¿Qué viene a tu mente cuando piensas en un líder? Lo cierto es que muchas son las imágenes que se asocian al liderazgo y demasiadas las definiciones que intentan categorizar “qué es un líder”. Este artículo no definirá ni atribuirá calificativos al liderazgo, para ello recurramos a los cientos de libros que hablan de eso o bebamos de lo que John Maxwell, Peter Drucker, Jim Rhon y otros eruditos han dicho (por mencionar solo a algunos).
Hoy quiero presentarte siete estilos de liderazgo que históricamente han sido parte de nosotros los humanos, estilos que han marcado el destino de naciones o inclusive, el surgimiento de tiendas de barrio que más tarde se convirtieron en multinacionales…, todo porque sus líderes decidieron optar por el mejor estilo a la hora de liderar.
- Estilo Burocrático: es aquel tipo de líder que lidera desde su posición o jefatura. No soporta que no lo reconozcan como líder, superior, gerente o supervisor (exige respeto, pero hace poco por ganarlo). Su estilo es “antiguo” y casi siempre causa rechazo a quienes lidera.
- Estilo Autocrático: está muy ligado al anterior, de hecho son inseparables. El líder autocrático es aquel que hace prevalecer su voz, su opinión, su proyecto por sobre los demás. No escucha, no recibe consejos, no pide opiniones; sólo manda y exige sumisión total. Sus colaboradores (o esclavos) tienden a renunciar.
- Estilo Democrático: este estilo se caracteriza por motivar al equipo a participar con ideas, desarrollar la habilidades del equipo, estimula, promociona y hace que todos se sientan parte de los triunfos organizacionales. Sin embargo a veces se excede en “pedir demasiada opinión” provocando que todos quieran dirigir la embarcación.
- Estilo Carismático: es aquel cuyo líder entusiasma a los demás con energía pura, transparencia, alegría; los líderes con este estilo son atractivos, la gente quiere trabajar con ellos. Son personas con “don de gentes”, pero también son impulsivos, a veces cometen errores porque se dejan llevar por sus emociones más que por la lógica.
- Estilo Transaccional: este estilo se basa en “yo te doy, pero espero esto de ti a cambio”. Los líderes de este estilo tienden a ser poco asertivos, y acostumbran a su gente a trabajar por recompensas y castigos, a la larga los líderes terminan solos porque sus trabajadores los aprecian sólo por lo que puede hacer por ellos (premiarlos o despedirlos).
- Estilo Influencia: este tipo de liderazgo es aquel que sin ocupar un puesto en la organización su opinión cuenta, y mucho. La gente lo sigue no por el cargo, sino por su nivel de influencia positiva en los demás. Estos líderes son siempre positivos, por lo general muy preparados y siempre dispuestos a asesorar a quien se lo pida.
- Estilo Mentor: es el mejor de los mejores, pero para llegar a este nivel el líder debe haber caminado un largo trayecto antes (no cualquiera se convierte en mentor). Estos líderes son formadores de líderes, su inteligencia emocional ha sido trabajada, su asertividad es impresionante, su don de gentes es inigualable y su capacidad de recibir críticas y responder sanamente a ellas es un lujo. Estos líderes son constructores de vidas y organizaciones.
¿El Mejor Estilo?
Les propongo un mejor estilo, uno que supera a los anteriores, uno que pocos están dispuestos a asumir porque no es pomposo, no genera beneficios personales y los resultados de su práctica se verán ––a veces–– mucho tiempo después de que el líder haya dejado el puesto:
LIDERAZGO DE SERVICIO.
No podemos hablar de este estilo sin mencionar a uno de sus máximos practicantes, Jesús de Nazaret. Fue él quien dijo: “Pero entre ustedes debe ser distinto, pues si quieren ser grandes entre sus pares deben ser los menores; y si desean liderar a los demás antes deben aprender a servir”. Pero tan magnífica afirmación no se quedó allí, el Señor fue un paso más allá y llevó a la práctica lo enseñado. Fue siervo de los hombres, no solo lavó sus pies, sirvió a sus seguidores (e incluso a quienes lo denostaron) de diferentes maneras: los sanó, los enseñó, los corrigió, los amó, los alimentó…, se entregó en una cruz romana para morir por ellos (por ti y por mí también). A la verdad Jesús estuvo siempre dispuesto a sacrificarse por los demás, fue así que su ejemplo motivó a su gente a seguirlo hasta el fin.
Jesús sabía que liderar con el ejemplo no es la principal forma de influir en los demás, es la única; por eso “se arremangó la túnica y se puso una toalla al hombro”, para luego de haber terminado su faena decirle a los suyos: “Así como yo he hecho hagan ustedes a los demás”.
El servicio debe ser la principal forma que los líderes de organizaciones eclesiales deben abrazar como su estilo de liderar, deben hacerlo no por “moda, tendencia, por el que dirán”, sino porque es el modelo que nuestro Líder Alfa ––Cristo–– instituyó para nosotros; un estilo que trasciende tiempos, espacios, épocas y plataformas. Es un estilo tan eficiente que incluso líderes no religiosos lo toman para sí. Y si ellos lo han hecho suyo, ¿cuanto más nosotros que servimos a los santos y a los no tan santos? Seamos líderes-siervos (sin desechar lo mejor de los otros estilos); seámoslo por convicción y conveniencia; sí, nos conviene ser siervos porque es la mejor forma de predicar el evangelio sin siquiera abrir nuestra boca.
El líder-siervo…
No es arrogante; es humilde, sencillo, siempre accesible
No busca ganancias para sí mismo; busca que el Reino gane
No se enoja cuando no le dan los mejores asientos; se siente feliz sentándose en medio del pueblo
No se frustra cuando no le llaman Pastor, Obispo, Superintendente; sabe que es uno más entre sus hermanos
No habla mal de los demás escudándose en su posición; es un maestro en guardar su boca y las espaldas de sus colaboradores
No le hace la vida miserable a quienes no están de acuerdo con él; escucha atentamente las críticas y pone atención a la oposición
No bloquea el avance de quienes son mejores que él; en cambio los promociona
No se hace notar; en cambio otros son los que lo hacen brillar
No se cree más inteligente que los demás; en su lugar se deja asesorar por gente más sabia que él
No se siente digno del puesto; sabe que al sentirse digno la gracia divina ya dejó de operar en él
No anhela cargos/puestos/gerencias/supervisiones de manera “insana”; pero los asume con toda responsabilidad y hace lo mejor si le toca liderar desde una plataforma
No se apropia de los puestos; los deja con gozo cuando sabe que ha llegado la hora de dar un paso al costado
No siente envidia de las generaciones más preparadas; aprende de ellas y los invita a trabajar con él
No da lástima, no se queja, no culpa a la Organización por sus desgracias personales; asume su cuota de responsabilidad y es fiel a la denominación que lo nombró su líder