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La verdadera Paz

Mateo 5:9
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios

Como ya es costumbre habremos de remitirnos al significado de los términos escritos originalmente en la Escrituras.  En este caso, vamos al griego.  “Bienaventurados” viene de la palabra Makários que significa supremamente bendecido, dichoso y glorioso, persona que disfruta la bendición recibida.  “Llamados” viene de kaléo que significa decir en voz alta, invitar. Es usado en una amplia variedad de aplicaciones, principalmente como sobrenombre.

Haciendo una paráfrasis, este versículo diría: Sumamente bendecidos son los pacificadores, porque a ellos les pondrán por sobrenombre hijos de Dios.

Ahora, dejemos claro que EL MERO HECHO DE BUSCAR, PREFERIR O producto de una mala interpretación, pues la Biblia dice que ser hijo de Dios sólo puede ser producto del sacrificio de Cristo.

Juan 1:11-13  A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Es decir, no somos llamados Hijos de Dios sino por Jesucristo.

La palabra clave para entender bien estos versículos es “llamados”.  Como consecuencia de tu fe y de tu llamado ejerces como pacificador, y es entonces que serás conocido como Hijo de Dios.

¿Quién es un Pacificador?
Cuando Jesús dice que sumamente feliz, o sumamente bendecido es el pacificador…  ¿a quién se refiere?

La palabra “Pacificador” es la traducción de  Eirenopoiós (pacificatorio), la cual viene del vocablo Eirene (paz), derivada a su vez de Eiro, que significa unir.  Esta cadena de significados nos muestra que pacificador es el que propicia la paz, entendida como la capacidad de unir, de lograr la unidad.

Veamos un ejemplo clásico: una madre de familia ve a sus dos hijos peleando por la posesión de un juguete y decide, simplemente, enviar a cada uno de sus hijos a una habitación diferentes, es decir, separarlos. La pregunta aquí es… ¿los puso en paz? No, simplemente los aquieto: paz significa unir, así que sólo los habría puesto en paz si hubiera terminado uniéndolos.

El pacificador es un promotor de la paz, uno que es capaz de unir. ¿Y qué es lo que une? ¿A qué paz y a qué unidad se refiere Cristo?  Veamos Romanos 8:7

Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Aquí se trata de tener paz con Dios,  ¿Será que estamos peleados con Dios?  No, pero como el pecado sí tiene enemistad con Dios, luego entonces el pecado nos separa de Dios.

El hombre por sí sólo no busca estar en paz con Dios; más bien se ocupa en tener paz con el hombre… pero  ni ese tipo de paz puede lograr. No es lo mismo vivir en paz con uno mismo o con los demás, que vivir en paz y tener la paz de Dios. Estar en paz con Dios es estar unido a Dios.

¿Podemos estar unidos a Dios mientras vivimos llenos de pecado? Claro que no.  Necesitamos del perdón y del arrepentimiento para tener paz con Dios. Necesitamos estar en guerra con el pecado. Necesitamos que la sangre de Cristo que nos limpie de todo pecado.

1 Juan 1:7-9
Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Jesucristo es el pacificador por excelencia: su sacrificio en la cruz es lo único que hace posible que el hombre tenga paz con Dios.

En el antiguo testamento, en el libro de Levítico capítulo 7 se nos habla de los sacrificios que pedía Dios a sus hijos para tener paz con Él, antes –por supuesto- de la venida de Cristo. Ahí la Biblia nos habla de la palabra paz  que en el hebreo es shélem  que significa retorno: por el pecado estoy distanciado de Dios pero puedo regresar a Él y unírmele. La raíz de la palabra shélem es el vocablo shalám que significa ser amistoso, reciprocar, hacer enmiendas, pagar el daño, volver. De aquí viene la palabra Shalom, que significa Dios es mi Paz.

Efesios 2:14
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,  para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

Romanos 5:1
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 5:10
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Hermanos, que quede claro: no hay forma de tener paz con Dios, salvo por el sacrificio de Cristo.

2 Corintios 5:17-20
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

De todo lo anterior se entiende que un pacificador es un reconciliador, un embajador que Cristo usa como canal para dar el mensaje de salvación, para que la gente tenga paz con Dios. Cuando guiamos a una persona a los pies de Cristo, somos pacificadores.

A esos pacificadores se refiere Cristo, a los que unen a los hombres con Dios.

Ahora veamos este otro pasaje:

Mateo 10:34
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.

Qué pasa… ¿se está contradiciendo Cristo?  No.  La disensión de la que el Señor habla aquí es la que surge en las diferencias que hay entre los miembros de  una familia, entre los que creen en Jesús y los que no creen.  Es común que en una familia algunos se convierten, pero otros no. Y viene división. ¿Quién tendrá paz en esa familia?  Evidentemente, los que tienen a Cristo.

Ampliemos el contexto en torno a esta enseñanza sobre los pacificadores:

Mateo 10:37-39
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

Aunque los lazos que unen a la familia suelen ser muy fuertes, no pueden impedir que Cristo llame a reconciliación a alguno de sus miembros.  El tal, seguramente, tendrá disensión con aquellos que no han creído.

Entonces ¿qué debemos hacer si pertenecemos a una familia como esta? ¿Debemos ahogar nuestro anhelo de unirnos más a Dios porque nuestro padre, madre o pareja no comparte nuestra fe?  ¿Debemos estar en constante contienda por la fe con algún miembro de la familia, al grado de tener poca o nula comunicación con él?

Santiago 3:13-18  nos responde:

Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.

Así que, hermano, hay que pedir sabiduría a Dios: no discutas con tus familiares incrédulos, no uses su posición de cristiano para alardear ante ellos mejor ofréceles tu testimonio de una vida en paz con el Señor para que, entonces, ellos también deseen reconciliarse con Él.

¿Eres pacificador en tu casa? ¿Incitas a los de tu casa a estar en paz con Dios?  Cuándo la gente observa tu comportamiento ¿experimenta el deseo de reconciliarse con Dios… o, por el contrario, desea alejarse más de Dios?

Que la gente en tu trabajo, en tu casa o donde quiera que te estés, encuentre en tu vida un motivo para reconocer que también necesita a Cristo, en lugar de seguirlo rechazando.

Para ser pacificadores primero hay que ser sabios.  Un pacificador es constante en su deseo de reconciliar a la gente con Dios.   La oportunidad de predicar el evangelio de la paz se presenta continuamente.  No deberíamos desaprovecharla.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Fuente:
Julio Márquez (Conferencista y Consultor)

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