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Llamados a deleitarnos en el Señor al confiar en Él

Debo reconocer que hay frases en las Escrituras que me resultan extrañas por no saber bien cómo se aplican en la vida. Eso me pasó por años con la frase: «Deléitate asimismo en Jehová» (Sal 37:4, RV60). ¿Cómo me «deleito» en alguien? Quizás es más sencillo pensar en deleitarme con un hermoso atardecer porque afloran emociones positivas al contemplarlo, o deleitarme al escuchar una canción que me gusta y despierta en mí recuerdos y sensaciones agradables.

Leer este salmo completo es importante porque me permite observar a un David anciano (v. 25), quien ya ha recorrido una vida con Dios, ha visto al impío ser realmente malo e injusto y ha sufrido las consecuencias de esa maldad. Es decir, vemos a un David que ha transitado por la dureza e injusticia de esta vida, pero cuyas palabras no lo muestran desesperanzado, triste, pesimista y desechando la vida mientras llega al final de sus días.

David le enseña a Israel que no tiene sentido enfocar el corazón en este mundo o en los resultados que demandan nuestras expectativas humanas. Es por eso que, en primer lugar, el salmista exhorta al pueblo a hacer el bien (v. 3b). Básicamente les dice que se enfoquen en lo que tienen por delante: habiten en la tierra, sean fieles con lo que tienen y hagan el bien. En lugar de estar mirando a todas partes y quejarse de todo y de todos, preocúpense, más bien, por hacer su parte y hacerla de la mejor manera posible. Pero no se puede negar que es difícil hacer el bien y hacer tu parte cuando al vecino, que toma la ruta más corta y deshonra a Dios, la vida parece sonreírle.

Entendiendo lo difícil que es este panorama, David exhorta: «Confía en el Señor», una frase que repite hasta tres veces (vv. 3, 5, 7), para dejar en claro el llamado que tenemos a confiar en el Señor aun cuando los resultados no sean los esperados.

Presta atención a lo que sigue, porque es clave para comprender la relación entre confiar en Dios y deleitarse en Él.

Después de hacer el primer llamado de confianza al Señor, y de exhortar a hacer el bien, llega el verso en cuestión: «Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón». El salmista podría haber dicho: «Dios te dará las peticiones de tu corazón, y por esa razón puedes deleitarte en Él», pero ese no es el orden de palabras que usa. Por el contrario, el salmista dice: «Si haces de Dios tu deleite, entonces Él te dará las peticiones de tu corazón». Qué interesante, ¿no?

Aquel que ama la justicia ha llevado la verdadera esperanza hasta la cruz del calvario para que el mal no quede impune

David está diciendo que necesitas renunciar a creer que la satisfacción de tu vida está en cómo te va a ti y a los demás a cualquier precio. Por el contrario, pon tu satisfacción en el Señor. Solo desde ese momento tu corazón estará satisfecho y el Señor te concederá las peticiones de tu corazón, porque solo en Él está el único lugar en el que tu alma encontrará el deleite que busca.

Sin embargo, ¿cómo me deleito en Dios cuando los deseos de mi corazón andan palpitando por otras latitudes? La clave está claramente definida en el «confía» que David repite inmediatamente después de ese verso.

El pueblo de Israel podía deleitarse en el Señor porque Él es confiable (v. 3). David sabía de qué hablaba porque había vivido persecuciones, amenazas, decepciones y aún había sido autor de los peores pecados que guardan las páginas de la Biblia. Él no es un recién llegado que habla de la boca para afuera, sino que es un hombre que ha experimentado la vida con Dios, en los bajos más oscuros y en las cumbres más altas.

En los versículos siguientes el salmista se dedica a explicar por qué el Dios en que se deleita por completo es confiable y le recuerda al pueblo de Israel el carácter de ese mismo Dios. Los siguientes treinta y tres versículos están llenos de las acciones que los impíos realizan, pero todas vienen seguidas de un «pero» que le recuerda a la audiencia de David que ellos no están a la deriva. Dios los sostiene porque Él es justo y no pasará el mal por alto: el justo será sostenido, preservado y recibirá compasión; mientras que el impío y su descendencia serán exterminados.

El gran llamado de este salmo es recordarme que no necesito enfocarme en cómo me va en la vida a mí o a los demás, sino a deleitarme en el Señor, a pesar de los resultados que esta vida traiga, porque no son ellos los que satisfacen el alma.. Podemos confiar en que Dios es mucho mejor y que solo en Él mi alma puede estar satisfecha (v. 5).

Así como los atardeceres son hermosos por sus colores intensos y vibrantes, Dios es infinitamente más glorioso simplemente por quién es Él. Esa es la razón suficiente para tomar la decisión de quitar mi mirada de las circunstancias y los desenlaces que vienen con este mundo caído para fijarla en Aquel que es confiable, infinitamente hermoso y que nunca me va a soltar de Su mano. Eso es más que suficiente para dedicarme cada día en hacer de Él mi deleite.

Para nosotros, aquellos que estamos en Cristo, la esperanza siempre será aún más gloriosa. Aquel que ama la justicia ha llevado la verdadera esperanza hasta la cruz del calvario para que el mal no quede impune, pero, a la vez, para asegurarme que sea lo que sea que atraviese en esta vida lo puedo hacer con esperanza, sabiendo que Dios no desperdiciará nada, sino que todo lo usará para mi bien y mi favor (Ro 8:28).

¿Cómo no dedicar mi vida a deleitarme en ese Dios maravilloso en carácter y obras?

Fuente:
María José Rivera

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