Cada mes de julio celebramos en «perfil bajo» un espacio dedicado a recordar, mencionar y compartir con aquellos que por providencia divina gozan de la interesante tarea de ser padre, obra que trasciende la dimensión del proveedor; también va más allá de criar los hijos y ser sus protectores.
El quehacer asociado a ser padre es de suma importancia para todos los integrantes de la familia, por la razón de que da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño.
El tipo de actividad que realiza un padre constituye un elemento único y esencial en la crianza del hijo; su influencia es poderosa tanto en la salud emocional como en la formación del carácter de los hijos. Tanto la madre, que le dice: «con cuidado», como el padre que le dice «cuenta conmigo» sirven de estímulo a los hijos para avanzar en la vida, subir peldaños necesarios para llegar a la cima y producir los frutos necesarios el camino de la vida.
La encomienda del padre contemporáneo debe seguir orientándose al fomento o fortalecimiento permanente de las necesidades más sutiles de sus hijos: las emocionales y las psíquicas, sin dejar atrás la espiritualidad como un estilo de vida, como una forma de contemplar, vivir y transmitir el mensaje de Jesús bajo principios, valores y actitudes que, con el pasar del tiempo, están desapareciendo en una sociedad compleja.
Honramos y celebramos la tarea «titánica» de aquellos seres humanos que trascendiendo la preocupación por sí mismos y sus ocupaciones, logran ver al hijo en sus propios términos; aquellos que propician de manera permanente un ambiente de desarrollo potencial dentro de un espacio de libertad responsable y confianza.
Opino justo resaltar a aquellos «héroes sin capa» que ponen todo su empeño en fomentar una crianza saludable en la que los hijos no están destinados a satisfacer los deseos y las expectativas de los padres, sino que más bien los padres cumplen la función de orientadores que apoyan y colaboran bajo consenso en la construcción de planes y proyectos integrales.
Lo cierto es que cumplir la función de un buen padre en la sociedad constituye un desafío, un reto. Ser padre o madre va más allá de la condición biológica que cumple cada hombre o mujer a partir de la condición de procrear.
Esa función debe traducirse en actitudes, formas sanas de relacionarse entre padres e hijos. Entiendo que cada persona tiene un modo de interactuar y ejercer su rol dentro del seno familiar, pero hay que estar consciente de que las competencias entre los integrantes de la familia constituyen el principal factor de protección de los derechos a sus miembros.
En resumidas cuentas, lo interesante de ser papá implica aprender a socializar, interactuar, a desarrollar vínculos positivos, a proporcionar y recibir amor en un contexto de libertad. Considero necesario evaluar constantemente las funciones y roles dentro y fuera del entorno familiar; ser capaces de suplir y enseñar a los hijos e hijas el valor de la dignidad humana como seres creados a «imagen y semejanza del Creador».