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La vida y la muerte

Hay dos realidades en todos los seres vivos que son la vida y la muerte, pero sólo en el corazón del ser humano hay un sentido de eternidad, y lo más lejos que tiene es que algún día se producirá el cese de su existencia y tras cerrar sus ojos se dará cuenta sobre el camino que eligió durante su vida aquí en la tierra.

Jesús dijo: “entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”, Mateo 7:13-14.

Al respecto el Rey Salomón dijo que Dios “todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin”, Eclesiastés 3:11. Eso le da un sentido al hombre de que nunca va a morir, que durará para siempre y que no necesita a Dios.

La muerte es un solo acontecimiento en la vida del ser humano. No tiene ensayos ni avisos. Cuando llega es cruel y no se compadece de nadie. Alguien dijo que la muerte es el terror de los terrores y el terror de los reyes.

La muerte es un acontecimiento indeseable pero seguro, indeseable porque nadie desea morir. Aunque la vida sea dura y nos haga llorar nadie quiere ese día. En la fila de la muerte nadie se desea adelantar. Segura porque a todos nos llega sin excepción. Aunque corramos nos escondamos o nos cubramos un día la muerte tocará nuestras vidas y no abra vuelta atrás para reparar un pasado.

La muerte es la llave que abre una de las 2 puertas de la eternidad. Pues solo hay 2 destinos en el más allá…El cielo y el infierno. El cielo. Un lugar incomparable de paz y tranquilidad. El hombre, mientras está vivo, es el que decide a cual lugar es el que va. Si quiere ir al cielo, lo que tiene que hacer es arrepentirse de su pecado, recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador, y será sellado por el Espíritu Santo. Y si rechaza a Cristo, el pecador se va solito al infierno, un lugar de sufrimiento eterno. Ese lugar no fue preparado para el hombre, sino para Satanás y los ángeles caídos. Cuando un hombre muere sin conocer a Cristo va parar a ese lugar de condenación.

A Dios no le agrada la muerte del impío, sino que todos procedan al arrepentimiento. Jesucristo dijo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

En el cielo está Dios, Jesucristo, y sus santos ángeles, y en el infierno, Satanás, los demonios y los ángeles caídos, ambos son lugares reales y eternos. ¿Qué dice la Biblia acerca del cielo? Juan 14:2-3, «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis».

El cielo está más allá de nuestra comprensión. Está en la Biblia, 1 Corintios 2:9, «Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre. Son las que Dios ha preparado para los que le aman».

¿Cómo describió el profeta Isaías el cielo? Está en la Biblia, Isaías 65:21-23, «Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos».

La paz reinará aun en el reino animal. Está en la Biblia, Isaías 65:25, «El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová».

Los incapacitados serán sanados. Está en la Biblia, Isaías 35:5-6, «Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad».

Dios vivirá con su pueblo y pondrá fin a la muerte, el llanto y el dolor. Está en la Biblia, Apocalipsis 21:3-4, «Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron».

El infierno es un lugar incomparable de dolor y tormento eterno, donde van las almas de los pecadores después de la muerte. Allí estarán estas almas en tormento, hasta la segunda resurrección, que es la resurrección de condenación (Apocalipsis 20:5-6 – Juan 5:29) para después ser juzgados en el Juicio ante el Gran Trono Blanco y posteriormente ser lanzados al Lago de Fuego y Azufre, que es un lugar distinto del infierno.

En estos momentos no hay nadie en el lago de fuego, los que mueren en pecado van al infierno (Lea Lucas 16:19-31 – Lucas 16:22-24). Quien llega al infierno y luego al lago de fuego, allí permanecerá para siempre. Nada ni nadie le podrá sacar.

El momento de escapar es ahora por medio de Jesús. «Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). No hay otro medio para escapar. Cristo es el único salvador, entrégate a él, cree en él, y en su Padre y en el Espíritu Santo (Mateo 28:19 – Juan 14:15-17 – 1 Juan 5:7). Todo ser humano al morir, su alma parte para una eternidad sin la oportunidad de retorno alguno.

Sólo se levantarán los creyentes, cuando se produzca el arrebatamiento de la Iglesia, cuando Cristo venga venga, como ladrón en la noche, a buscar su esposa mística, formada por los nacidos de nuevo. 1 Tesalonicenses 4:13-18.

Fuente:
Lic. Miguel Matos

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