«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Esta verdad que nos libera no es otra que Jesucristo y Su palabra, la cual está contenida en la Biblia, la revelación divina a la humanidad, el manual del Creador.
A través de las Santas Escrituras, encontramos la libertad de nuestra alma, que antes de conocer a Cristo estaba cautiva por las garras de Satanás. Jesús, nuestro Señor y Salvador, nos rescató de la condenación del pecado, ofreciéndonos una nueva vida en Él. Como lo declara Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.»
Conocer a Cristo es el primer paso hacia la verdadera libertad, y esto lo logramos a través del Evangelio, las Buenas Nuevas de Salvación. En la Biblia hallamos los principios y promesas divinas que nos permiten disfrutar de Su amor, paz, gozo y la esperanza de la vida eterna, mientras cultivamos una pasión por las almas perdidas.
Cuando Cristo habita en nuestros corazones, celebramos nuestra herencia en el Reino de los Cielos, aguardando con anhelo Su venida para disfrutar de Su presencia por toda la eternidad. Él es el único camino hacia el Padre: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).
Dios, a través de Jesucristo y el Espíritu Santo, se manifiesta en nosotros y nos capacita para enfrentar y vencer las maquinaciones del maligno, que fue derrotado en la cruz del Calvario. Cristo es el centro del evangelio y, al conocerle a través de Su Palabra, experimentamos una libertad que nos resucita de la muerte espiritual en la que antes vivíamos.
Por tanto, debemos valorar la lectura, meditación y estudio de la Biblia, que produce en nosotros fe, amor, dominio propio, gozo y una paz que sobrepasa todo entendimiento. Esta práctica diaria es esencial para fortalecer nuestra relación con Dios y prepararnos para el día en que seremos llamados a Su presencia cuando suene la trompeta final.
No debemos desperdiciar el precioso tiempo que Dios nos ha dado en este período de gracia en actividades carentes de esencia espiritual. En lugar de ello, nuestra misión es honrar la Palabra de Dios, no solo en septiembre, sino durante todo el año. Este compromiso se refleja primero en nuestras vidas y hogares, y luego en nuestras congregaciones y comunidades, testificando el amor de Cristo.
Como cristianos, estamos llamados a celebrar la Biblia de una manera que fortalezca nuestra fe y la de los demás, mientras trabajamos unidos para evangelizar en todos los rincones de nuestra nación, la República Dominicana. Que este mes de la Biblia sea un tiempo de renovación espiritual, de mayor comunión con nuestro Dios y de compromiso en nuestro llamado a adorar y exaltar a nuestro maravilloso Creador del Universo, Nuestro Señor Jesucristo.