“Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo: 2 Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, 3 y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche. 4 Entonces Josué llamó a los doce hombres a los cuales él había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu. 5 Y les dijo Josué: Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, 6 para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? 7 les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre. 8 Y los hijos de Israel lo hicieron así como Josué les mandó: tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como Jehová lo había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, y las pasaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí. 9 Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy.” Josué 4:1-9
Dios le dice a Josué que, en medio del camino, tomaran doce piedras y las llevaran al otro lado para hacer un monumento conmemorativo para que todo el mundo pregunte. Tu vida debe ser un monumento. Cuando la gente te vea, debe preguntar qué Dios hizo contigo. Josué puso otras doce piedras en medio del Jordán, así que, cuando se cerró, hubo algo que quedo allí enterrado, que nadie ve. Y al otro lado, llevaron doce piedras, y cuando la gente las ve, pregunta qué pasó. Dios le enterró a Moisés a Faraón; pero Josué, para entrar a la tierra prometida, tuvo que seleccionar qué piedra se queda enterrada y qué piedra sale.
La naturaleza, a través de los años, puede tomar piedras que caen al azar y formar algo bello, algo hermoso; pero esto toma muchísimos años. Esto no era lo que Dios pretendía. Dios no espera que seas como una obra de la naturaleza; eso sería esperar que las cosas que pasan al azar en tu vida se formen en algo hermoso. Una cosa es que las cosas caigan al azar, otra, que alguien tome pieza por pieza y las balancee. Si tú llegas a un río y ves una cascada, puedes decir que es hermosa la naturaleza, lo que se ha formado a lo largo de cien años; pero si vieras piedra sobre piedra balanceánose a modo de escultura, tendrías que preguntarte qué mano ha estado detrás de eso que hoy llama tu atención. Alguien tendría que haber tomado las piedras del mismo río, que se han formado al azar, y haberlas balanceado de manera tal que tú tengas que saber que hubo una mano detrás de todo eso.
Hay gente esperando que la naturaleza les lleve a ser algo grande, que las cosas caigan en su lugar, sin darse cuenta que las cosas de tu vida no van a caer en su lugar, hasta que tú decidas qué piedras entierras y con cuáles creas un monumento para la gloria de Dios.
Estás esperando que las piedras caigan en su sitio, y puede que algún día haya una cascada hermosa que tú puedas admirar, pero ¿cuánto tiempo va a tomar? Tú no tienes siglos para mostrar la grandeza de Dios en tu vida. Hace falta alguien que tenga la paciencia de, en medio del caos, acomodar y reacomodar las piedras hasta que queden en su lugar para que todo el que pase tenga que ver que ahí hubo una mano que tomó cada piedra y la acomodó. Y no es Dios quien toma cada piedra de tu vida para hacer un monumento, sino tú. Él te entierra a Faraón en el mar para que tú no lo veas, pero para tú cruzar el Jordán y entrar a la tierra prometida, tú escoges qué piedras entierras y qué piedras te llevas.
Tú tienes muchas memorias en tu vida; todos las tenemos; cosas que puedes marcarte; pero tú escoges cuál te pintan en un brazo. Nadie te obliga a escoger una memoria en particular. ¿Con qué piedras tú estás construyendo tu monumento? Tú tienes que saber escoger qué piedra se queda enterrada, y qué piedra te llevas al otro lado.
Esas piedras representan muchas cosas que marcan tu vida; y tú tienes que aprender a escoger qué piedra te llevas y qué piedra se queda. Hay gente en tu vida que, en el proceso de cruzar, tú los quieres enterrados. No respondas llamadas, bórralos de tus redes sociales; no es que no hayas sanado, es que no quieres volver a enfermarte. De la misma manera, hay piedras que llevas contigo, gente que han sido de tal bendición que tú los quieres al otro lado para que todos te pregunten y tú puedas decir: El día que conocí a tal persona, mi vida cambió. Es gente que Dios pone en tu camino. Hay memorias de tu vida que tú quieres que se borren, y las tienes que enterrar tú; déjalas a mitad de camino. Otras, tú las quieres llevar al otro lado. Nadie escoge esto por ti; tú escoges qué tatuaje te marcas, qué piedra te llevas. ¿Estás escogiendo las piedras correctas? No le hagas monumentos a los recuerdos del pasado, a menos que te pinten un futuro lleno de victoria.
¿Qué piedras te vas a llevar? Las piedras de tus memorias no todas son malas ni todas buenas. Aún hay buenas que hay que enterrar, porque el peor enemigo de lo mejor, muchas veces son las cosas buenas de tu pasado. Así que hay experiencias buenas y malas que tú tienes que enterrar, otras que te tienes que llevar; tú escoges. Dios no escoge eso por ti. Y tiene que haber una mano que, con paciencia, coja cada una de ellas y las forme. Nadie lo va a hacer por ti. Toma contigo las piedras correctas, entierra las incorrectas.
Dios te dice hoy: Llévate las piedras correctas; yo te estoy haciendo pasar a la tierra prometida; tu tiempo del desierto acabó. Llévate los buenos recuerdos, los que van a construir tu futuro, lo que te recuerde que ahí estuvo Dios y te cuidó, te guardó. Escoge la gente correcta, los lugares correctos, las experiencias correctas.