La unción de Dios que está en un hombre o una mujer ungida por el Espíritu Santo puede transferirse por medio de la imposición de las manos o por medio de alguna otra forma de una persona a otra dentro de ciertos parámetros.
Vemos por ejemplo en el Libro de Números, en el caso de la vida de Moisés, donde en el capítulo 11 de Números vemos este momento importante, versículo 16: «Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel que tú sabes que son ancianos del pueblo, y sus principales, y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y Yo descenderé, y hablaré ahí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos, y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.»
Vemos en este interesante pasaje el comienzo de una enseñanza que yo creo que es muy importante entre el pueblo de Dios que se considera pentecostal, y es esta idea de que los dones, la unción de Dios se puede transferir a otras personas. No en una forma mecánica o descuidada pero sí en momentos en que Dios está moviéndose en una forma poderosa, o que se mueve poderosamente en la vida de un individuo, este tipo de por llamarlo así transacción, es muy posible.
En este caso vemos que Dios está llamando a Moisés a desentralizar un poco su ministerio y traer a otros que lo ayuden en su desempeño de su trabajo de juzgar al pueblo, de dar consejo, de hacer decisiones judiciales importantes, de gobernar a la nación de Israel que se encuentra en el desierto. Y Dios le dice: Tráeme setenta hombres que sean líderes del pueblo y Yo voy a tomar de tu unción, la unción que Yo he puesto en ti de gobierno, de sabiduría, de dirección, de estrategia y Yo voy a tomar esa unción, y la voy a poner, la voy a transferir a sus vidas para que ellos también puedan serte útiles a ti en el desarrollo de tu ministerio.
Qué cosa más interesante. Vemos que aquí hay un principio que los líderes y Pastores podemos usar en nuestro ministerio. Dios no quiere llaneros solitarios, quiere hombres y mujeres que compartan la carga, pero esto se tiene que hacer en una forma ordenada. Y la gente con quien nosotros trabajamos debe poseer nuestra visión, deben encarnar nuestros valores que nosotros como líderes principales encarnamos en nuestra vida.
Y a nosotros muchas veces nos toca orar sobre la vida de estos individuos, impartirles la unción y la Presencia de Dios para que ellos también puedan tener la misma capacidad o una capacidad similar a la nuestra, y puedan fluir en la manera en que nosotros fluimos.
Vemos estos principios de transferencia de la unción en muchos aspectos de la vida cristiana en nuestro tiempo. Por ejemplo, en la Iglesia católica a través de los siglos ha habido esta idea de que la unción apostólica se transfiere por imposición de manos de los obispos, o del Papa, esto es como un remanente arqueológico por así decirlo, de una idea que está aquí y en otros pasajes de la Escritura, como presentada, de que la unción de Dios como una energía que corre del individuo ungido a la otra persona, si esa persona está verdaderamente autorizada por Dios, y esto es un recurso que debemos usar en muchas maneras en nuestras vidas y en nuestros ministerios para bendecir a otros.
Aquí está el principio de imponer manos por ejemplo en los servicios cuando por ejemplo, oramos para que las personas sean sanadas, para que reciban el bautismo del Espíritu Santo. La idea es que aquéllas personas que están ungidas por el Señor, que han tenido esa experiencia pentecostal, pueden orar por almas y vidas que estén preparadas para recibirlo, que tengan fe en sus corazones, que haya cierto nivel básico de santidad y de apertura al Señor.
Y en muchas ocasiones podemos bendecir a otras personas con una Palabra profética que desate el don de Dios en ellos, con una unción mayor que impartamos a sus vidas, con una «vitamina espiritual» por así decirlo que podamos transferir a sus vidas simplemente imponiendo manos y orando por una bendición que pueda darse en sus vidas.
Esta idea de la imposición de manos, de la transferencia de la bendición de Dios, la unción de Dios, desatar nuevos ministerios en otros, dar Palabra profética que desate el don de Dios que ni siquiera sabe que tiene un don escondido, esto es un recurso muy poderoso que nosotros debemos pedirle al Señor cada día que nos ayude a usar más y más.
Esto es lo que también se da en la vida de Elías y Eliseo. Cuando Elías va a ser tomado por Dios, Eliseo le dice lo siguiente, dice aquí: «Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo» esto es en Segundo de Reyes capítulo 2 versículo 9, «le dijo Eliseo: pide lo que quieras que haga por ti antes que yo sea quitado de ti.» Eliseo era como un discípulo de Elías.
«Y dijo Eliseo: te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. Él le dijo: cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti te será así, mas si no, no.» Y el hecho es que así sucedió en la vida de Eliseo, Eliseo pudo ver a Elías siendo tomado por Dios y recibió una doble porción, es decir una medida muy poderosa del Espíritu, el poder, la unción, los dones, el tipo de ministerio que tenía Elías, y vemos entonces que Eliseo en su ministerio reflejó muchos de los atributos y de los dones que habían en Elías, también su mismo temperamento y su carácter.
Es decir que hay un misterio aquí bien interesante ¿no? la unción de Dios podemos transferirla por medio de ungir a otros pero no es algo que podemos hacer así cuando nos da la gana y como nos da la gana, esto tiene que funcionar dentro de los parámetros que Dios ha establecido. Por eso Elías dice: si tú me logras ver, y yo creo que el hecho de que Dios le permitiera a Eliseo ver a Elías siendo tomado era como una señal de la aprobación de Dios.
Jesús dice también que cuando vayamos a una casa por ejemplo, declaremos: paz de Dios sea, el shalom de Dios sea sobre esta casa, y si los que están allí en esa casa moran allí, son dignos de recibir la bendición, esa bendición reposará sobre ellos.
Entonces está esta idea de que, bueno: si es la Voluntad de Dios y si es el momento propicio, y hemos discernido correctamente, al nosotros imponer manos, bendecir, impartir unción, declarar bendición de Dios, esa bendición va a manifestarse en la vida de esa persona. Y por lo tanto representa un recurso que nosotros debemos aprender a usar más y más, pedirle al Señor que nos de fe y que nos ayude a poner a correr el don de Dios en nosotros.
Una última instancia es en la vida de Pablo y Timoteo donde ya hemos aludido al hecho de que Pablo le dice a Timoteo: «Te aconsejo que avives el don que está en ti por medio de la imposición de mis manos» esta idea de imponer manos, pero dice Pablo también que no impongamos manos con ligereza; en otras palabras hay gente que siempre está imponiendo manos y orando por otros, etc., y entonces como que el don de Dios se hace algo barato y común, y corriente. Esto debe ser algo muy sublime, muy serio que nosotros tomemos como algo muy poderoso y muy especial. Cuando Dios nos da libertad para hacerlo, debemos usar este don de Dios, y muchas veces yo he visto en mi propia vida cuando he orado por ciertos individuos, el don de Dios se ha desatado en ellos en una manera muy poderosa, y estos individuos nunca han vuelto a ser lo mismo porque Dios ciertamente ha desatado Su unción sobre su vida.
Entonces usemos este don de Dios y encomendémosle al Señor nuestras vidas para que Dios nos pueda usar en una manera muy atinada y con una puntería sólida en esta dimensión de la vida cristiana. Que el Señor les bendiga y hasta nuestro próximo mensaje.