voto nazareo, se hacían varias cosas. Estaba prohibido tomar vino, y Sansón lo hizo, pero no se fue la fuerza; rompió un voto, y no se fue la fuerza. Tampoco podía tocar un cadáver. Y Sansón, en varias ocasiones, lo hizo. En una ocasión, toma una quijada de un asno, y mata a mil filisteos con ella. Así que, aún rompiendo el voto, Dios le da la fuerza; y lo grande es que de esa quijada, Dios saca agua. En otro momento, pelea con un león y lo mata y le mete la mano y saca miel; esto, rompiendo el voto nazareo. Mira qué grande es Dios, que puede bregar con tu pecado y hasta sacar de él miel, sacar agua de una cabeza de asno muerto. Dios puede sacar miel de tu problema porque Él brega con tu pecado. Donde se complica el asunto es cuando entregas tu corazón a alguien más que no es Él; porque después que se te meten en el corazón, Dios no cabe en el corazón.
Esto no es una invitación a pecar porque todo pecado tiene consecuencias, pero tú tienes que entender que la gracia y la misericordia de Dios son tan grandes que aún en tu pecado, su gracia te cubre, te guarda.
Cuando Abraham entró a Egipto, entregó a su esposa, la regaló; y cuando salió de Egipto, salió doblemente rico. Cuando aún pecando, recibes bendición, cualquiera se confunde. Por eso es que hay gente que peca y todavía prospera y van a la iglesia y piensan que el pecado no tiene consecuencias, pero no se dan cuenta que es la gracia y la misericordia de Dios la que te está cuidando y te está guardando, y de lo que no te estás dando cuenta es algo muy claro: que de los tres pecados, el único que era visible para los demás era el pelo. Tú puedes tocar algo muerto y nadie saberlo, puedes beber vino y que nadie sepa; y Dios brega con eso en lo oculto, y en público, te hace quedar bien, pero el cabello todo el mundo lo veía; y cuando tú veías un hombre con ese cabello, tú decías: ese hombre es nazareo.
Cuando la gente te ve a ti, ¿piensan que eres cristiano, o tú eres igual que cualquiera? El problema es lo visible porque de la abundancia del corazón habla la boca. Es imposible esconder lo que hay en el corazón de lo visible. Y lo visible es resultado del corazón. No puedes decir que Dios es tu prioridad y que no haya una ofrenda en tu chequera. No puedes decir que amas a tu esposa y que tu automóvil tenga más lujos que tu esposa. A nuestra iglesia la pueden criticar por muchas cosas, pero si algo hemos hecho es vivir lo que predicamos. Creemos en un Dios grande y construimos el templo más grande. La gente puede ver lo que creemos, puede ver la obra que hacemos porque lo visible muestra lo que hay en el corazón. Lo visible es importante porque demuestra la condición del corazón.
El día que a Sansón le cortaron el pelo, ese día todo el mundo supo lo que había en el corazón de Sansón; todo el mundo se dio cuenta que alguien nuevo era dueño del corazón de Sansón. Y qué triste cuando Dios no es el dueño de tu corazón. El mismo Cristo resumió la ley en dos cosas: amarás a Jehová, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu alma, y a tu prójimo como a ti mismo. Pero no puedes amar a tu prójimo, sin amar a Dios primero.
Este mensaje te enfrenta a la realidad de quiénes somos en Cristo Jesús. Te enfrenta a la realidad de que, en el valle de Sorec, todo lo oculto que tú has hecho, un día, va a salir a la luz. Y el problema del pecado es que juegas tanto con él, que un día entregas el corazón; y el día que entregas el corazón al pecado, entonces, Dios ya no tiene espacio en ese corazón. Y ahora Dios tiene que cambiar el corazón por completo. Por eso Dios siempre ha querido cambiar el corazón de piedra y convertirlo en uno de carne, uno sensible.