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Las Tormentas de la Vida

35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”  Marcos 4:35-41

Primero temían al mar, al viento, y ahora temen y se maravillan de quién es el Señor.  Su perspectiva cambia, comienzan a cuestionar quién es Aquel que estaba al lado de ellos.  Estando Jesús con ellos, no lo conocían.  La Biblia nos habla de ocasiones en que nuestro Señor Jesucristo experimentó tormentas.  En la vida, todos tenemos tres tipos de tormenta:

  1. Las que nos buscamos.  Se crean porque las buscamos.  Cometemos algún error de comisión o de omisión, alguna imprudencia a sabiendas o por ignorancia, y llegan dificultades a nuestra vida.  Estas comenzarían a desaparecer si aceptáramos que nos buscamos ese problema.
  2. Las que anticipamos.  En Puerto Rico, por ejemplo, tenemos una temporada de huracanes.  Nos preparamos con tiempo porque sabemos que vienen tormentas, se nos dice y hasta sabemos por dónde vienen y con qué intensidad.  La preparación no necesariamente minimiza el impacto de la tormenta, pero sí nos ayuda a sobrepasarla, a sobrevivirla.
  3. Las que nos sorprenden.  Las que no esperábamos, las que no anticipamos, las que no nos buscamos; la pandemia, por ejemplo.  Cuando no sabemos reaccionar a estas tormentas, lo que hacemos es sucumbir ante el problema, y la tormenta hace más estrago de lo que debería hacer.

Este tiempo va a pasar, la pregunta es si tienes paz que guarde tu mente, tu corazón, tu interior, para que cuando atravieses esta tormenta puedas seguir firme y alcanzar todo lo que Dios tiene para ti.  Esa paz es la que guarda tu cordura para que tu corazón no se dañe, la que va a permitir que tú salgas más fuerte.  Por eso es que tienes que vivir en la paz de Dios porque es la que hace esa defensa en tu vida ante cualquier tormenta que te llegue.

Los discípulos comenzaron a experimentar ese momento difícil.  La tormenta se levantó, comenzó a crecer y temieron, tuvieron ansiedad ante el futuro oscuro que estaba ante ellos.  Hay una diferencia entre miedo y ansiedad.  Miedo es la reacción normal a un momento presente que estás viviendo; ansiedad es preocuparte por algo que todavía no ha ocurrido.  Te estás anticipando a algo, tu mente va al futuro y ve las posibilidades de aquello que puede ocurrir por lo que te está pasando hoy, y el miedo se convierte en esa ansiedad.  Y el problema de muchos es que viven en ansiedad constante porque no saben trabajar con sus pensamientos y guardar su corazón y su mente con la paz de Dios.  El miedo es normal y nos ayuda a defendernos en ciertos momentos, pero cuando tú no guardas tu corazón, tu mente, tu espíritu y no permites que la paz de Dios se meta en tu corazón, ahora te vuelves ansioso.  Te despiden y sientes miedo, pero si comienzas a desatar en tu mente una secuencia de eventos que pudieran resultar de ese hecho, entonces te pones ansioso por lo que todavía no ha pasado.  Perder el trabajo pudiera ser la mejor oportunidad de tu vida.  Ante un momento difícil, todos tenemos miedo, pero aquellos que hemos creído en la palabra de Dios, sabemos que nuestro final siempre será mejor que nuestro principio, así que no permitimos que nuestra mente vaya al futuro a predecir las cosas de forma negativa, sino que la paz de Dios te protege de llegar a ese final destructivo que estás imaginando.

¿Cómo te guarda la paz?  Te guarda de no comenzar a predecir ese futuro oscuro por el miedo que estás sintiendo.  Los discípulos comenzaron a ver su futuro oscuro.  Era normal que sintieran temor ante las olas, pero el problema es que comenzaron a decir: Nos vamos a hundir.  No habían comenzado a hundirse, pero en su mente, ya se estaban hundiendo.  El temor normal de estar en la tormenta que les sorprende, se convirtió en ansiedad por predecir un futuro que todavía no había llegado.

Estás ansioso; es normal que tengas miedo por lo que está pasando, por las circunstancias, pero vives en ansiedad porque estás prediciendo que vas a perder el trabajo, adelantándote al tiempo.  En un momento como el que estamos viviendo, no puedes estar planificando tanto para el futuro.  Este tiempo requiere que vivas día a día, requiere que te sostengas semana tras semana, sabiendo que el Dios que trajo provisión hoy, traerá también mañana.

Los discípulos comenzaron a ver las olas, el mar, la tormenta les sorprendió, era normal el temor, pero en sus mentes no tenía que entrar la ansiedad.  El temor es normal, pero no permitas ansiedad en tu corazón.  No mires tu futuro basado en el miedo presente, que es normal por la situación.  Detente y permítele a Dios que traiga su paz y te muestre el futuro glorioso que Él tiene para ti.

Solo puedes calmar la tormenta, si tú estás en descanso.  No tienes autoridad sobre las tormentas que te sorprenden, si tú no vives tranquilo en tu interior.  Aquel día, muchos despertaron en aquel barco y no hicieron nada; el que estaba durmiendo fue el que se levantó y tomó autoridad.  Los demás estaban desesperados, ansiosos, volviéndose locos, pero uno que estaba descansando, que no había permitido que la tormenta entrara en su mente, fue el que se pudo levantar y detener aquella tormenta.  La única manera que tú detienes las tormentas externas, es cuando no hay tormenta en tu interior, cuando estás descansando.  En un momento de emergencia, siempre se nos dice que guardemos la calma.  Los bomberos, los policías, mientras otros huyen del problema, ellos van hacia él.  Hay algo dentro de ellos que les permite ir para tomar autoridad sobre la dificultad.  Si tú tienes calma en tu interior, un día vas a poder hablarle a la tormenta que está afuera y decirle: Cálmate.  Le vas a dar orden a tu tormenta, y la autoridad vendrá de que en tu interior tú estás en descanso.

Si tú eres de los que estás volviéndote loco, hablando cosas que no debes hablar, gritando como un loco en la barca, lamentablemente, lo que vas a vivir es miedo y ansiedad, y nunca podrás tomar autoridad sobre el problema que estás viviendo.  Solo la gente que vive en reposo, en descanso, puede despertar y levantarse para tomar autoridad sobre la tormenta.  Solo el que está en descanso tiene autoridad para calmar la tormenta.

Fuente:
Pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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