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Las Marcas del Espíritu Santo

Hay una foto icónica de National Geographic, de una joven afgana.  La foto se tomó en el 1985, y es icónica no tan solo por los ojos verdes de la chica, sino por el contexto.  Ella era una refugiada de Afganistán.  En aquel tiempo, los conflictos con Rusia hicieron que ella tuviera que ser desplazada a otro lugar.  Y la foto se hizo icónica no meramente por el color de los ojos, sino por lo que sus ojos proyectan; la resiliencia de un pueblo refugiado que, aunque estaban viviendo un tiempo difícil, tenían esa resiliencia de espíritu de continuar hacia adelante.  Así que, el contexto de la historia hace de aquella foto una todavía más impactante.

Años después, se buscó cómo estaba esta joven.  La encontraron y hasta le realizaron prueba del iris para asegurar que fuera la misma persona.  Interesantemente, la historia se repite y hoy esta mujer vuelve a ser refugiada, estando entre los que han sido desplazados de Afganistán cuando Estados Unidos salió abruptamente a órdenes del presidente Biden.

A lo que quiero llamar tu atención es a la marca de esos ojos y lo que demuestra aquella marca al resto de nosotros.  Por esos ojos, la volvieron a encontrar.  Por esa marca de esos ojos tan especiales vuelven a reencontrarse vuelven a encontrar a esta mujer, y pone ella un sello que no se encuentra en ninguna otra persona.  El reflejo de esos ojos demuestra el dolor de todo un pueblo, de toda una época, pero al mismo tiempo la valentía de seguir hacia adelante.

Todos hemos sido marcados por cosas y por gente, o decidimos tener la marca del Espíritu Santo sobre nuestras vidas.  Todos tenemos marcas que demuestran algo especial, y nosotros que hemos creído en el poder del Espíritu Santo, en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.  Hoy se celebra el día de Pentecostés, el día donde el Espíritu Santo descendió sobre Su pueblo y marcó la vida de todos aquellos que hemos creído, y esa es la marca más poderosa que todos nosotros podemos llevar, la marca de la presencia de Dios en nuestras vidas, la marca de la seguridad que tú puedes tener, de que no importa dónde estés, tu mirada puede reflejar el poder el Espíritu en ti, y que te da la certeza y la seguridad de que te dará la victoria, a pesar de lo que tú estés viviendo.

A lo largo de la historia del hombre, podemos ver el plan divino.  Dios visitó a varios hombres y mujeres con la intención de levantar una nación y habitar en medio de ellos.  Visitó a Abraham, a Isaac, a Jacob, pero entre Jacob y Moisés no visitó a nadie más por cuatrocientos años.  Por la razón que sea, José no tuvo esa experiencia.  Él pudo haberla pedido, pero se acostumbró a vivir en aquel lugar y allí el pueblo entero estuvo esclavo por cuatrocientos años.

Tu familia va a ser la misma mientras tú no tengas una experiencia que te marque a ti y que haga que tú no sometas a todos los tuyos a una esclavitud, a un momento de dificultad que no tiene por qué extenderse más que una temporada, simplemente, circunstancial.  Pero cuando una persona tiene esa experiencia de Dios, él y toda su familia serán completamente libres.

Pero eso no pasó con José.  así que, cuatrocientos años después, Dios se le aparece a Moisés.  Primero se le aparece en la zarza ardiendo, y luego en el monte Sinaí; y en aquel lugar Dios se le hace visible a su pueblo.  Lo curioso es que luego de esa experiencia, el pueblo promete obediencia a Dios, pero levantaron un becerro de oro; y después de aquello, Dios les pide que hagan un tabernáculo.  Y en Éxodo 40, dice la Biblia, que después que ellos hicieron el tabernáculo, Dios llenó aquel lugar; la presencia, la gloria de Dios llenó aquel lugar que el pueblo había construido.  Lo grande de ese momento histórico es que una vez más se cumple la palabra de Dios sobre su pueblo: No importa tus errores, no importa que tú hayas hecho un becerro de oro, que un día te hayas apartado, Dios todavía sigue queriendo habitar en medio de su pueblo.  No importa los errores que tú hayas cometido, o que un día lo hayas abandonado, Dios todavía quiere cumplir su palabra y su promesa de que Él quiere habitar en medio nuestro.  Aquella presencia de Dios en aquel tabernáculo era la demostración de que Dios iba a cumplir su palabra, y de que Él habitaría en medio de Su pueblo, a pesar de que en el pasado, ellos lo habían abandonado.

Dios todavía quiere habitar en tu vida, contigo, a pesar de todo lo que tú has vivido y de todas tus decisiones.

Hubo un gran hombre que tuvo el gran deseo de construirle un templo a Dios.  Pero Dios no se lo permitió.  En una ocasión, David, luego de luchar muchas batallas, decide que le va a construir un templo al Señor.  Y la Biblia nos dice que David había sido escogido por Dios, que era un hombre bueno de corazón, un hombre conforme al corazón de Dios; pero ese hombre con buena intención, Dios no le permite construir el templo.  Y la razón es que sus manos estaban ensangrentadas.

Dios no le da el honor a David de construirle casa porque, de hacerlo, aquello sería símbolo de poder militar, y lo que Dios siempre había querido era que Su presencia fuera el símbolo especial de su marca sobre un pueblo, pero que no fuera tomada como una demostración militar, dando la proyección incorrecta al mundo entero.  David tenía la buena intención y el buen deseo, tenía un gran corazón, pero lamentablemente, David era conocido como un guerrero, un hombre sangriento que había conquistado grandes cosas; y si Dios le permitía que hiciera aquel templo, el mundo vería solo el poder militar, y no verían el poder y la gracia de Dios sobre aquel lugar.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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