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Lágrimas en Fuentes

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion.”  Salmos 84:5-7  

La clave del valle de lágrimas se encuentra en atravesarlo.  Si lo atraviesas, lo cambias.  ¿Qué es lo que cambias?  Lágrimas en fuentes.

De las situaciones más grandes que tenemos hoy en la sociedad, es la sed interna que tiene todo el mundo de satisfacerse.  Hay una sed por ser mejor, por tener, por alcanzar, por ser admirado; una sed interior que toda mujer y todo hombre tiene en su vida.  Y el reto más grande es saber dónde te vas a saciar.

Si escoges el lugar incorrecto para saciarte, necesitarás volver una y otra vez.  Estarás yendo y regresando a ese lugar, cargando con la vergüenza de todo lo que caminas y lo que te ha pasado.  La mujer samaritana salía al medio día a buscar agua porque había tenido seis maridos y el que tenía no era de ella.  Nadie salía a buscar agua al mediodía; era el momento más difícil, pero ella salía en ese momento por la vergüenza de todo lo que ella había vivido en toda su vida.  Ella no quería reunirse con nadie, que nadie la viera, que nadie estuviera allí.  Así que iba en el momento de mayor calor y dolor, para saciar su sed con un poco de agua.  Llegado el día, se encuentra allí con Jesús, la fuente perfecta.  Ella fue a buscar agua en el pozo, y se encontró con la fuente verdadera.  Aquel hombre la confronta y le demuestra que todo lo que ella necesita lo ha estado buscando en los lugares incorrectos; en hombres que no pueden darle lo que ella necesita, y que buscarlo en ellos, lo que le ha causado es dolor y vergüenza; que cuando ha buscado en religiones vanas, se ha encontrado meramente con religión, que no es otra cosa que adoración sin conocer.  Tu adoración a Dios es verdadera únicamente cuando lo conoces; porque lo conoces, no te queda más remedio que adorarlo.  Pero aquel que no lo conoce, lo que adora es algo vano y simple que lo que hace es mantenerle insatisfecho toda su vida.  Y aquella mujer se encontró en aquel lugar con la fuente eterna de vida.  Y Jesús le dice: dame de beber.  Ella le dice: eres judío ¿cómo te atreves, si soy samaritana?  Él le dice: si tú supieras quien yo soy, tú me pedirías a mí y yo te daría.  Es curioso; si te pide un judío, tú no le darías; pero él, aunque tú eres samaritano, siempre te daría.  Los hombres nunca están dispuestos a darnos lo que necesitamos, pero Dios siempre ha estado dispuesto a darnos lo que nosotros necesitamos; la pregunta es si lo pides, si lo conoces.  Ese día, ella dejó el cántaro en aquel lugar, salió corriendo y cambió toda su vida para siempre.  Se ganó, además, a toda una ciudad.

En el valle difícil, en el valle duro de tu vida, tú tienes que saber a qué fuente tú vas a ir porque, si sigues buscando en el lugar incorrecto, vas a vivir manipulado, con algo vano que nunca satisface, que nunca llena, pero tú no puedes llegar a ese lugar en tu vida, sin amar el camino que te lleva allí.

Tú no puedes amar ser doctor, sin amar el camino de doce años de estudio.  El que no ama el camino, el que no lo disfruta, el que no aprende a apreciar el camino no puede decir que ama el lugar a donde el camino le lleva.  Pero nos quejamos de la gente que está dispuesta a pasar el valle de lágrimas.  Queremos lo que tienen, lo que han logrado, lo que han alcanzado, pero no estamos dispuestos a amar el camino.  Tú amas el camino, a pesar de que sea difícil, no porque vayas a permanecer allí toda tu vida, sino porque es el que te va a llevar al lugar que tú quieres llegar.  La mayoría de la gente siempre va a buscar ponerte el camino fácil, donde no hay lágrimas; pero si no hay lágrimas, no hay fuentes.  Si no hay lágrimas, no tienes qué cambiar en fuentes.  Y tú no puedes vivir de lágrimas, pero sí de las fuentes, de los ríos de agua viva que correrán de tu interior.

Hay un momento donde ya nada de afuera te satisface, pero hay una fuente del interior que fluye todos los días y esa fuente no se apaga; es la fuente del Espíritu Santo que está dentro de ti, pero para llegar ahí, hace falta amar el camino, sabiendo que amas el camino no porque vayas a permanecer ahí, sino porque te lleva al lugar que te tiene que llevar.

El dolor es algo que todos queremos evitar, algo que nadie quiere tener en su vida.  Pero hay dos tipos de dolores; el externo, provocado por el problema, y el interno de escoger pasar por el problema, sabiendo que tienes la opción de no pasarlo.  Y más fuerte es el dolor y la batalla de saber que tienes otra opción y decidir no hacerlo solo porque esa otra opción no te lleva al lugar de poder donde cambias tus lágrimas en fuentes.  El dolor de afuera es momentáneo, pero el que llevas dentro por haber tomado una decisión sabiendo que podías tomar otra y tener una satisfacción inmediata, es más doloroso que reaccionar en el momento.

Dolorosa era la cruz, pero ese era un dolor externo.  Más doloroso fue en el Getsemaní, donde Jesús, pudiendo librarse de la cruz, no lo hizo; y doloroso es poder librarte de algo y no hacerlo porque sabes que el camino te va a llevar a algo más grande y amas tanto a donde te lleva el camino, que prefieres mejor amar el camino para poder llegar a lo que amas y estar dispuesto a vivir el dolor interno sabiendo que pudiste escoger otra cosa y que no lo hiciste.  Si lo hubieras hecho, se hubieran secado las lágrimas; pero si sigues por el camino, lo cambias en fuente.

Si doloroso fue que arrestaran a Jesús, más doloroso fue dejarse arrestar porque todos sabemos que él podía llamar una legión de ángeles que lo libraran de allí.  Aun de los que estaban al lado de él, un incrédulo le dijo: si tú eres Hijo de Dios, sálvate y sálvanos a nosotros, quítanos este problema.  Si dolorosa era la cruz, más dolorosa era la batalla interna de saber que podía librarse pero no lo haría sino que atravesaría aquel valle aunque hubiera lágrimas en el camino porque, cuando lo cruzara, lo convertiría en una fuente.

Cada decisión que tú has tomado en tu vida por amar a Dios, por seguir a Dios, que no te ha hecho tu vida más fácil, te ha hecho hoy más fuerte de lo que tú eras antes, más firme de lo que tú eras antes, te han hecho una persona más sólida, esas lágrimas te han hecho fuerte en tu interior, te han hecho una persona diferente.  Pero tú has hecho algo que otros no hicieron; otros buscaron otro camino para secarse las lágrimas, pero aquellos que creemos en Dios, que sabemos que Dios tiene cosas más grandes para nuestra vida, que amamos la presencia de Dios, que amamos estar en su casa, no escogemos el camino fácil, sino el valle de lágrimas.  Pero sabemos a dónde nos lleva ese valle de lágrimas, y sabemos que, mientras lo cruzamos, se cambia en fuentes.  Hay algo en tu interior que comienza a surgir, lo que la Biblia llama la paz que sobrepasa todo entendimiento.  Tú no evitas el proceso de la gente que muere a tu alrededor; tú sabes que la gente va a morir, va a desaparecer, va a tener que salir algún día de esta tierra; tú no le huyes al proceso de la muerte, sino que caminas por ese valle sabiendo que, mientras caminas por él, estás seguro de lo que hay al otro lado y, mientras caminas en ese valle, en tu interior hay algo dentro de ti, una fuerza que viene de adentro porque la paz que tienes no viene de afuera, no viene del trabajo.  Hay una paz que solo viene de adentro, pero esa paz viene de haber atravesado muchas veces el valle de lágrimas y abrazar el camino tanto como aquello a lo que te lleva.

En muchas ocasiones, vas a tener que decidir entre el camino fácil o el difícil; y muchas veces las cosas que Dios nos pide que hagamos no son fáciles; la Biblia dice que todo lo puedes hacer, pero no todo te conviene; así que hay un momento dado donde el dolor va a ser: pude haber hecho eso y no lo hice, pero no lo hice porque ese camino solo me secaba las lágrimas, pero no me las cambiaba en fuentes.  Seguí por este camino porque ahora, de adentro de mí, surge algo que no surge de otra manera.

La gente ama el destino, pero no ama el camino.  El valle de lágrimas es inevitable para ir a Sion, y cuando caminas por el valle de lágrimas, lo cambias en fuentes.  Hay decisiones que tú has tomado en tu vida que la gente te las ha criticado, señalado y te han cuestionado por qué estás pasando tanto trabajo si podías hacerlo de otra manera, pero tú has decidido pasar el valle de lágrimas.  Tú no evitas un camino porque sea difícil.  Tú tomas el camino que Dios dice que tienes que tomar, sea fácil o difícil.  Otros cogen otro camino más rápido, más fácil; pero tú sabes que si coges el camino que Dios quiere que tú escojas en este tiempo, aunque parezca difícil, al otro lado, lo que habrá es una fuente en tu interior que no tan solo te va a ayudar a saciar tu ser, sino también la de aquellos que se acercan y reciben esa palabra.

Te has visto en situaciones en las que has llorado y te has cuestionado por qué escogiste lo que escogiste, pudiendo haber escogido otra cosa.  Ese es el valle de lágrimas.  Tuviste otra opción, pero decidiste escoger lo que escogiste porque sabías que este camino te iba a llevar a otro lugar.  Espera y sigue caminando por el camino que llevas hoy, atravesando el valle de lágrimas lo vas a cambiar en fuentes.  Y cuando llegues al otro lado te vas a dar cuenta que Dios estuvo contigo cada momento del camino.  Él es el Dios de valles y montañas.

En tu vida, de tiempo en tiempo, tendrás que escoger: o haces las cosas como las hace el mundo, o haces las cosas como las hace Dios.  No será fácil.  Otros siempre escogen secarse las lágrimas; nadie quiere llorar.  Pero solo los que atraviesan el valle de lágrimas lo cambian en fuentes.

Quizás tú hoy no tienes todo lo que quieres, no has alcanzado todo lo que quisieras alcanzar, pero es que nunca se ha tratado de eso.  Hoy tú puedes decir: soy más fuerte de lo que yo era antes, soy diferente, mi satisfacción no viene de afuera; tenga o no, el gozo viene de mi interior.

Nunca te arrepientas de escoger el valle de lágrimas.  Si el final del valle es Dios, camina por él.  Porque de tu interior correrán ríos de agua viva, fuentes; encontrarás paz y satisfacción donde otros no encuentran; y cuando vayas en tu camino, te darás cuenta de la gran obra que Dios ha hecho en ti.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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