Para vencer el pecado, lo importante no es tratar de modificar la conducta, sino estar tan lleno de Dios, de su conocimiento, del Espíritu Santo, que te dé la autoridad y no dé espacio a que haya otra cosa en ti. En la vida, tú cedes a la tentación por los vacíos que se crean. Y si el vacío no se llena con algo correcto, entonces, vuelves a ceder.
Si bonito es que un hombre modifique su conducta hacia las mujeres porque piense que no quisiera un mal hombre para sus hijas, mejor sería que lo hiciera por la convicción de la divinidad en la mujer. Tú no debes cuidar de tus hijos meramente porque eres responsable, no debes pagar pensión meramente porque eso es lo que te exige la ley; tienes que pagar pensión porque te lo exige la ley, pero ese no es el conocimiento más grande del que tú te debes llenar; tú lo que debes entender es la grandeza de los hijos que tienes y cómo Dios los mira. Cuando tú miras a tus hijos como Dios los ve y te llenas de ese conocimiento, no hay espacio para otra cosa.
Tu razonamiento no puede estar basado en el temor de que te pudiera pasar a ti o a un ser querido; tu base no puede ser el temor, sino el amor. Es bueno ser confrontado con la realidad de que todo lo que tú siembras, cosechas. Si eso te preocupa, entonces debes realizar que tienes que cambiar. Pero más poderoso es cuando no es por miedo que hacemos las cosas porque, cuando el miedo se va, volvemos a lo mismo. Eso es lo que hacen la ley y la tradición; te hacen modificar conductas por miedo. La gracia de Dios te hace modificar conducta por amor a Dios, que es otra cosa totalmente distinta.
Ojalá todos pensáramos en no hacer lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros o a un ser querido, pero hay un razonamiento mayor que ese, el espiritual. Tú estás lleno de Dios, lleno del Espíritu de Dios y ves las cosas a través de la manera divina, como Dios las ve. Ese conocimiento no le da espacio para que haya pecado en tu vida porque ahora cuando miras lo que está a tu alrededor, lo miras a través de los ojos de Dios. Tú no miras tan solo que estás sembrando mal y que algún día ese mal te puede llegar a ti, sino que al no hacer lo correcto estás atentando con lo que Dios está viendo y haciendo en la vida de esa otra persona y en tu propia vida.
Tú no haces ejercicio meramente por verte bien; de lo contrario, tu cuerpo se vuelve tu dios. Si haces ejercicio meramente por salud, la salud se vuelve tu dios. Tú debes hacer ejercicio y cuidar de tu cuerpo porque es templo del Espíritu Santo. Cuando tú ves tu cuerpo como algo divino, entonces, lo ves en otra dimensión. Tu vida se llena de un conocimiento y una revelación que te hacen amar tanto a Dios y toda su creación, que entonces queda cada vez más, menos espacio para el pecado. Ahí es cuando tú comienzas a vencer realmente la tentación en tu vida.
Vencer la tentación no es vaciarte del pecado, sino llenarte de Dios. Mientras más lleno estés de Dios, entonces no habrá espacio para el pecado. Pero para llenarte de Dios, no puede ser cosa del razonamiento natural, sino que tienes que aprender a ver las cosas como Dios las ve.
En la Biblia, hay una secuencia de patrones interesante, que nos ayudan a estudiar y ver cosas profundas de Dios. Una de las cosas interesantes que vemos es el concepto del pan como alimento. Y una de las cosas que nosotros como creyentes tenemos que aprender a vencer en nuestra vida es lo que conocemos como los apetitos de la carne, los deseos de nuestra carne. Estos comienzan desde lo más sencillo, desde el hambre física, el hambre natural. El concepto del pan lo vemos desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento dentro de la comida diaria del pueblo de Dios, y representa eventualmente el sacrificio de Cristo. Cuando comemos la Santa Cena, lo que partimos es el pan. Cuando los discípulos iban caminando por el camino de Emaús, de primera instancia no reconocieron a Jesús, sino hasta que se partió el pan. Jesús mismo dijo: yo soy el pan de vida. ¿Por qué? A través de toda la Palabra, el pan es lo que satisface el apetito del hombre; un apetito natural que, eventualmente, se convierte en la demostración del apetito espiritual que todos tenemos, esa parte de nosotros que tenemos que satisfacer.
El apetito llega por muchas razones. Pero la realidad es que el apetito natural llega por la falta de algo. Cuando deseas comer es porque tienes hambre, que no es otra cosa que estar vacío. El problema del ser humano es que en estos tiempos no come porque tenga hambre, sino que está vacío emocionalmente y ahora come para satisfacer el vacío emocional porque lo más que llena y satisface la vida de una persona es beber y comer. Y la mayoría comemos emocionalmente, por la adrenalina del café, del azúcar, del postre. Tú no comes cuando tienes hambre, sino cuando sientes que tienes que comer, llenando el vacío emocional. ¿Qué tiene que ver todo esto con el pecado? Así tenemos que tratar el pecado en nuestra vida. Tendrás apetito por el pecado, cuando estés vacío. Pero si estás lleno, entonces, puedes escoger correctamente qué comer para que te llenes, para que calmes la ansiedad.
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:1-4
Un ayuno no es otra cosa que vaciarte. Jesús se vació, tuvo hambre. Y el enemigo le dijo: di que estas piedras se conviertan en pan. ¿Por qué no le dijo carne o pescado? Por el significado espiritual del pan en la Biblia; hay algo que representa para la vida del individuo, que es más que simplemente satisfacer la parte física; es la satisfacción espiritual.
El momento de debilidad llega cuando ahora Jesús tiene hambre. Físicamente está vacío y comienza el apetito que quiere ser satisfecho. Ese vacío comienza a provocar ahora que el Señor desee algo para satisfacer su necesidad. La comida normalmente no es algo meramente físico. Los cavernícolas comían quizás una vez a la semana. Era una experiencia diferente. Hoy, como tenemos todo disponible, comemos todo el tiempo y lo que buscamos es satisfacer una necesidad emocional. A Jesús le llega la tentación al final, cuando está vacío. Pero podemos compararlo con la experiencia que tuvo Elías.
“Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 2 Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. 3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 4 Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” 1 Reyes 19:1-4
Elías se fue por el desierto y, luego de un día de camino, se sentó deseando morir. Un día fue lo que aguantó. El profeta Elías estaba vacío. Toda energía se había ido; fuego había bajado del cielo, llevaba tres años escondido, Dios lo había estado alimentando con los cuervos, después con la viuda; ahora enfrenta a los profetas de Baal, mata a todo el mundo, se queda sin energías, sale corriendo, huyendo, deja a su criado allí, camina un día y desea morirse. Está tan vacío, que desea morirse.
“5 Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. 6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8 Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. 9 Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” 1 Reyes 19:5-9
Cuando Dios quiere que tú camines por un camino largo, la única manera de hacerlo es estando lleno. Para Dios llevar al profeta al lugar correcto donde Él le puede hablar, primero tiene que darle una comida que lo alimente para que pueda caminar por un largo periodo de tiempo. Nunca emprendas un largo camino sin estar lleno. Si no estás lleno, no vas a resistir. El que se llena de la Palabra, el que recibe la palabra de Dios, es el que sabe que largo camino le resta. Cada vez que tú recibes esta palabra, es porque sabes que necesitas palabra, necesitas estar lleno de algo para salir y caminar allá afuera porque largo camino te resta.
Dios te fortalece siempre primero, para llevarte a un encuentro con Él. El enemigo siempre va a esperar que estés vacío para llegar a ti. El enemigo no llega cuando tú estás lleno porque no hay espacio. Cuando tú estás lleno, no estás mirando para el lado; estás concentrado en lo que tienes que hacer y para dónde vas. Cuando tú amas a tu cónyuge, a tu familia, a tus hijos, a Dios, tú no estás mirando para el lado, lo que te falta o lo que el mundo piensa que te hace falta; cuando tú estás enfocado en lo que Dios quiere hacer contigo, tú no estás mirando para un lado o para otro, no te sientes vacío, no hay nada dentro de ti que el enemigo pueda usar; porque el enemigo siempre va a llegar cuando tú estás vacío.
Cuando Dios quiere darte una nueva temporada, lo primero que hace es traerte ángeles para que te den el pan que necesitas para seguir adelante. Este patrón es constante en la Palabra.
Por cuarenta años estuvo el pueblo de Dios en el desierto. ¿Qué Dios les daba todos los días? Maná. ¿Para qué? Para sostenerlos. Pero ¿qué pasó con lo que Dios les daba? Para ellos no era suficiente. Y ese es el peligro. Cuando el diablo tentó a Jesús con que cambiara las piedras en pan, entre las cosas que le estaba diciendo era que desconfiara de que Dios iba a proveer para él. Cuando miramos el pan en la Biblia, vemos dos cosas; no tan solo el alimento básico que te debe sostener, sino el reconocimiento de que Dios te lo va a proveer, y que Él sabe realmente lo que tú necesitas.
El pueblo no quiso comer más pan; querían comer carne. ¿Qué estaban menospreciando? La provisión de Dios para satisfacer el apetito que habían aprendido en Egipto. En otras palabras, la comida con la que Dios les quería llenar, no era con la que ellos querían estar llenos. Y ahí es donde siempre vemos el problema en la iglesia. La gente quiere comer lo que ellos quieren comer, y no lo que Dios les quiere dar porque la gente lo que busca es satisfacer un apetito que no necesariamente se satisface realmente con lo que Dios quiere darte.
Dios les daba todos los días el maná, el pan, pero para ellos no era suficiente; querían carne, pescado. En la iglesia, para algunos, la Palabra no es suficiente, quieren actividades, eventos. Dios les manda maná, pero no es suficiente; lo que ven es el pescado que hay en otro sitio. Pero la pregunta es: si Dios es Dios, ¿no sabrá Él de qué es que tú te debes alimentar?