Debemos tener cuidado de las palabras que escogemos al hablar. En la connotación negativa, la boca puede ser utilizada para los chismes, destrucción; puede provocar heridas y otras maldades.
En el libro de 1 Corintios, el apóstol Pablo dice que hablaba como niño, pensaba como niño y juzgaba como tal, pero una vez fue hombre, dejó lo de niño. Los niños primeramente hablan, luego piensan, y juzgan por último. Un adulto maduro primero piensa, luego juzga y habla por último. Cuando hablamos de juzgar, nos referimos a que buscamos la prudencia; analizamos la situación, las emociones y toda la circunstancia. El adulto aprende a controlar las emociones, y no permite que estas le controlen; luego, piensa la forma en que va a contestar, y busca las palabras correctas para hacerlo. Después de todo ese proceso, entonces, habla.
Hablar es algo que constantemente hacemos. Esa continuidad nos lleva a no darle la importancia que merece. Debemos usar el poder de las palabras para construir y levantar, en vez de permitirle a las emociones que tomen control del momento y de la boca.
En el libro de Mateo, capítulo 15, Jesús y sus discípulos son acusados por los escribas, de romper la tradición de lavarse las manos antes de comer; pero, cuando él mira quiénes les acusan, les responde citándoles otro mandamiento que ellos no cumplían: Honra a tu padre y a tu madre. Más adelante, los versos 7-9 dicen: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.
Jesús no acusaba a los pecadores, más a aquellos que enseñaban mal los mandamientos, y actuaban contrario a los estándares que ponían, los reprendía en público. Los fariseos buscaban que Jesús dijera lo incorrecto y así tener oportunidad de acusarlo frente a la multitud; pero él se aseguraba de hablarles a los fariseos, y que la multitud entendiera el mensaje.
En los versos 10-20, vemos que Jesús se voltea a la multitud y les explica que lo que sale de boca del hombre es lo que realmente lo contamina, y no lo que entra. Esto no es excusa para comer cualquier cosa, pero el punto que establece Jesús esque, de la boca sale un listado de atentados contra otros hombres, porque la boca habla lo que hay en el corazón. La comida puede durar dentro del cuerpo unas cuantas horas, y luego es depositado en la letrina, pero una mala declaración puede durar toda una vida.
El poder de las palabras no es temporero. Ellas tienen poder en la eternidad. Lo que declares hoy tiene poder en lo que vas a vivir en los próximos años. Por eso, es mejor no decir nada y tener autoridad sobre tu coraje, antes que tener que vivir con las consecuencias de lo que dijiste.
Tú puedes decidir no dejarte llevar por las emociones, no solo por las consecuencias que estas traen, sino también por las personas que puedan estar escuchando. Ciertamente, nuestras palabras son capaces de transformar nuestra vida o de detenernos. Es importante que estés consiente de ese poder, para que no lo uses en contra de ti mismo y de los demás, sino que lo uses para bendición y transformación.