Si Dios nos diera todo inmediatamente cada vez que lo necesitamos, ¿dónde estaría la fe? ¿Dónde estaría la esperanza? Dios quiere que desarrollemos fe confesando sus promesas y esperándolas con paciencia. Me encanta el texto de Hebreos 11:13: “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos y creyéndolo, y saludándolo y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra…”
Me gusta eso de ‘mirándolo de lejos’ y ‘creyéndolo y saludándolo’. Eso es lo que nosotros hacemos con las promesas de Dios; muchas veces las miramos de lejos y las visualizamos, como el niño que mira esas golosinas intensamente a través del vidrio de la tienda y pone la mano así como que quisiera comérsela, pero hay un vidrio que se lo impide.
Y nosotros así, miramos las promesas de Dios, pero tenemos que verlas como si ya fueran una realidad. Usted no saluda nada que no crea que pude interactuar con usted, ¿sí o no? nosotros creemos tanto en las promesas de Dios que las saludamos. Gloria al Señor.
Y sucede que, en medio de la prueba, cuando el diablo nos está diciendo, “mira, maldice a Dios y muérete. Te dijo que te iba a dar esto o aquello y no te lo dio”, Nosotros respondemos, como Job: “No, yo sé que mi redentor vive”. ¡Aleluya! Y confesamos y saludamos la bendición venidera. Y decimos por fe, “Yo sé que Dios me va a sacar de este apuro. Dios me va a sacar de mi prueba y de mi tormenta. Él prometió que yo iba a llegar a la otra orilla, y he de llegar a ella en el nombre de Jesús. Porque tengo mi Ayudador, que aunque no lo veo, sé que él está allí y lo siento con mi espíritu y lo confieso”.
Muchas veces cuando estamos pasando por prueba, nada de este mundo nos sugiere que Dios es verdaderamente fiel. En esos momentos tenemos que armarnos de una fe desafiante y declarar la bendición que sabemos que ha de venir y confesar positivamente con nuestra boca como si ya fuera una realidad.
Una de las cosas que nos ayuda, cuando estamos pasando por tiempos de crisis es declarar por fe aun lo que no creemos; inclusive, muchas veces confesar lo que no sentimos, y aunque todo nos está diciendo—nuestra biología nos está diciendo: “Duda de Dios; deja de alabarlo porque no te ha dado nada de lo que tú esperabas”, declaramos, “No, yo sé que mi Dios es bueno, mi Dios es fiel, mi Dios cumple lo que él promete. Mi Dios me sacó del hoyo una vez y volverá a hacerlo otra vez”. ¡Aleluya!
Y uno se mantiene fiel en esa postura. El Señor siempre cumple lo que él promete. “No serán avergonzados cuantos en él confían”. La palabra del Señor dice, “Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”.
El Señor nunca te va a decepcionar si tú te mantienes firme en sus caminos y confiesas que él es bueno. Mantén tu mirada puesta en el Señor. Cree y mira de lejos y saluda lo que Dios te ha prometido, y podrás llegar a la victoria.