La soledad no es más que la falta de relación significativa con la persona o personas que desearíamos tener a nuestro lado, comunicándonos realmente con ellas, expresándoles nuestros sentimientos, y anhelos, sentir su afecto, su compañía y disponibilidad para conversar y comprendernos mutuamente…
Pero otra de las realidades cruentas de la vida es que a veces, esas personas con quienes tenemos una relación significativa, por diferentes motivos se alejan de nosotros. A diferencia de la antigüedad, hasta la familia ahora tiende a disgregarse, creando un vacío afectivo que rara vez se supera sin un gran sentimiento de pérdida.
Los cubanos hemos sido afectados, como muchos otros países, por una emigración que separa a las familias, la mayoría de las veces definitivamente. Tanto los que salen a otro país en busca de una nueva vida, como los que deciden permanecer sienten el dolor de la separación. Porque una carta, fotos, llamadas telefónicas, correos electrónicos, o incluso ayuda económica y visitas esporádicas jamás sustituyen la satisfacción que produce la relación constante y cercana con las personas que amamos.
Saber que en un momento difícil no podremos tomar de la mano o abrazar a un ser querido o simplemente sentarnos a su lado, es doloroso. Aunque pretendamos ignorarlo envueltos en la vorágine de la vida y la lucha por la subsistencia, la ausencia de quienes amamos siempre deja un vacío que a veces ni el tiempo puede mitigar.