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Lo que Debes Ver, Oír y Hablar

Hay tres medios de acceso a tu corazón: Tus ojos, tus oídos y tu boca. Cuando tus enemigos conquistan la puerta de tu ojo, la puerta de tu boca, la puerta de tu oído, entonces das acceso, atas tu corazón.

Es importante cuidar la puerta de nuestros ojos, cuidar aquellas cosas que miramos, a las que le prestamos atención. Puede parecer inofensivo, pero todos, en algún momento, hemos abierto una puerta que, más adelante, ha provocado destrucción, por prestar atención a algo que no debimos.

En 1 Reyes 17:8, en adelante, se nos narra el momento en que Elías se encuentra con la viuda de Sarepta. Como hemos visto, se encontraron en la puerta de la ciudad, y allí Dios cambió la situación de aquella mujer, haciendo que su aceite y su harina no escasearan, sino que pudieran vivir por mucho tiempo de aquel milagro, por haber entregado aquella pequeña torta.

Pero, en el verso 17, en adelante, se nos narra otra parte de la historia. Uno de los hijos de la viuda enfermó y murió. Entonces, ella fue donde el profeta, quien se hospedaba en su casa, y este lo puso en su cama, oró a Dios porque el alma del niño regresara a su cuerpo, se acostó tres veces sobre él, y este revivió. Elías lo entregó a su madre, y esta dijo que ahora conocía que él era varón de Dios, y que la palabra de Dios era verdad en su boca.

En la primera parte de esta historia, la viuda estaba preparada para que ella su hijo murieran. Fue tras un encuentro con el profeta que fe se levanta en su vida, y comienzan a multiplicarse la harina y el aceite; pero, a pesar de ese milagro de prosperidad, su hijo enfermó y murió. Sin embargo, había una gran diferencia ahora en la vida de esta mujer, y es que ella le había dado acceso al profeta a su casa. La necesidad la había llevado a abrir una puerta que, al abrirse, no tan solo solucionó su problema inmediato de escasez, sino que, luego, cuando la muerte trató de entrar, ella ya tenía la solución en su mano, ya ella le había abierto la puerta al milagro. Esa es la importancia de abrir la puerta correcta en tu vida.

Quizás hoy todo esté bien, hoy hay comida, pero tú no sabes lo que va a pasar mañana; y más vale que tú hayas abierto la puerta correcta en tu vida para que, cuando venga el problema, hayas dado acceso a lo de Dios dentro de ti, y no a aquello que lo que pueda causar sea muerte en tu corazón.

Esta mujer aseguró el futuro de su hijo, no tan solo por la multiplicación de la harina y del aceite; el día que ella abrió aquella puerta, la abrió no tan solo para solucionar el problema inmediato, sino también cualquier otro problema que pudiera venir. Pero, por el contrario, muchas veces, sin darnos cuenta, nosotros abrimos puertas en nuestra vida que no son las correctas y, cuando llegan las circunstancias, no tenemos a dónde ir, no hay dónde sostenernos. Por eso, tenemos que tener cuidado a quién damos acceso a nuestra vida, a qué prestamos atención; porque, cuando abrimos las puertas incorrectas, podemos provocar que las circunstancias que lleguen sean permanentes, en lugar de ser transformadas por las cosas correctas de Dios a las que debimos haber dado acceso.

Cuida que tu enemigo no posea ni tus ojos, ni tus oídos, ni tu boca. Si abres tus ojos, tus oídos y tu boca de manera incorrecta, estarás permitiendo que un enemigo conquiste las puertas importantes de tu corazón y, cuando vengan circunstancias difíciles, le habrás abierto la puerta a todo lo incorrecto.

Esto parece algo sencillo, pero es que no podemos ignorar la influencia que tiene todo lo que nos rodea. Quizás estás trabajando con alguna depresión, con amargura, con tristeza, y te preguntas por qué; y puede ser que hayas abierto la puerta incorrecta a cosas que no necesitabas.

Decide hoy poseer, tener dominio, sobre tus ojos, tus oídos y tu boca. Lo que tus ojos deben ver es lo que Dios quiere que tú mires; tus oídos deben oír aquello que Dios quiere que tú oigas; tu boca debe hablar aquello que Dios quiere que tú hables. Toma hoy esta decisión.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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