Desde el principio, uno de los problemas más grandes que tiene el ser humano, es sentirse vacío. Si tenemos una predicación vacía, nuestra fe es vacía. Hay adoraciones vacías, oraciones vacías; puedes cumplir con toda la exigencia religiosa, pero estar vacío, por no tener la fe en el poder transformador de Dios.
En Génesis, lo primero que vemos es la nueva creación de Dios. Dios creó los cielos y la tierra, y algo pasó que se desordenó y se vació. Lo primero que movió a Dios no fue la adoración de nadie, sino el ver desorden y vacío. Dios nunca le ha tenido miedo a tu desorden y a tu vacío; al contrario, cuando Dios ve algo desordenado, lo quiere ordenar; y tiene que hacerlo antes de llenarlo. No puedes pretender estar lleno, sin estar ordenado; es inútil que lo intentes. Hay quien adora, sin vivir una vida en orden; adoran, y no sirve, porque hasta que no haya orden, no habrá satisfacción.
Dios ordena, separando las tinieblas de la luz; separando las aguas, y luego llenándolas de peces. ¿Tú quieres sentirte lleno? Procura el orden de Dios. Si hay orden, Él te puede llenar; y, si Él te llena, entonces hay una nueva creación. El primer hombre que Dios creó, lo creó vacío, y sopló entonces aliento de vida para llenarlo. Y ahí se forma la nueva creación. Dios crea la nueva tierra y crea a un hombre al que llena para que sujete toda la tierra. Pero cuando el hombre peca, se vacía, y todo se desordena. Pero Dios nunca le ha tenido miedo al desorden y al vacío; desde ese día, comenzó a buscar llenar al hombre; y nos llenó con el poder del Espíritu Santo, que es el mismo poder que hizo que Cristo se levantara de los muertos. Ese es el poder de la resurrección.
¿Cómo debe manifestarse esa nueva creación? 2 Corintios 5:17 dice que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; no dice en Jesús, sino en Cristo. El cuerpo de Jesús murió; el que se levantó fue Cristo. Por eso dejó las ropas en la tumba, porque Cristo no necesitaba la ropa de Jesús; Dios lo vistió de manera diferente. Tampoco necesitó que nadie removiera la piedra de su tumba; fue removida, no para que él saliera – porque más adelante lo vemos traspasar paredes – sino para que vieran que él ya no estaba allí. Porque, cuando tú has resucitado en Cristo, no hay nada que te limite, nada que pongan delante de ti que te paralice. Hombres tuvieron que poner aquella piedra para cerrar la tumba, pero el Espíritu de Dios la removió, no para que él saliera, pero sí para que otros creyeran que él se fue. Esa es la experiencia de la resurrección.
Cuando tratamos de eliminar límites que el mundo ha puesto, estamos viviendo bajo la vieja creación. La nueva creación no tiene que forzar que la piedra se salga; la nueva creación sabe que no hay límite que se te ponga que te pueda detener en ese lugar. Te pueden poner la piedra, sellarla, marcarla, puede haber soldados allí, y Dios te va a sacar; el Espíritu de Dios te va a sacar, te va a llevar a un nuevo nivel, y te va a dar la victoria que Él te ha prometido. Ese es el poder de la resurrección.
Pero, ¿cómo vivimos ese poder? ¿Cómo lo manifestamos? Cuando eres una nueva criatura, tienes que aprender a vivir en la dimensión del espíritu, que no es cosa fácil porque todavía tienes una carne. Tener fe ante un diagnóstico es fácil, mientras no haya síntomas; una vez comienzan, se torna difícil. Pero tú tienes que aprender a vivir en esa dimensión del espíritu, que es lo que te lleva a sobrepasar tu carne, a poner orden en tu vida, a creer que has sido transformado, que ya no tienes que vivir por los viejos hábitos, que lo que antes te detenía, ha quedado sin efecto en tu vida.
“22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Efesios 4:22-24
Dios te renueva en el espíritu, pero es tu trabajo dejar el viejo hombre, despojarte de lo carnal; separarte de viejas amistades, dejar de visitar lugares que no debes visitar. Dios no va a hacer eso por ti; Él te ha renovado en tu espíritu, te ha hecho una nueva criatura y desde ahora tu búsqueda tiene que ser una de total limpieza, total pureza en tu mente y corazón; y esto requiere disciplina. Es imposible vivir en el espíritu, si no hay disciplina.
Puedes hablar lenguas, pero si vives con coraje, hablas mal de otros; eres más carnal e hipócrita que cualquiera. Nadie es perfecto, pero si una persona no se esfuerza, no se puede hacer nada por ella; como con el hijo pródigo, habría que dejar que coma con los cerdos hasta que un día entienda que tiene que regresar. Te toca a ti desarrollar disciplina.
Para la experiencia del espíritu, tiene que haber una búsqueda de pureza; y no puede haber pureza en tu vida, si no hay disciplina. La disciplina es lo que va a permitir que tú puedas despojarte del viejo hombre. Antes tenías el deseo de hacer algo, y ahora también, pero ahora te controlas, te aguantas; ordenas a tu mente y a tu espíritu que se controlen; no te expones a lugares donde vayas tú a perder el control, porque entonces pierdes la vida en el espíritu. La vida en el espíritu no es cantar, hablar en otras lenguas, sino una vida que produce frutos del Espíritu Santo; mansedumbre, amor, templanza; que te mantiene ecuánime, te da dominio propio, y conlleva disciplina.