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Libertados del pecado para servir a la justicia

Quiero continuar de nuevo con este llamado solemne del apóstol Pablo a la vida de santidad. En nuestro último mensaje vimos cómo Pablo nos llama a que presentemos nuestros cuerpos y nos tomamos tiempo en desarrollar esta idea a fin de vivir una vida santa.

Y no puedo dejar de tocar un versículo más de esta idea para reforzarla en nuestra mente porque puede ser muy iluminador ¿no? y es tan importante este llamado a la vida de la santidad. En el versículo 5 del capítulo 12 de Romanos el apóstol Pablo dice: «Mientras estábamos en la carne las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte pero ahora estamos libres de la ley por haber muerto para aquélla en que estábamos sujetos de modo que vivamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el viejo régimen de la letra.»

Ven ustedes de nuevo esta idea. Una de las cosas que resulta misteriosa es entender que bajo la ley del Antiguo Testamento lo que Dios hizo fue que estableció un plan de que la salvación tenía que ser por las obras, las acciones de los hombres; los hombres se salvaban por sus buenas acciones y se perdían por sus malas acciones y había un plan bien complicado de sacrificios y de una cantidad de rituales que había que hacer para obtener la justificación de Dios y evidentemente era imposible alcanzar eso.

Entonces lo que Dios hizo bajo el antiguo plan de la ley fue como atraparnos en un sentido y establecer la manera natural en que los hombres podrían alcanzar relación con Él y agradarlo y enseñarle a la humanidad de que de esa manera en realidad era imposible agradar al Señor y establecer como un precedente legal, jurídico antes de traer entonces la humanidad al plan verdadero que Él tenía siempre bien intencionado que era la salvación por medio de la Gracia, por medio de la Obra de Cristo Jesús, por medio de la Obra del Espíritu Santo en nosotros que al trabajar en nuestro corazón, en nuestra mente, nuestro cuerpo, los miembros de nuestro ser biológico entonces Dios podía llevarnos a esa vida de santidad, esa vida agradable al Señor.

Y aún así nunca podríamos comportarnos perfectamente bien sino que tendríamos siempre que depender de la Gracia que es siempre por medio de Cristo Jesús, tarde o temprano tendríamos que ir ante Jesús para que Él nos purificara y saldara la cuenta por así decirlo que nosotros no podíamos pagar por nosotros mismos.

Entonces por eso es que él habla aquí de que antes las pasiones del pecado obraban por la ley porque la ley hacía clara la pecaminosidad del hombre, nadie podía ser salvo por medio de la ley entonces el pecado como que resaltaba, porque mientras más los hombres trataban de agradar a Dios por medio de sus propias obras y de sus rituales y sus sacrificios más se enmarañaban en su propio pecado y se daban cuenta que jamás podían agradar a Dios.

Y entonces Pablo dice: pero ahora ¿saben qué? ahora ustedes ya han muerto a eso es una declaración como que contundente, delante de Dios están muertos y deben vivir de esa manera con respecto a ese modo de existir antes y ahora están bajo el régimen nuevo del Espíritu; ese Espíritu trata con ustedes, los perfecciona, los trabaja para que ustedes puedan llegar a ser lo que Dios quiere que ustedes sean.

Entonces en el versículo 18 del capítulo 6 de Romanos Pablo dice: «Y libertados del pecado vinisteis a ser siervos de la justicia.» En otras palabras ahora como hijos de Dios ya nosotros no servimos el pecado, no servimos la injusticia, no servimos nuestros propios cuerpos y nuestra propia biología sino que somos ahora siervos, sí todavía pero siervos de la justicia.

Y entonces dice algo muy bello también en el versículo 19, dice que: «Así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia» ¿ve usted ahora una vez más esta idea de presentar nuestros órganos físicos y mentales al Señor para que Él los tome y los santifique y pueda usarlos entonces para gloria y honra de Su Nombre?

Qué lindo en el versículo 22 de Romanos 6 también dice: «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervo de Dios tenéis como fruto la santificación y como fin la vida eterna.» En otras palabras Dios nos ha libertado del pecado, nos ha libertado de la esclavitud a la ley que no podía lavar nuestra conciencia sino que todo lo contrario nos hacía sentirnos cada vez más pecaminosos porque más cuenta nos dábamos de que no podíamos verdaderamente satisfacer la justicia de Dios, pero ya Dios nos ha libertado de eso a través de Cristo Jesús, a través del Espíritu, a través de Su Gracia que ahora ha sido libertada por medio del sacrificio de Cristo en la cruz del calvario.

Entonces antes servíamos el pecado, ahora servimos otra cosa, servimos a otra persona. Servimos otro Reino, otros principios; son los principios de la justicia y de la santidad. Hemos sido hechos siervos de Dios y el fruto de ese servicio es la santificación ¿y sabes cuál es el fin de todo eso, el resultado final dice? la vida eterna.

Qué interesante Pablo dice aquí que hay dos pagas que nosotros podemos recibir de nuestras acciones, sigo adelante dice porque cuando hablo de la vida eterna como el fin de la santificación dice: porque hay dos cosas que usted puede recibir como pago, puede recibir o la paga del pecado que es muerte o la dádiva de Dios en otras palabras el resultado de servir a Dios que es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Siempre va a haber dos resultados y siempre va a haber dos señores a quien nosotros podemos servir. Usted puede o servir a la carne, servir al pecado, servir al diablo, servir al infierno y recibir como resultado de todo eso la muerte eterna y la condenación eterna o puede escoger servir a Dios, sujetarse a Él, aceptar el señorío de Cristo en su vida y entonces puede tener un resultado que es la vida eterna.

¿Cuál de los dos vamos a escoger? evidentemente no hay competencia. Tenemos que escoger la vida de santidad porque esa es la única que produce el gozo, la paz, la reconciliación con Dios, el saber que estamos bien delante de nuestro Dios y que tenemos como resultado final la vida eterna. Quiera Dios que nosotros escojamos siempre ese comportamiento, esa vida de gran intimidad con Dios por medio de la santificación y la santidad. Que el Señor nos bendiga y estaremos continuando nuestra meditación en nuestros próximos. Dios le bendiga.

Fuente:
Predicas

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